Si alguien me preguntase cuál es la enseñanza más grande que me ha dejado la película “El Padrino”, limitaría mi respuesta a una sola palabra: venganza. Esa acción que muchos consideran miserable y poco honorable es uno de los males más necesarios en este mundo en el que todos tratan de aprovecharse de ti. ¿Cómo olvidar la lección que Johnny Fontane le dio al viejo Jack Woltz al humillarlo por teléfono? No deberíamos de tachar como cruel el acto de decapitar al caballo Khartoum, lo único que Fontane hizo fue reforzar el hecho de que nadie, ni siquiera un famoso director, estaba por encima de él.
Está en nuestro código genético, nacimos con ella; la venganza es esa pequeña porción de lodo que circula a través de nuestras venas todos los días. De hecho, aunque muchos se empeñan en negarlo, todo el tiempo estamos pensando en tomar represalias en contra de alguien que nos ha hecho daño; pero hablemos de la traición porque simplemente no hay nada que nos duela más que eso, es duro perder la confianza en las personas más cercanas a nosotros, nos hace sentir vulnerables y solos en el mundo, tanto así que lo único que podemos hacer para alcanzar cierto punto de confort es ponernos a la defensiva y arremeter contra todo lo que represente una amenaza.
Al ser más humanas que el mismo perdón, la traición y la venganza se han abierto paso en varios aspectos de nuestra vida; incluso en el arte tienen un lugar especial, diferentes creadores las han explotado como recurso necesario para retratar diferentes pasajes de la historia del universo.
::
“Saturno devorando a un hijo” (1823)- Francisco de Goya
Cuando el Dios Cronos se enteró de que encontraría la muerte por mano de sus hijos, éste decidió devorarlos a todos para evitar su oscuro final, aunque no contaba con que su hijo Zeus esperaba escondido el momento justo para asesinarlo y quitarle el poder que sádicamente había obtenido.
–
“Prometeo encadenado” (1612)- Pedro Pablo Rubens y Frans Snyders
El castigo que recibió Prometeo después de regalar el fuego a los hombres sirvió para darnos una lección muy clara: no hay traición más grande que la que se le hace a un dios, sobre todo si se trata de uno griego, ellos son conocidos por ser los más vengativos en la historia del universo.
–
“Leda y el cisne” (1515)- Leonardo da Vinci
Una muestra de la humanidad de los dioses griegos es la promiscuidad del mismo Zeus, quien a base de engaños se las ingeniaba para seducir y disfrutar de diferentes doncellas. Una de ellas fue Leda, a quien atrajo convirtiéndose en un hermoso cisne.
–
“Caín y Abel” (1544)- Tiziano
Este es uno de los actos de venganza más famosos de la historia: justo en el momento en que Caín se dio cuenta de que Dios había preferido la ofrenda de su hermano, llevado por la envidia, decidió terminar con la vida de Abel para que el Creador no tuviera otra persona a quien favorecer más que al despiadado Caín.
–
“Judith y Holofernes” (1599)- Caravaggio
Este cuadro nos da una idea de lo que una persona es capaz de hacer con tal de salvar a su pueblo de la devastación. Se trata de la sangrienta escena en la que se aprovecha del estado de ebriedad de Holofernes para decapitarlo y así evitar que iniciara la invasión a la ciudad de Betulia.
–
“La captura de Cristo” (1602)- Caravaggio
Este artículo no podía estar completo sin mencionar al traidor más odiado de la historia, el que con un beso traicionó al hijo de Dios: Judas. Quien fue pintado por Caravaggio en el momento exacto en que señala al hombre que los guardias deben aprehender.
–
“La traición de las imágenes” (1929)- René Magritte
Con esta serie de cuadros, Magritte nos hace pensar que el arte es en realidad una gran traición ya que debajo de una pipa, coloca la frase «Ceci n’est pas une pipe» (Esto no es una pipa), aunque la imagen de una pipa intente decirnos lo contrario.
::
Tal vez algún día nos demos cuenta de que vengarnos de quien nos ha hecho daño es un ejercicio aún más sano que perdonar, pues siempre es necesario liberarnos de todo lo que nos quema por dentro. Así que si alguien llega a lastimarte, por más pequeña que sea la ofensa, como dijo Dolores Preciado en “Pedro Páramo”: «cóbraselo caro».