A lo largo de nuestro día a día nos rodean caras. Ya sea con nuestro primer reflejo en el espejo por la mañana, o al ver a nuestros seres queridos, a las demás personas que nos acompañan en el tráfico, y siguen apareciendo caras, una tras otra en la oficina. Constantemente estamos viéndolas, relacionándonos con ellas, y por ello el artista Rogelio Manzo decidió centrar su práctica artística alrededor de la creación de retratos; creando propuestas de imágenes que rescatan lo que somos como seres humanos y lo que nos caracteriza, mientras las llena de oscuridad como metáfora o memento mori de la fugacidad o fragilidad de la vida.
El artista estudió arquitectura hasta encontrar su verdadera vocación, la pintura, pero sigue nutriéndose siempre de lo que aprendió a lo largo de los años, pues en sus retratos incluye elementos geométricos realizados con paneles de resina, seda y otros tejidos. Son piezas que desconciertan, pues deambulan entre resultar obras armoniosas y universos totalmente caóticos que se encuentran contenidos en el lienzo. Con destellos de color, y mezclas de texturas, sus collages pueden ser tan oscuros como melancólicos.
Los detalles de las obras nos hacen pensar en la personalidad de los retratados, ya sea un empresario serio, una dama elegante de los años cincuenta, una bailarina, una modelo, o personas completamente deformadas que incluso resultan transgresoras por no tener identidad alguna, por no ser más que entes, que apariciones de las cuales no reconocemos más allá del contorno de su figura.
“Estoy interesado en el caos y el accidente, en la armonía y belleza que encuentro en ello. Encuentro una bruta aunque honesta identidad en mis temas”, comparte el artista en su página. Además, busca exponer al espectador a un discurso visceral, que le haga reflexionar sobre la integridad del cuerpo y la mortalidad; la dualidad que es la vida y a la vez su deterioro.
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Referencia:
Empty Kingdom