Un encontronazo con la verdadera libertad. O por lo menos, con eso que promete serla hoy.
A partir de la ruptura con ciertos tabúes o límites de la “conducta amorosa” –lo que quiera que eso signifique–, Juan Carlos Franco y Alan Uribe presentan Soñé una ciudad amurallada; una obra de teatro sincera, sin pretensiones, que parece ya antes vista pero en realidad propone acercamientos sugerentemente nuevos. Que aborda los conflictos tanto de definición como de construcción para esa libertad en el sexo, los roles de un romance, el machismo, el feminismo, el amor, el pensamiento y, por supuesto, las familias o sociedades que ésta pueda propiciar.
Con una relación tripartita como eje focal, como tótem carnal de la revisión que proponen Franco y Uribe –gracias a la solución espacial de la escenografía y el desplazamiento en éste–, Soñe… es una puesta en escena que se mantiene cercana, dulce, cruda, a veces rabiosa, y que explora por sobre todo los lindes y reconciliaciones que, como generación, hallamos en la construcción de lo que somos.
La idea del muro, en ocasiones sensible y en otras imperceptible, es diseccionado en esta obra para que, como público y cómplices, veamos de frente hacia nuestros refugios, seguridades y bestias indómitas.
El amor entre Laureana, Amador y Leonora –Alicia González, Iván Mondragón y María Peréz Castellá, respectivamente– es ese pretexto equivocista y equivalente, jamás poligámico o discordante, para que vayamos un poquito a nuestro interior; para que revaloremos nuestras expectativas amorosas e intelectuales. Para que veamos con franqueza a lo que creemos ser-futuro, critiquemos eso que sabe a dolor y repensemos eso que huele sólo a dos.
Especialmente (y volviendo a los muros que se soñaron en esta historia), para que reconsideremos esos adentros y afueras que nos atraviesan al amar, al pensar que seremos uno con lo(s) otro(s).