Las obras de Tracey Emin podrían definirse mediante una frase que la misma artista escribió en su autobiografía, “Strangeland” (2016): “Para mí, el arte es como un amante cuyo amor en sí nunca ha bastado”.
Tracey Emin es una provocadora del arte, la vida misma la ha provocado con instantes duros y complicados de sobrellevar. A lo largo de sus días han desfilado lágrimas, pérdidas, la sombra de la muerte y vicios de todo tipo. Sin ser una rockstar, ha vivido como tal desde temprana edad.
Una cama sin tender, llena de fluidos corporales y botellas de alcohol desperdigadas alrededor le dio la fama mundial. En una etapa en la que vivió una relación amorosa fallida, Emin se sumió en una severa depresión que la llevo a vivir días de completa autodestrucción en la intimidad de su habitación y la (in)comodidad de su cama. Por ella desfilaron varios amantes, se vivieron noches de borracheras épicas, se acumularon condones usados y demás basura.
Una obra tan polémica como lo fue en su tiempo “La fuente”, de Marcel Duchamp.
En uno de esos días, Tracey volvía tambaleándose de la cocina a su habitación y al ver su cama le horrorizó el estado tan miserable que mostraba. Sin embargo, minutos después le pareció que aquella escena representaba fielmente lo que pasaba en su interior: era un autorretrato vívido de la desmoralización y pena que embargaba su alma y decidió convertir la cama en una obra de arte.
La pieza recibió el nombre “My Bed” y formó parte del concurso de arte Turner Prize, en 1999. La cama deshecha, el diario más íntimo de sus dueña, fue una de las obras finalistas y, pese a no haber ganado, llamó la atención de críticos y púbico asistente. Actualmente es considerada una de las obras más sobresalientes del arte contemporáneo y ayudó a que su creadora fuera catalogada como una de las representantes más sobresalientes de los Young British Artists, grupo conformado por artistas como Damien Hirst, Mark Ofili, Sarah Lucas, Marcus Harvey, los hermanos Chapman.
Tracey Emin
Nacida en Surrey en 1963, Emin fue abusada en la adolescencia. Su vida no fue nada fácil, pues además, la artista padeció anorexia, alcoholismo, vivió sumida en la pobreza y recurrió a varios abortos. Su vida y obra artística están íntimamente relacionadas, no se pueden entender una sin la otra.
Para ella, la vida y el arte tienen que explorarse para encontrar inspiración; realizó un viaje a Egipto para contemplar uno de sus sitios favoritos: el Valle de los Reyes. Además fue a Oslo, para ver su obra favorita, “El grito”, de Edvard Munch, y también exploró las cataratas del Niágara en una etapa complicada y depresiva de su vida.
Tracey Emin
La artista ha encontrado en la creación artística un medio para expulsar los demonios que la han hecho sufrir a lo largo de su vida: “Soy una alcohólica, neurótica, psicótica, quejica. Una perdedora obsesionada conmigo misma, pero soy una artista”, cuenta en otras líneas de “Strangeland”. Sin su arte es muy probable que todos aquellos excesos, humillaciones y caídas de la juventud se hubieran traducido en una avalancha de miseria.
La gran mayoría de su quehacer está enfocado en explorarse a sí misma y dar a conocer una parte de su alma a los espectadores de manera muy clara: un gran ejemplo es la obra “Everyone I Have Ever Slept With 1963-95”. Aquí representa una casa de campaña tapizada con los nombres de las personas con las que alguna vez durmió (amantes, familiares, amigos). Esta lista de nombres es una especie de homenaje a las personas con las que ha compartido momentos íntimos y que han representado una parte importante en su existencia. Un recuento de aquellas almas con las que se conectó de maneras diferentes y forjaron a la artista de hoy.
Obras de Tracey Emin
Una gran crudeza yace en lo profundo de sus obras, una necesidad imperante de gritar su rabia, de manera que estos sentimientos se conviertan en un escape de paz y tranquilidad. En cada pieza hay una confesión desnuda y verdadera de lo que Tracey Emin ha sido, es y será: una mujer sin barreras para plasmar lo que hierve en su corazón.
Basta con observar el gesto de Tracey, hosco y desafiante, para saber que ella es una mujer de principios claros que no la ha pasado nada bien. Sin embargo, al tomar un pincel y dejar volar la imaginación hacia terrenos artísticos, un bálsamo refrescante y acogedor la regresa a la suavidad de una cama tendida y limpia. Una cama que está lejos de los demonios que acosan en la oscuridad…
Tracey Emin
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Tracey Emin ha encontrado en la pena, el dolor y un pasado tormentoso la materia prima para su creación artística. Ella pertenece a una estirpe de conmovedoras historias en las que el dolor inspiró al arte.
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Conoce más sobre ella a través de este documental:
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Fuentes:
El País
Alejandra de Argos