¿Existe realmente un sentido y una utilidad del arte?, ¿cuál es la respuesta ante el vendedor de aire?, y ¿si lo que se vende es felicidad?
Ya a finales de los años cincuenta se encuentran planteamientos artísticos, de la mano del arte conceptual, que obligaban a afirmar la presencia de lo inmaterial como algo que tenía mucho que contar. Ejemplos válidos podrían ser: la venta de “Espacios de sensibilidad artística” (1958) Yves Klein, o la aportación de Robert Barry para la exposición colectiva Prospect 69, en la que la muestra en activo permanecía cerrada bajo aviso notificado en las puertas. Así como otro de sus trabajos “Telepatic piece” (1969), en el que Barry trata de desligarse de los convencionalismo exclamando: “Durante la muestra trataré de comunicar telepáticamente una obra de arte cuya naturaleza consiste en una serie de ideas no aplicables a la lengua o a la imagen”.
La instantaneidad de un mundo perfecto: The Pills, Dana Wyse
La obra de Dana Wyse, a través de Jesús tenía una hermana producciones, nace, en 1996, permaneciendo en activo en la actualidad. The Pills son píldoras que abaten cualquier mal de forma instantánea, de este modo se puede adivinar cuanto ofrece la puesta en escena de lo inmaterial.
Obras como la de Dana se desligan de muchas cuestiones antiguas, más allá de la falta de respeto de no considerar ciertas expresiones artísticas, o concluir en qué segmento a de ir el artista, se ha de suponer que, en este caso, la oferta planteada es “seamos nosotros el único fin de los fines”. Un inagotable trabajo de la observación del humano en su extraño paso por la Tierra. De este trabajo surge un amplio tratado temático: género, raza, sexualidad, política, identidad, existencialismo; secciones de una lista interminable.
Las envestidas del sufrimiento psicológico
The Pills nace como idea nuclear de un impulso de afectación, desde la intimidad como recurso se habla inevitablemente de identidad, pero no se trata de ese “cuerpo descompuesto”, embutido en “el estadio del espejo” de Jaques Lacan (1964). Podría aplicarse que en esta expresión estética, el cuerpo descompuesto reniega de verse en pedazos y actúa bajo la facción por la cual no existe ninguna imagen augurante y amplificada de uno mismo, sino más bien, un condicionamiento, así como un alto movimiento en post de esa afectación. Se trata de resarcirse ante los punzamientos. Buscar más que debates inaugurales sobre tu persona, soluciones instantáneas, un salvavidas de las imágenes propias que se generan.
Desde el lenguaje de la intimidad se crea la conexión obra-público; José Luis Pardo (1996) aplica pinceladas al concepto como un campo de intervención social, Pardo habla de la “fílosofía de la adjetividad” que toma sus fuentes del estupor del subjetivismo, no tratando con ello de hacer módulos objetivos, ya que sólo se habla de “seres humanos, de hombres”. La acción es hacerse cargo de la verdad de uno mismo, eso es “intimidad”. La intimidad ha superado las líneas de contención expresiva, como si la vida ocurriera sin que el lenguaje lo impidiera. Ante esa sensación de evidencia, de encontrarse en un espacio no protegido, se fuerza al lector a ejercitar una respuesta desde la que queda automáticamente implicado. Este efecto se ve amplificado en la experiencia estética que Dana Wyse ofrece.
¿Qué ocurre cuando el diálogo íntimo ataca?
Dana Wyse es una escritora y artista canadiense afincada en París, quien ha elaborado todo un plan sistemático para revolucionar no sólo el mecanismo expositivo del arte, sino la relación directa de la obra y el público dentro del coqueteo con el mercado y el juego de galerías, realizando guiños explícitos en su valor como producto y sus implicaciones.
Su anclaje histórico se encuentra en la estética de representación; del Ready-made y el Pop art recoge el uso de la imagen asumida y el elemento cotidiano, dando un paso más, pues es el mismo elemento el que interpela algo que curiosamente aplica la obligación de asumir el concepto explícito en cada píldora, chicle o sprite: “Are you gay?”, “Because don´t well all have something we´d like to forget ?”. Su resolución es la aportación de “felicidad” cuando el conflicto, a través de su consumo, desaparece de forma instantánea, creando, si cabe, un mundo perfecto.
La estética participa de una intención crítica a través del formato contra-publicitario, ya que, como la artista indica, la obra es otro producto no necesario para la sociedad de consumo.
La elección de las imágenes publicitarias de los años 50 y 60 son la base de la estrategia psicológica por la cual se traspasa al público ese artificio de la felicidad o libertad, en segunda estancia, porque a su vez representan dos quimeras ideológicas de dichos conceptos.
Dana Wyse añade:
<<Las imágenes usadas son anteriores a 1968, justo cuando el mundo perfecto de nuestros abuelos comenzó a desmoronarse. Las personas en estas imágenes parecen proceder del espacio exterior. Las mujeres aman a su nuevo horno o refrigerador, los hombres aman a su nueva botella de whisky o corta-césped. Comen en la mesa sonriente utópicamente sin video-juegos o teléfonos móviles. No hay negros o musulmanes con bombas. No hay gays o jóvenes-con problemas de género. La vida es una gran heterosexual de ficción con piel blanca, ¡y me resulta tan violenta!>>
Por tanto, la reacción cómico-crítica surge ante la incoherencia de datos en conexión; imagen y mensaje no sólo no comparten ideología y contexto histórico, sino que existen energías contrarías de uso, una estática (imagen) y una revolucionaria (texto).
¿Cómo consigue The Pills revolucionar el tejido expositivo, la valía del concepto de arte y la de causalidad del objeto?
El soporte es el formato usual de una caja de pastillas, chicles o sprite bucales. Algo cotidiano, portable y accesible económicamente, su precio oscila entre 1,30 a 8,00 euros. La cantidad determina la intención del artista, la cual considera que la belleza del efecto artístico es una cuestión algo peliaguda. “Es como poner precio a mirar las nubes”, el precio en este caso da lugar a apreciar todo esa arquitectura psicológica y creativa que se extiende en la obra.
Sin olvidar la vía tradicional museo-galería, Dana ha encontrado un nuevo medio. Un stand comercial en un museo, librería o tienda de souvenir permite contar con una exposición permanente, algo que muchos artistas desearían. Incluso resulta muy interesante los intermediarios que utiliza para publicitar y vender su obra, librándose ella misma de hacerlo, eligiendo a strippers que elevan esta puesta en escena a la categoría de performance.
Si se pregunta a la artista, el mismo valor contiene si se consume como artículo de broma o en manos del más reconocido coleccionista, ya que, a fin de cuentas, la elección de la audiencia determina el éxito de la asunción del concepto, así como su puesto en marcha, sin olvidar que la elección, también, permite conocer el perfil del receptor.
Según la artista: “compras lo que eres”.
Por otro lado, embalsamando esta clave desde la autonomía modal- estado de independencia activa de la obra contemporánea, según J. Claramonte, se observa un crecimiento biológico, matiz de su gen antropomórfico. Comprendiendo esta como un “mapa de recuerdos o diario público”, ya que las fuentes son tanto personales como externas.
Un buen exorcismo para la vida diaria en pequeñas dimensiones de 7,5 x 12,5 cm.