El siglo XX se vio marcado por diversos acontecimientos, pero si uno definió la vida diaria fue la liberación femenina. No sólo se ve reflejada en el uso de la ropa diaria o “el permiso” a tener empleos pesados, sino en la forma en que la mujer se involucra en la sociedad dándole una nueva perspectiva que va mucho más allá de una visión femenina pintada de rosa. Las mujeres que se han encargado de liberar al mundo de una visión machista lo han hecho desde el arte, la protesta y la inconformidad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los hombres dejaron a sus familias con el afán de luchar por su país. Más obligados que por vocación, pelearon y gritaron por ellos y su dignidad, pero nadie recordaba que en casa se habían quedado madres, esposas e hijas desamparadas que no podrían levantar un hogar solas, o eso se pensaba. La mayoría de los hombres asentados en las bases militares se preocupaban, pero no podían externarlo o de lo contrario serían el blanco de burlas y humillaciones.
Sin embargo, las mujeres que se habían quedado en casa no se mantendrían con los brazos cruzados, no esperarían a que un hombre las salvara desde lejos. Alguien debía llevar un pan a la mesa y alguien tenía que sacar adelante a su familia. Así que cambiaron las faldas por overoles, se recogieron el cabello y se liberaron de la cocina para tomar por “asalto” las fábricas, oficinas y otros sitios que para entonces eran únicamente territorios masculinos. Ellas lucharon tan fuerte como los caballeros en la guerra, la diferencia es que lo hicieron para que sus pequeños tuvieran qué comer.
Así, se convirtieron en estandarte de la economía durante la guerra hasta que ésta concluyó y trajo de regreso a los hombres, quienes se sorprendieron al ver a sus mujeres componiendo grandes motores, reparando naves y cuidando a sus hijos; básicamente las vieron rompiendo reglas. No obstante, poco a poco volvieron al inicio, nuevamente fueron puestas bajo el sometimiento machista. Regresaron al hogar y las labores que ya habían conseguido fueron en parte demeritadas por sus mismos compañeros.
Así, luego de 70 años y muchos intentos por enaltecer de nuevo la figura femenina, Charline Von Heyl hace del feminismo actual algo artístico y lo vuelve a poner en boga o intenta al menos llevarlo a la vanguardia y a la conciencia de las personas. Retoma el discurso de las “Sinsombrero”, pertenecientes al G27, para abordar los temas que se han ido quedado en el olvido como la fuerza de la mujer, el poder de las decisiones y por supuesto, la figura de las artistas como tal. Para Von Heyl haber pertenecido a aquel círculo de artistas o a cualquier otro que haga de las mujeres un estandarte, es de suma importancia para hacerse a escuchar y para comunicar todo lo que se tenga que decir.
Con toda una herencia feminista detrás de ella, la pintora alemana es una fiel amante del arte abstracto, por lo que realiza combinaciones de técnicas para crear obras como “Venganza Rosa”, que no es más que su sentir en cuanto a las mujeres. Es decir, en su concepción, el feminismo ha sido visto como un movimiento rosa, lleno de sangre y con cada vez menos adeptos. La pintura acrílica rosada en varias tonalidades resalta sobre el lienzo blanco simulando una flor abierta, justo como la feminidad. Y sobre la flor se distinguen restos de sangre y rasguños emulados con pintura roja que sólo nos hacen recordar cómo ha sido tratada por años la mujer, no sólo la feminista, toda aquella que “cargue” con la cruz de haber nacido niña.
Sin embargo, ella usa el color rosa como un estandarte, se queja con él y protesta haciendo sobresalir a las tonalidades como una metáfora de las mujeres. De hecho, con el color, con “la flor”, la sangre y los trozos de piel ahí puestos, sólo quiere decir que las mujeres no se rinden y ya no pueden permanecer de nueva cuenta en la sombra. Es una respuesta a los feminicidios en el mundo y a la poca importancia que se le sigue dando a las mujeres en pleno siglo XXI.
Por medio de este collage, Von Heyl le dice al mundo que el feminismo no se trata de eliminar a los hombres del planeta o de hacerlos sentir acorralados por los prejuicios, sino de decirle a cada mujer y hombre que presencie su obra que ninguna voz debe ser callada ni censurada, por el contrario, se trata de darle un espacio en el que se pueda expresar y si tiene que ser a costa de rebelión, así será. En otras obras realiza lo mismo. Enaltece valores humanos y sentimientos reprimidos para llevarlos a una fusión de texturas, formas y colores que le dan aún más fuerza a la obra.
El excedente de pinceladas color rosa, los guiños de “sangre”, los pétalos abiertos y los trozos de piel encima, sólo pueden decir que es un cuadro fuerte, agresivo y con la suficiente potencia para hacernos repensar el feminismo.
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Detrás del feminismo se esconde una historia de resistencia que muchas mujeres han seguido hasta la fecha, como las ilustradoras que ven el mundo de manera distinta y que seguramente te contagiarán su buen humor.
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Referencias
Petzel
The Arts Atack