En 2006 recibí el apoyo del IMCINE para reescribir y concluir el tratamiento definitivo de mi guión: Apóstol de la democracia, era mi tercer taller y, por primera vez, lo impartía una dramaturga: la escritora Ximena Escalante. El taller fue intenso y profundamente dramático, muy diferente a los anteriores. Y aunque el guión nunca se filmó, la naturaleza del tratamiento y sus criterios impulsaron la historia hacia un desarrollo escénico que concluyó felizmente con la edición, lectura y puesta en escena. Aquello hubiese sido imposible sin sus enseñanzas.
Nueve años después la encuentro en el Café de Carlo, en la calle de Orizaba. La había buscado previamente para una entrevista, como su antiguo alumno y colaborador teatral en Cultura Colectiva. La había buscado para decirle, sobre todo, que el teatro me había salvado y esa era la razón por la que la había buscado. El tiempo no había pasado cuando nos encontramos, como suele suceder siempre que uno regresa al teatro.
Le pregunto sobre su inicio y me dice que el origen de todo es su familia. Su abuelo era Álvaro Custodio, director teatral y dramaturgo que trabajó con Federico García Lorca.
—Estuvo en su compañía y se fue de gira con él. De hecho, la compañía de Lorca se presentó en la casa de mi abuelo. Mi abuelo de niño veía desde el comedor de su casa las obras de teatro y así es como lo conoció. Formó parte de La Barraca, su compañía teatral, alejándose de éste por diferencias estéticas.
—Y entonces comienza la guerra civil en la que él tuvo una participación importante, se fue exiliado a República Dominicana, luego a Cuba y, finalmente, se traslada a México. Aquí funda la compañía de Teatro Clásico de México, y en esa compañía se preguntó cómo podía hacer teatro. Consiguió que sus amigos españoles exiliados, que ya tenían dinero, apoyaran su proyecto de formar un patronato. A partir de esto formó su compañía e hizo un repertorio de teatro clásico, montó las grandes obras del Siglo de Oro, a Shakespeare e incluso teatro contemporáneo. También escribió dramaturgia. Su primer trabajo en México fue ser crítico de cine, y al mismo tiempo era director de escena, dramaturgo, y su compañía duró más de treinta años. A la muerte de Franco, regresó a España y se fue a vivir a El Escorial, donde había un teatro y ahí también tuvo una compañía; murió trabajando en el teatro. Toda una vida dedicada al arte escénica y al cine. -Me dice, con un brillo de historia en sus ojos, que la vida de su abuelo fue tratada como tesis doctoral por un dramaturgo español.
—Acaba de salir el libro sobre la vida de mi abuelo y yo acabo de leer su vida.
Al preguntarle sobre su legado, reconoce una transmisión implícita, más que explícita, de sus enseñanzas.
—Y eso es lo que estoy escribiendo ahora, un proyecto para mí muy grande. Son décadas, toda la historia de una familia teatral. Ese es el mundo en el que crecí. Escuchando a Lope, Cervantes y Calderón. Así crecí. Para mí eso era la vida. Empecé a actuar desde muy pequeña. -Sin embargo, la actuación no fue aquello que dirigió su vida. No fue la vida en el escenario sino el proceso de creación del texto dramático.
—Yo escribía desde muy chica pero no me daba cuenta que lo hacía, escribir era algo muy normal, y fue hasta los dieciséis que empecé a tener conciencia de lo que era escribir. Fue cuando entré al taller de Hugo Argüelles. Ahí comencé a escribir mis primeras obras, y la primera se montó cuando tenía diecisiete años. Las viudas, mi primera experiencia y sensación de lo que puede pasar con un texto dramático. Ver a las actrices, al director y la experiencia de cinco viudas que se ponen a tomar el té. Estaba muy influenciada por el teatro del absurdo, Beckett, y ya había ahí un germen. Luego estudié Dirección de Escena con Ludwik Margules y después me fui a Madrid a estudiar la carrera de Escritura y Ciencias Teatrales en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. El teatro siempre ha estado presente en mi vida, no me veo fuera del teatro y cada vez lo veo como algo más íntimo. No comparto la horas de mi vida en el mundo escénico, como los ensayos, pues la escena que yo vivo es en mi estudio, escribiendo. Escribo también cine, televisión y periodismo. Mi trabajo es estar ficcionando, yo vivo en la ficción permanente, con mis propias historias y con las historias que hacen otros. Asesoro a algunas productoras y doy clases de guionismo y dramaturgia. Un constante habitar en la ficción dramática, es lo que realmente me fascina, su mundo intrínseco. La escritura, el desarrollo de una historia, el drama humano, la esencia humana, la estructura del relato.
Hay una primera obra que no es la primera obra, la primera obra sin serlo en términos de una línea cronológica. Esa obra es, para Ximena, Fedra y otras griegas.
—Esa es una obra que escribí como el inicio de una voz madura. Tenía treinta años y fue montada por la Compañía Nacional de Teatro. Fue la obra que me posicionó como dramaturga y fue vertiginoso. Lleva quince años representándose ininterrumpidamente en diversas partes del mundo, ha sido una obra muy querida. Me interesan mucho los mitos, contar las historias que conocemos de la mitología desde un punto de vista que no ha sido contado. En la historia de Fedra es muy interesante la fascinación que ha creado en distintos ciclos de la literatura, y las aproximaciones que han tenido todos los autores, es un vívido ejemplo del sentir que tiene la sociedad sobre el amor. Fedra representa la manera en que el amor se vive y se siente en un tiempo determinado de la historia. Así lo he leído yo. Después de leer todas las Fedra me di cuenta que nadie habló de eso, y es lo que yo cuento. Desde que Fedra es niña tiene ya este impulso erótico y pasional. La obra termina con la Fedra que todos conocen y que para mí es la menos interesante, pero el cuerpo entero de la obra es toda su infancia y adolescencia. Un periodo que no ha sido tomado en cuenta.
— ¿Cuál es el conflicto humano que más exploras?
—Tuve una época que me interesó mucho el sexo y el erotismo, el conflicto del deseo. Después hubo otra época en la que me interesó la creatividad, el proceso creativo y la autenticidad y originalidad del autor. ¿Dónde está la memoria y la capacidad inventiva e imaginativa? ¿Hasta qué punto escribir es recordar o hasta qué punto recuerdas o haces uso de tu memoria para poder crear? También tengo obras sobre el amor, la relación amorosa. Un ciclo de relaciones y amantes. La fantasía que tienes del otro, e.g., la fantasía que tiene la esposa del amante y la amante de la esposa. La complejidad e implicaciones dramáticas de querer a una misma persona.
Le pregunto sobre su obra más personal y de inmediato me contesta que todas.
—Yo creo que soy una autora muy desnuda, en todas hay una exposición implacable e inclemente. La ficción dramática es una escritura emocional, escribir una obra de teatro es perseguir el mundo interior y el mundo emocional de los personajes, perseguirlo intensa y profundamente. Y eso requiere un ejercicio, un trabajo, una técnica y un esfuerzo constante, pero también mucho estudio de la vida. Yo creo que un dramaturgo debe desarrollar una mirada dramática y que esa mirada debe penetrar la vida, como se escribe hay que ver la vida, y como persigues la vida interior de tus personajes en el fondo de sus contradicciones -porque en el fondo lo único que hay son contradicciones- lo mismo con la vida.
Cómo penetrar la realidad y sus situaciones, eso me importa mucho: la mirada dramática, y es muy extraño porque la realidad se te abre y se te cierra de repente, es como si la realidad supiera que tú la estás observando y de pronto se te cierra y te dice hasta aquí llegas, y de repente un día dice “Bueno, otra vez, entra”, y se te vuelve a abrir. Esta relación dialéctica con la vida tiene que estar relacionada con la facultad de crear. Yo he tenido periodos en general muy creativos, pero también he tenido periodos de bloqueo creativo terrible, y de crisis, de no entender la vida, y está relacionado. Se cierran las puertas de la realidad y se cierra la facultad creativa, y la mirada dramática se cae. He vivido en el desierto creativo, y ha sido desolador, pero creo profundamente en los artistas que lo atraviesan, y tengo poca fe en los artistas que no lo han vivido. A mí me parece que es importante, en la vida de un creador, perderse y preguntarse ¿Y ahora qué? Porque el proceso creativo es, justamente, un estudio de ello, un estudio de esas fuerzas latentes, conflictivas y contradictorias que, no obstante, clarifican. En eso consiste la vida de un personaje. Entonces estar ahí, en esa lucha, me ha permitido leer medianamente quién soy, qué es la vida y qué es la ficción dramática, y eso es lo que me interesa. Entender los velos de la realidad.
Gracias, maestra.
* * *
Ximena Escalante impartirá el taller Dramaturgia en escena en Teatro La Capilla. Sábados del 22 de agosto al 12 de diciembre, de 12:00 a 14:00.