Cincuenta años de distancia son los que separan a dos historias con algo en común. En una de ellas —la más antigua— una niña llamada Rose (Millicent Simmonds) se encuentra en una encrucijada a su corta edad. Entre las exigencias y carencias familiares, su lugar en el mundo parece estar perdido en la vasta y ocupada sociedad de la década de los 20, por lo que su mayor anhelo es encontrar ese rincón especial donde crecer. Por otro lado está Ben (Oakes Fegley), un pequeño en plena etapa de preguntar por todo lo que sus ojos perciben y especialmente por saber qué pasó con su papá y por qué no está con él. A falta de respuestas de su madre y tras haber sufrido un accidente, el infante no se queda de brazos cruzados y trata de averiguar lo sucedido. En esa búsqueda sortea varios obstáculos y riesgos hasta dar con su verdadero y revelador origen. La premisa de Wonderstruck: el museo de las maravillas (Todd Haynes, 2017) abona el camino para una trama que mezcla drama, misterio e historias familiares.
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En Wonderstruck: el museo de las maravillas, el cambio de colores en el encuadre para diferenciar las épocas le dan vida propia a cada una de las historias, sin olvidar dotarlas de especial nostalgia acorde a lo que están pasando los protagonistas. Es esta esencia la que permite la total inmersión del espectador en lo retratado y no deja lugar para las dudas sobre quién está viviendo qué cosa.
En medio de hogares, recintos de entretenimiento, oficinas y calles, los 20 y los 50 sirven como la principal excusa para comparar, en un relativo corto plazo de tiempo, el avance social en todos sentidos. Un simple guiño, como el cambio de apariencia en las paredes de un museo, la vestimenta de los asistentes y la decoración de varios lugares logran dejar al público complacido por el excelente trabajo en el departamento de diseño de arte.
De la mano de Rose y Ben, la narrativa pretende ser un misterio que se va resolviendo conforme avanza la historia. No obstante, esta misma razón impide la rápida conexión con la trama, lo que genera un poco de aburrimiento por no saber hacia dónde conduce el camino de la cinta. Sin embargo, la falta de diálogos y la alta cantidad de escenas con señas y gesticulaciones sumergen al público en un mundo prácticamente silente, ideal para entender mejor lo que sucede, seguramente alguna referencia a películas mudas que puedes disfrutar en YouTube.
La sorpresa viene al final, cuando el espectador descubre la relación entre estos dos personajes principales, en medio de una pequeña ciudad a escala que por sí sola es imponente. La carga de información es confusa en algunos instantes, por lo que podría tardar varios minutos hilar los cabos sueltos por completo. Pero cuando todo comienza a esclarecerse, no concluye de forma sorprendente o en un clímax como podría esperarse.
Wonderstruck es un bello retrato que contrapone dos décadas distintas, a un par de niños y una sociedad aparentemente diferente, pero siempre distraída en medio de las actividades rutinarias. La historia se aventura en mar abierto y cuando toca tierra firme pareciera no tener la fuerza suficiente para ser espectacular. Visualmente destacable pero un poco truculenta.
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