Si algo distingue la vida de Amy Winehouse de la de otras personas, es que se puede contar desde diferentes perspectivas. La primera de ellas, la “oficial” es esa que permanece convenientemente oculta en las revistas y en una serie de fotografías de paparazzis que lo único que buscaban era ganar un poco de dinero con la depresión y las dificultades de una joven despistada y atormentada por la fama. De modo que siempre que la gente piensa en Amy, a su mente siempre vuelven las mismas estampas de decadencia y oscuridad de una mujer consumida por su propio éxito.
Por otro lado, en un sitio mucho más íntimo y sincero están esas historias que aguardan pacientes en sus fotografías personales, aquellas que nunca tuvieron más intención que la de plasmar la sinceridad y la fuerza de esa mirada enmarcada en un delineador negro que marcaba un cat eye [casi] perfecto, mismo que gracias a los tiempos difíciles fue rodando lentamente por sus mejillas.
Sus amigos más cercanos, entre ellos el fotógrafo Blake Wood, aseguran que, sobre sus hombros –que al principio parecían fuertes– descansaba una pesada carga que poco a poco fue haciendo a Amy ceder ante la presión mediática. En el 2008, justo cuando esta cruz comenzaba a convertirse en adicciones al alcohol y la heroína, Winehouse decidió tomarse un tiempo para calmar todas las tormentas que existían en su interior. Así que tomó sus cosas y a “Good Blake” —apodo con el que diferenciaba al fotógrafo de su marido— como acompañante y se dirigió a lugares como Camden, París y Santa Lucía.
Amy Winehouse, una cantante que no sólo trajo de vuelta el jazz, sino que lo volvió a poner de moda; muy al estilo de Nina Simone, decidió tomarse ese break para entender a un mundo que la había lanzado a la marginalidad al mismo tiempo que parecía amarle con locura y Blake Wood estuvo ahí para asegurarse de que ese esfuerzo por superar la marginalidad no fuese olvidado.
Hasta ahora, las fotografías tomadas por Blake Wood habían permanecido ocultas del morbo de quienes sólo las buscaban para sacarles provecho y venderlas quizá como las imágenes de una mujer decadente entregándose a la locura. Sin embargo, para el autor, éstas imágenes merecían más que eso por el simple hecho de ser las únicas tomas sinceras que durante mucho tiempo tuvo de su amiga.
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Siete años después de su muerte, Blake Wood ha decidido publicar más de 150 fotografías sobre los años de sobriedad de Amy Winehouse en un libro con el que espera mostrar la verdadera cara de Amy. Así que pronto tendremos más imágenes de la artista feliz y cálida que cambió la historia de la música, y nos olvidaremos de aquella imagen podrida que crearon los medios.
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