“No quiero pertenecer a un grupo que acepte como miembro a una persona como yo”.
-Woody Allen, atribuída a Groucho Marx.
Quizá una de las cosas que más afectan a las personas genuinamente inteligentes es aceptar que lo son. Una especie de modestia sale a relucir ya que buscan adquirir más conocimiento constantemente y se rehusan a aceptar el término. Sin embargo, existen ciertas ocasiones en las que se jactan de su condición, especialmente cuando están rodeados de personas que claramente, a su percepción, no son de su tipo.
Crece además una frustración al notar que ciertas personas dentro de su ignorancia parecen disfrutarla. Si damos un tour por la ciudad y observamos a los individuos que tiran basura en la calle, los vidrios del metro rayados por bestias, las conversaciones entre mecánicos sobre si la primera dama está “buena”, a los acosadores, y a los filisteos en general, podemos incluso deprimirnos y generar un odio especial para aquellos que parecen no tener la consciencia o astucia inteligente para optar por una vida más “responsable”.
Pero necesitamos coexistir con personas que no nos agradan para comprender el aspecto entero de la humanidad con sus cualidades y defectos, además de tener una percepción más amplia de cómo funciona la sociedad. A veces es necesario alejarse de nuestros grupos y conocer algo más, incluso si nos revienta las entrañas de forma metafórica. Afortunadamente aquellos individuos astutos tienen la habilidad de lidiar con las personas que no les agradan (o los ignorantes) para no parecer un absoluto imbécil. Aquí unos ejemplos.
_
Aceptan que no todos son iguales
Si es una persona inteligente, lo primero que debe hacer es aceptar la diversidad humana. Podríamos sentirnos frustrados de que no son suficientemente pensantes, pero debe existir ese equilibrio para que el mundo funcione como lo hace. Asimismo debe existir conocimiento de que a pesar de que no tenga los mismos recursos intelectuales, probablemente tenga otras habilidades, o temas de conversación más “ligeros”.
_
Soportan razonablemente a los indeseables
Aunque por supuesto existe un momento en el que toda tolerancia desaparece, por más que nos frustre la actitud o las palabras de alguien que miramos de lejos, no podemos simplemente detenerlo o juzgarlo. Cada quien tiene la libertad de hacer lo que quiera, y aunque aquello que realice sea algo que consideremos “bobo” o “inmaduro”, no hay inteligencia en prestarle más importancia que a nuestros propios asuntos. Cuando lo indeseable cruce la línea entre el respeto por los demás es cuando inmediatamente debe existir una distancia.
_
Ponen en línea sus expectativas
Muchas veces cuando conocemos a un grupo nuevo de personas esperamos que sean parecidos a nosotros para encajar de forma apropiada, pero eso está mal. Ponemos nuestras expectativas muy altas para las personas y cuando encontramos a seres que son intelectualmente inferiores, es obvio que el disgusto se hace mayor. Es un pensamiento algo egoísta que suele afectar las relaciones interpersonales de distintas formas. Es mejor no esperar nada de nadie y dejar que sus habilidades o conocimientos, por más simples que sean, nos sorprendan.
_
Son pacientes
Más que desesperarse inmediatamente y apartarse, las personas inteligentes suelen ser lo suficientemente razonables para tenerle paciencia a alguien que de verdad no le agrada. Puede ser por su actitud boba o su falta de conocimiento, pero si algo puede hacer el astuto por su cuenta, es ayudar o intentar informarle de su perspectiva del mundo y atraerlo a expandir su mente en lugar de mantenerse en su mundo cerrado que suele ser de fantasía. Señalar realidades y comentarlas con alguien que no piensa igual puede ser benéfico para ambos.
_
Se expresan y permiten la comunicación
Si hay algo que ayude a que dos personas diferentes se entiendan y encuentren un punto medio, en definitiva es la conversación. Abrirse con la otra persona, así sea inteligente o no, nos permite expresar nuestra opinión de manera justa y recibir retroalimentación directamente. Al abrir los canales, existe la posibilidad de conocer a la otra persona y quizá entender por qué es de esa forma y en el mejor de los casos se tendrá una influencia tan fuerte que comenzará a alejarse de un círculo ignorante y se acercará al mundo intelectual que, aunque doloroso, es absolutamente bello.
Ser inteligente puede ser una maldición. Mejor que nadie nos encontramos conscientes de todo lo que va mal a nuestro alrededor y de las consecuencias de nuestros actos por más pequeños que sean. Quizá por eso existe un desprecio a los ignorantes, ya que parecen felices en su estupidez. Pero así como ellos pueden aprender de nosotros, el camino puede ir por ambos lados y probablemente podremos descubrir que no siempre tenemos que pensar en nuestros problemas y que a veces, ser estúpido no está tan mal.