En realidad no sé cómo empezar. Llevaba mucho tiempo queriéndote expresar todo lo que mi corazón siente por ti pero a decir verdad no encontraba la forma de hacerlo, porque ninguna palabra puede definirlo. El amor de los abuelitos es inmenso, increíble y puro. Yo tengo a la mejor abuelita del mundo, sí, como todos ustedes, porque todas las abuelitas son las mejores.
Desde que era una niña te recuerdo arrugadita y chiquita, siempre midiéndonos contigo y sorprendiéndote diciendo ‘¡Mira, ya me pasó!’ esas miradas, esos abrazos, esos chistes e historias llenaban nuestro corazón a medida que íbamos creciendo. Siempre con las puertas abiertas de tu casa, recibiendo a todos sin limitaciones y ofreciéndoles un taco y frijolitos de la olla, porque abuelita así ha sido siempre, da mucho más de lo que incluso se da a ella misma. Siempre te recuerdo así: dulce, hermosa, cariñosa y divertida.
Abuelita, TE AMO, y te lo digo así, con mayúsculas, ahora que aún hay tiempo, porque la vida me ha dado la oportunidad de crecer a tu lado y seguir viéndote sonreír. Soy muy afortunada de tenerte, reír a carcajadas contigo, verte tejer tus gorritos para convencerme de tener bebés, seguido de un ‘Mira, ya te hice varios, ¿cuántos años tienes? ya te tardaste, yo me casé a los 25’.
Admiro cada una de tus vivencias y disfruto mucho escucharlas. Desde niña siendo la menor de tus hermanos, la fortaleza para tu mamá y el apoyo para tus sobrinas. Cómo conociste al abuelo y luchaste en contra de incluso tu familia por quedarte a su lado. Lo lograron, se casaron y juraron amarse hasta que la muerte los separe… y así fue. El abuelo partió luego de muchos años disfrutándose, riéndose y acompañándose, luego de formar una hermosa familia y dándole todo el amor a tus hijos y nietos. Abuelita, eres una guerrera, porque a pesar de tu personalidad dulce has encontrado la fortaleza para salir adelante y superar la ausencia con siempre una sonrisa en el rostro que contagia y seca las lágrimas de los demás. Porque no te has dejado caer, porque haces maravillas en la cocina y a pesar de haber tenido siete hijos, jamás les faltó comida en la mesa.
No tienes idea de lo que significas en mi vida. Un ejemplo, un pilar. Anhelo tanto ser tan solo un poquito de lo que tú has sido para la vida de muchos.
Personalmente, te agradezco cada palabra que hemos compartido, cada vivencia y secreto. Amo cuando nos quedamos solitas y me cuentas de tus amores del pasado, me preguntas si me va bien en el trabajo y me enseñas a preparar arroz. Recuerdo aquella vez que me regalaste tu suéter que tanto me gustaba, tu foto de joven que atesoro y hasta algunos trastes y frijoles cuando me fui a vivir sola. Más que mi abuelita eres mi amiga, mi cómplice y mi segunda mamá. Amo tanto disfrutarte, amo tanto tenerte y amo poder seguir viéndote con el anillo del abuelo.
Dúrame toda la vida, porque no sé qué haría sin ti. Te voy a disfrutar todos los días que nos falten juntas, hasta que a alguna de las dos nos toque partir y esperaremos a la otra para ayudarle ‘a pasar el río’.
«¿Tú sabes nadar? porque dicen que cuando uno muere hay que pasar un río y yo me voy a hundir», me dijiste. «Híjole, no, abuelita, pero si yo me voy antes ahí te espero para ayudarte y si tú llegas primero me esperas para ayudarme ¿va?», cerramos la promesa.
Mi abuelita no nos llena de lujos, mi abuelita nos llena de amor, y a decir verdad, es todo lo que necesito en esta vida: tomar su manita arrugadita, recibir su bendición, darle un abrazo y que me diga que me adora ‘en aceite caliente’.
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