Desde que era niña soñaba con ser mamá. Muchos me han criticado pero de verdad yo deseaba con todo mi corazón poder crear una vida dentro de mi vientre.
Cuando era pequeña mi juego favorito eran los bebés de plástico, esos que arrullaba, les ponía nombre y les daba de comer con una mamilita mágica que se vaciaba al inclinarlo. Es algo que tengo en mi corazón desde siempre y cada vez lo confirmaba más mientras pasaban los años.
Pero no quería ser mamá sin planearlo, debía estar preparada para tener a mi bebé. Un buen trabajo, un hogar y preparar a mi cuerpo para recibirlo, porque amor sabía que nunca le iba a faltar ni de su mamá y por supuesto, de su abuela. Mi mamá también tenía esa ilusión, conforme pasaban los años me preguntaba sobre mis planes. Se ilusionaba cada vez que le decía que sí quería tener un bebé.
Sentí que mi momento había llegado, mi instinto maternal estaba más fuerte que nunca… ¡quería ser mamá! tenía un buen empleo, salario fijo, un departamento que compartía con mi esposo y mucha ilusión de ver llegar un nuevo ser a completar nuestras vidas. Empezamos a buscarlo, costó un poco de trabajo a decir verdad. Mamá no lo sabía y quería guardarlo como una sorpresa para cuando se lograra.
Después de casi un año empecé a sentirme rara, diferente a todos los meses anteriores. ¿Será? compré una prueba de embarazo casera y la hice en secreto, sola, esperando con todo mi corazón que diera positiva y poder darle la sorpresa a mi esposo y papás. Dos líneas, leo el instructivo… ¡ES POSITIVA! me dieron muchos escalofríos y ganas de llorar. Por fin se logró, estaba formando una vida en mi vientre, ¡voy a ser mamá!
Aguanté mi emoción y le preparé una sorpresa a mi esposo para darle la noticia. Fue un momento especial, único, lleno de complicidad y muchísimo amor. Estábamos listos, ansiosos por conocer a nuestro bebito pero también estaba muy emocionada por contarle a mamá.
No pude aguantar mucho, al otro día la visité con el pretexto de que pasaba por ahí. Yo tenía la prueba de embarazo en mi bolsa esperando el momento adecuado para contarle. Nos sentamos en el sillón, platicamos de los últimos días hasta que me preguntó ‘¿y tú cómo estás?’ a lo que le respondí ‘pues, mira’, le enseñé la prueba y contesté ‘FELIZ’. La observó con los ojos muy abiertos, como procesando la noticia, no decía nada, no hacía ni gesto alguno. Me quedé sorprendida, esperando algo, una palabra, una reacción… de pronto veo que se tapa la boca con sus manos y comienza a llorar. ‘¿Voy a ser abuela?’ me preguntó. ‘Ya eres abuela’, le contesté.
No pudo contener las lágrimas, todo era felicidad, un momento lleno de inmenso amor. Saltó hacia mí con los brazos abiertos y me dio un abrazo fuerte, delicioso, un abrazo de mamá, esos que te llenan el alma. Se sentía lo feliz que estábamos en ese gesto donde nos unimos tres corazones.
Me empezó a preguntar cuándo lo supe y si ya había ido al doctor. Le contesté que no y al instante se ofreció a acompañarme. Mamá estaba tan feliz como yo, dispuesta a ayudar en todo lo posible para que su nietx y yo estuviéramos bien.
Definitivamente ha sido un proceso complicado, lleno de cambios físicos y mentales pero con mi mamá todo es mucho más sencillo, ella es la única que me puede entender ahora, la única que ha vivido este proceso y la única que quiero por siempre a mi lado. Mi esposo está haciendo un gran trabajo pero como el apoyo, amor y cariños de mamá, no existe algo igual.
Te amo, mamá, gracias por ser mi soporte, hacerme entender que no me estoy muriendo y estos achaques son normales, por llenarme de amor y paciencia para esta hermosa espera. Me da mucha nostalgia imaginar que así la pasabas conmigo, cuando estaba dentro de ti. Es verdad aquello que dicen que no entenderás a tus papás hasta que seas uno. Ojalá, de verdad, con todo mi corazón deseo que algún día pueda llegar a ser un poco de lo maravillosa que eres tú.
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