El cuerpo no se gobierna. La anatomía que nos apresa no obedece, tampoco se doblega. Como si habláramos de un órgano autónomo y sólo pendiente de su voluntad, la figura humana es un todo que nos resguarda y actúa en pos de sus sensaciones, necesidades y afectos. Cuando tenemos hambre y nos alimentamos, no somos nosotros quienes tomamos la decisión de comer, es él en un impulso de supervivencia; cuando caemos rendidos en cama es su necesidad de descansar la que se manifiesta. Claro, podemos regular o incluso impedir ciertos actos, no es que el cuerpo se mueva terroríficamente por sí solo; sin embargo, hay cosas en las que no decidimos manifiestamente o se llevan a cabo en un episodio inconsciente que escapa de lo medido.
“Desde interacciones casuales y reuniones con amigos hasta encuentros formales, los gestos pueden seguir su propio rumbo sin siquiera percatarnos, arruinando nuestra llegada a la felicidad o al éxito”.
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Así ocurre con la comunicación. Si bien es posible modular las palabras y sus tonalidades o jugar al individuo amable o paciente, el cuerpo se rebela en ocasiones; renuncia a la cordialidad o a la corrección política para dar a conocer más de lo que esperas (o crees). Las señales que arroja tu lenguaje corporal afectan, por supuesto, la manera en que te perciben los demás y, por ende, tu salud emocional o tu satisfacción social sin que te des cuenta. Y más valdría poner atención a ello antes de que te arruines la convivencia o tu entorno sólo porque los mensajes de tu anatomía se escapan.
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Desde interacciones casuales y reuniones con amigos hasta encuentros formales, los gestos pueden seguir su propio rumbo sin siquiera percatarnos, arruinando nuestra llegada a la felicidad o al éxito. Por eso hay que corregir esos gestos que podrían estar errando el cómo nos perciben los demás o el cuándo encontramos la satisfacción.
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Evadir la mirada
Podríamos empezar con una de los más horribles pero usuales equivocaciones, el no sostener contacto visual; esto puede indicar que estás ocultando algo o provocar sentimientos de desconfianza en quien tienes al frente. Con la pareja y el trabajo es crucial ver a los ojos, ya que comunica estabilidad y fuerza.
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Dar un mal apretón de manos
Es decir, saludar de mano y sólo involucrar los dedos. O quizá hacerlo como se debe pero aplicando mucha fuerza. Ni hablar de un brazo flácido y sin carácter. Todo está mal en esas tres variantes, por ello se requiere siempre un apretón firme y sin titubeos.
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Encorvarse
Una mala postura, tanto al caminar como al estar sentado, indica falta de confianza y bajos niveles de energía. Incluso en cuanto a percepción visual, parece que se tiene menor estatura si los hombros se inclinan. Estar en buena posición implica entonces un dominio general del espacio y un pensamiento asertivo.
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Cruzar los brazos
Hacer esto es poner barreras; da la sensación de que no aceptas lo que otros dicen, piensan o hacen. También, dependiendo del contexto, hace pensar que estás a la defensiva. Si quieres que los demás te perciban como alguien interesado o de mente abierta, mantén los brazos a los costados.
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Gesticular exageradamente
Eso no te consigue nada más que falsedad y puro teatro; e inevitablemente te lleva a no conseguir buenas relaciones, excelentes resultados o metas felices en el trabajo y la vida social. La felicidad no llega con los movimientos estruendosos, maquillar lo que dices sólo dirige a problemas de comunicación.
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Actuar con inquietud
Es decir, jugar con tu cabello, mirar el reloj, tamborilear los dedos y otros movimientos constantes. Todo ello evidencia ansiedad y desinterés; de esta forma nadie percibirá en ti más que ganas de hacer otras cosas y esa felicidad que tanto anhelas (en un trabajo, con los amigos o la pareja) cada vez se hará más distante.
Si se pone un poco de atención a estas actitudes y señales que envía el cuerpo como si tomara decisiones por sí solo, no sólo se puede convencer a quienes te acompañan de que eres una persona segura y entregada a lo que estás haciendo, sino que la química del cerebro se puede cambiar con estos detalles tan simples pero complejos a la vez. Modificar esos errores de postura o gesto, según expertos, conlleva una reestructuración de los procesos en la mente y una mayor probabilidad de ser feliz con lo que se obtenga al mostrarles. De acuerdo con lo explicado, por ejemplo, en una TED Talk con Amy Cuddy, sabemos que el papel asimilado en varias situaciones puede influir en lo que de verdad pensamos y obtenemos.
Con base en ello, todo lo que hemos expuesto más arriba y las opiniones que emite Cuddy a raíz de sus investigaciones en la psicología social, la estereotipación y el comportamiento, podemos decir también que la felicidad –así como el poder o la confianza– se pueden alcanzar (sólo mediante el cuerpo) no haciendo las siguientes cosas:
a) Dándole la espalda a los demás; no sólo es cuestión de cortesía, sino de apertura de pensamiento. Relajar tu cuerpo ante las personas dispone a la mente para mejores cosas.
b) Viendo exageradamente a los ojos de tu interlocutor. Puede que hayamos dicho que la mirada fija era necesaria, pero llevarla al extremo puede tornarse incómodo.
c) Torciendo los ojos y frunciendo la boca; esto, efectivamente, se toma como una falta de respeto, así como una expresión bastante infantil.
d) Tener los puños cerrados implica la misma impresión que los brazos cruzados y similares. No se está en disposición de soltar o recibir nuevas cosas.
e) Acercarte demasiado a las personas. Cada quien debe gozar de un espacio propio y no ser invadido.
Por supuesto que la involuntariedad de estos movimientos siempre tratará de sobresalir, que todos contamos con tics nerviosos y tenemos también ciertos rasgos de paciencia o tolerancia; no obstante, cambiar tu posición y planear tu lenguaje corporal ayuda a generar nuevas metas, mejor cercanía con la felicidad, el humor, el éxito y credibilidad. En este proceso, te será de mucha utilidad saber esas señales que indican que no le caes bien a las personas y también las ventajas de descifrar el lenguaje corporal.