Todo comienza como un cuento de hadas, una historia maravillosa que pinta para desenlaces propios del Happily ever after. Te sientes como una total Julia Roberts en “Pretty Woman”, excepto por la prostitución, claro; aunque tú puedes hacer lo que quieras, no te limites. Pero volviendo al tema que nos atañe, nos referimos a ese momento cuando inesperadamente alguien llega a tu vida, te hace ver un nuevo horizonte de posibilidades, un futuro prometedor, una solución para tu afecto y una compañía capaz de transformar tus horas más desesperadas. Lo apuestas todo; si algo te han enseñado “How I Met Your Mother” y cursilerías como “Maid in Manhattan” es que siempre hay un salvador –o salvadora– que te llevará de la mano a un castillo de dicha, satisfacción y amor puro. Pero, ¿quién sabe de verdad que ése es el orden natural del último capítulo en tu romance?
Pensemos en Bridget Jones. Ni Daniel Cleaver le dio lo que ella esperaba (o necesitaba), ni Mark Darcy le duró toda la vida; por lo menos no en el libro. ¿Dónde está el amante mesiánico en esto? ¿Cómo se entiende entonces que ella se haya convertido en una increíble cougar que sólo la está pasando bien? La respuesta está más cerca de lo que imaginas y es que el amor no siempre es fantástico, no es indisociable de las relaciones de pareja y nunca es lineal o libre de percances. Quizá sea una verdad obvia a la vez que dolorosa, pero así son las cosas. A veces te toca vivir un romance literario, otras una turbulenta pasión y en algunas ocasiones quedarte sin tu media naranja a pesar de cualquier esfuerzo.
En esos últimos casos, cuando no sabes hacia dónde dirigirte o qué caminos tomará tu destino amoroso, también existe la posibilidad de estar esperando algo que tiene altas probabilidades de no suceder. Insistir en una jugada que de hecho no se puede realizar. Es decir, cuando te involucras en la indeterminación de un vínculo que no te deja en la soledad, pero tampoco cumple tus expectativas o se consolida como un lazo inquebrantable. Cada quien juzga y decide los términos en un noviazgo, pero justo en estas aperturas o intersticios de la relación formal existen riesgos que debemos considerar. Se suele caer tanto en la enajenación, que el daño es casi imperceptible; por ejemplo, en muchas ocasiones se vive tan eufóricamente el sueño de estar junto a alguien que creemos que las palabras salen sobrando. Confundiéndonos aún más en cuanto a los términos de la situación, por supuesto.
En dicha incertidumbre, que rara vez no es más que un autoengaño o una procrastinación del dolor, dilucidar entre una relación abierta que permite la libertad y un ligue de reserva, el cual es sólo un recurso ajeno para que des compañía cuando te lo soliciten. En otras palabras, un esquema “romántico” donde eres el comodín o premio de consolación, nunca el propósito principal.
Por lo menos en un freelove tienes absoluto conocimiento de causa o de que existe cierta fidelidad sentimental hacia ti, que te toman en cuenta siempre aunque esto involucre conexiones con otras personas; en cambio, estar en el banquillo de los suplentes es absolutamente otra cosa. Algo que por seguro ninguno de nosotros quiere ser. Entonces, ¿cómo identificar si te están dando ese lugar de segundones a la fuerza en vez de considerarte en las decisiones de la relación? Fácil.
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La otra persona es incapaz de aclararte lo que siente o lo que quiere vivir contigo. No da un sí, pero tampoco sabe decir no. Incluso, posterga hasta el cansancio “la plática”.
No se atreve a decirte que quiere estar contigo, pero odia verte con alguien más. Estropea tus prospectos y no te suelta.
Te habla constantemente del mañana sin sentar las bases de lo que está sucediendo hoy.
Intuyes, o sabes, que sostiene una relación aparte de la suya, pero no es un tema que trate abiertamente o que te comunique para organizar un plan.
Eres un secreto para otro noviazgo que pueda tener tu no-pareja.
Sólo te llama cuando quiere huir de la soledad, los problemas, las obligaciones o cualquier otra cosa que le cause estragos.
Rara ocasión te pregunta cómo ha ido tu día o muestra preocupación por tus sentimientos.
Te presenta al resto de sus amistades –si es que esto sucede– por tu nombre. Los títulos le causan conflicto y no acepta que te vinculen (de más) a su persona.
Suele decirte cosas que bajan tu autoestima o que sólo pone sobre la mesa para que tú seas quien realiza los cortejos, halagos y confortaciones.
En algunos casos, no ha podido dar ese paso de intimidad contigo y el sexo no es una opción. Si es así, no es que esté esperando un amor de película, sino que teme perder una amistad.
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Una relación siendo el ligue de reserva puede ser saludable incluso para ti, siempre y cuando la situación que te disuade de salir con alguien en serio o las ilusiones de tener una pareja en cuanto antes no sean permanentes, que comprendas que las cosas pueden no salir bien y que te mereces más. Por lo menos, mereces no permanecer en lo oculto o no enterarte de las cosas. Para conocer todas las aristas de este tema, descubre Cómo funciona la mente de un hombre infiel según la ciencia y cuáles son las Señales de que tu pareja te fue infiel y tu relación no es tan perfecta como crees.