No, no a mí, no a mi mamá… Fue difícil, un proceso largo y complicado. No podía creerlo y mucho menos aceptarlo. Todo lo que sentí cuando super que mi mamá tenía cáncer de mama.
Mucho hemos escuchado de esta terrible enfermedad que ataca sin piedad a mujeres de todo el mundo, incluso han habido casos de hombres que también lo padecen. Tócate, revísate y ve al médico escuchamos siempre. En realidad en mi casa siempre tuvimos esta guía, mamá siempre nos inculcó la prevención y nos preguntaba constantemente si todo iba normal con nuestro cuerpo, sin imaginar que el de ella era el que no estaba bien.
Al principio no nos lo dijo, tomó la noticia sola. No quería preocuparnos si el diagnóstico era negativo. Gracias a la prevención que nos inculcó pudo hallar una bolita en su seno derecho. Alarmada pero ocupada asistió con su médico e iniciaron los estudios. En efecto, era cáncer de mama. No puedo imaginar lo que sintió cuando recibió la noticia pero más me llega al corazón saber que estaba sola. Por supuesto que hubiera deseado estar a su lado en ese momento pero yo no lo sabía. Ahora ¿cómo nos lo diría? se preguntaba.
Recuerdo perfecto, era un día de agosto, estábamos en casa viendo la televisión cuando pidió que la apagáramos porque tenía algo importante que decirnos. Sentí un frío impresionante recorrer todo mi cuerpo. ¿Qué pasa? mi cabeza imaginó muchas cosas, muchas. Su cara de angustia, pálida, sus manos juntas y dedos inquietos me decían que algo no estaba bien.
‘Hace algunos meses sentí una bolita en mi seno y fui al doctor para analizarla, ayer me dieron los resultados de los estudios, tengo cáncer de mama. No les había dicho nada porque no quería preocuparlos, tenía la esperanza de que el resultado fuera negativo’, fueron sus palabras.
Algo golpeó muy fuerte mi cabeza porque sentí una presión que nunca había sentido, un dolor en el pecho inexplicable y una angustia de no saber qué hacer que no se la deseo a nadie. ‘¿Cómo te sientes?’ fue lo primero que pudo salir de mi boca luego de un silencio doloroso. ‘Tranquila y con fe’, me contestó mamá. Nos abrazamos y fue inevitable no llorar. ‘No llores, mi niña, voy a estar bien’, me dijo. ¿Cómo no voy a llorar? el cáncer que tanto escuchábamos había llegado tan cerca. Lo maldije muchas veces, ¿por qué aquí? ¿por qué existe? ¿por qué afecta a tantos cuerpos y ahora, al de la mujer que más amo, mi mamá? no encontraba explicaciones y tenía muchísimas dudas. Por supuesto que no pude dormir por semanas.
Le pedí a mamá que no me ocultara nada, que por favor me permitiera ir con ella a sus consultas y estuviera a su lado para todo lo que necesitaba. Empecé a investigar, a conocer el cáncer que había atacado a mi mamá. Todos los días vivía con angustia de no saber qué será el siguiente día para ella. Al inicio todas las pruebas médicas y conceptos me parecían en chino, poco a poco me fui familiarizando con ellos y se convirtieron en el pan de cada día.
Primero nos dijeron que necesitaría quimioterapia y luego cuadrantectomía; es decir, quitarle la zona donde estaba el bulto. Al principio creí que todo acabaría ahí pero no fue así, el cáncer de mama no es como tener gripa, luego vinieron la linfadenectomía axilar (quitarle el ganglio de la axila) y la radioterapia. Quizá no entiendan estos términos, quizá nunca tengan que entenderlos. Yo los aprendí con mamá y no saben cómo me duele el corazón.
La escuchaba llorar por las noches, yo lloraba con ella también. ‘Todo va a estar bien’, me repetía, yo sonreía con poquita esperanza y mucho dolor. Después de cada tratamiento quedaba muy débil y me partía en pedazos ver cómo sufría el cuerpo de mi mamá. Vino una parte complicada, que nos ha marcado como familia: la pérdida del pelo.
Mamá tenía unos rizos espectaculares, obscuros como la noche y marcados marcados como si los hubiera hecho con algún aparato. Siempre se tardaba horas acomodándolo y cuando no tenía ganas se armaba una coleta esponjada que se le veía fenomenal. De pronto había rizos por todos lados: la regadera, el piso y muchos, muchos en su almohada. No quería deshacerse de su cabellera pero en cuanto vio el primer hueco notorio supo que era momento de despedirse de ella. ¡Fue un momento tan fuerte! le pedimos a su estilista de cabecera que viniera a casa para hacer el procedimiento. En cuanto cortó el primer mechón rompió en llanto y mi corazón se destrozaba aún más. Nunca voy a olvidar esa imagen. Mi mamá rota, en pedazos, vacía y llena de dolor. Yo sin poder ayudarla, con ganas de entrar a su cuerpo y golpear fuertemente al cáncer que tanto le ha afectado para eliminarlo por completo.
Te odio, cáncer, te odio.
La piel de mamá se volvió más pálida, había días que la veía incluso con tonos grises. Los médicos decían que faltaba poco, mi alma suplicaba por que así fuera. Son semanas, meses, incluso años llenos de tortura, donde te encuentras fuera de tu cuerpo, donde actúas en automático pero a la vez sabes que necesitas conocer qué hacer para convertirte en la fortaleza que ya se le ha ido a tu mamá.
El cáncer me ha unido más a mi madre. Quiero acompañarla en cada momento de esta pesadilla. Aún el proceso no termina pero sé que pronto llegará ese momento en el que podamos decir que lo hemos vencido. He perdido la cuenta de cuántas consultas médicas hemos tenido, cuántas terapias psicológicas y cuántas lágrimas he derramado. Es el momento más difícil de nuestras vidas hasta ahora pero confío, una pequeña parte de mí confía en que todo pasará.
El cáncer ha sacado lo mejor y lo peor de mí. Nadie lo merece, aprendes a empatizar y querer ayudar en todo lo que sea posible a las personas que te rodean. Aprendes a ser agradecido con la salud, ver tu cuerpo como un templo y querer cuidarlo lo más posible. Revisarte, es súper importante revisarte porque los médicos han dicho que mi mamá llegó a muy buen tiempo, no quiero imaginarme cómo la pasan las mujeres que se han tardado en las consultas.
He sentido envidia por la gente que está bien, por todos aquellos que no tienen que ver a su mamá sufrir tanto y extraño esos momentos de tranquilidad, salud y felicidad. Hoy nuestros días son grises y pesados pero tengo la esperanza, aún, de que regresarán esos ratos increíbles junto a mi mamá. Quiero volver a verla sonreír, volver a verla fuerte, agradecida con la vida y amando a todos.
Solo pido paciencia y mucha fuerza para seguir en esta lucha, y a tí, mamá, te amo con toda el alma, verás que pronto ese cáncer, el maldito cáncer, saldrá de tu cuerpo y podrás seguir disfrutando de la vida. Yo estaré aquí, a tu lado, en los buenos y malos momentos. No estás sola, para nada, y aunque hay momentos donde todos nos quebramos, sabes que puedes recargarte en nosotros y robarnos un poco de fuerza para seguir luchando contra el cáncer de mama.
Estoy segura que pronto se irá y esta pesadilla pasará.