James Franco contó para The New York Times lo complicado que resulta para un actor como él, no perder su identidad. Todos los personajes que distintas figuras interpretan a lo largo de su carrera, se impregnan en ellos como una segunda piel y es el público quien decide con cuál de ellos quedarse. Así es como la verdadera esencia de cada estrella hollywoodense se fusiona, hasta perderse en una mezcla de actuaciones, películas y realidad. El protagonista de “Good People” y “127 Hours” explicó que cada decisión y actitud en un actor no gira alrededor del narcisismo, se trata de una forma de rescatar su verdadera personalidad de la manos del espectador y de la misma pantalla grande. Franco aclaró que, por ejemplo, todos los actos extraños de Shia LaBeouf –los cuales se convirtieron en los performances con más seguimiento– no son más que un esfuerzo por parecer errático ante el público. De esa forma y de acuerdo al análisis del protagonista de “¿Why Him?”, en algún momento todos se darán por vencidos y dejarán de crear imágenes o personajes alrededor de LaBeouf, pues después de cada acto sería imposible dejar de identificarlo con alguien más que no fuera ese “actor errático”.
¿Consideras que los actos del polémico actor son parte de la recuperación de su identidad o simplemente el reflejo de su insaciable narcisismo?
El narcisismo es uno de los fenómenos que –según la mayoría– aquejan y caracterizan a la generación “Y” como a ninguna otra. Se ha llegado a esa conclusión a partir de las modas y tendencias que obsesionaron a los millennials; por ejemplo el uso del selfie stick, la publicación de más de un autorretrato diario en distintas redes sociales y la redacción de estados superfluos en los muros de distintas plataformas; éstas y otras actividades son las que han catalogado a los más jóvenes como las personas más egocéntricas de la historia.
En realidad, ninguno de estos elementos definen el nivel de narcisismo en cada uno de nosotros; ciertamente influencian en nuestra forma de comunicarnos y expresarnos, pero no en lo mucho que nos amemos u odiemos. El ego es lo que realmente alimenta a nuestro narciso; por simple naturaleza necesitamos –en mayor o menor grado– sentirnos superiores a los demás, o bien, admirados por ellos. El problema es que a la par de esta sensación de superioridad, deseamos formar buenas relaciones (sobre todo románticas).
Existen dos tipos de narcisismo, podría decirse que el natural y el no saludable. El primero está basado en la admiración, por lo tanto, la persona busca:
1. Ser, la mayoría de las veces, alguien que puede tratar con todos a su alrededor; se preocupa por ser carismático ante los demás.
2. Sentirse especial para ganar una fuerza que lo motive a lograr sus objetivos.
3. Estar feliz, satisfecho y convencido con lo que es y de sus capacidades.
El segundo tipo de narcisismo, el cual gira alrededor de la rivalidad, es el que –generalmente– daña a quien lo padece y a quienes lo rodean; además, impide que esa persona entable relaciones sanas, sinceras y duraderas. Su ego los lleva a:
1. Creer que los demás son unos perdedores, en comparación con ellos.
2. Desear que sus rivales fallen: sólo ellos pueden ser los máximos ganadores en todo.
3. No soportar que otro sea el centro de atención o el protagonista de un logro.
Las diferencia entre ambas personalidades son claras y, evidentemente, favorecedoras o perjudiciales para las personas que se involucran con alguien así. Las parejas de los narcisistas, por lo regular caen rendidos ante esa “seguridad” con la que ellos se pavonean ante los demás. Sin embargo, un estudio realizado en 2017 por la Universidad Munster Stefanie Wurst, demostró que las relaciones con mujeres u hombres ególatras van directo al fracaso. Lo que sucede es que el narcisista sólo se preocupa por inflar su autoestima de manera exponencial y eso limita la atención y las emociones que puede llegar a tener con y por su pareja.
Actualmente existe un modelo muy asertivo sobre el “Concepto Narcisista de Admiración y Rivalidad” (NARC). A partir de una investigación se determinó que a pesar de que al principio muchos se sienten atraídos por alguien que demanda atención y elogios, y emana seguridad, galantería y una gran autoestima; en algún momento esta condición agota y harta. Sin embargo, todo depende si se trata de un narcisista que enfoca su potencial en la rivalidad o en la admiración.
Si se trata de un narciso a quien lo motiva la rivalidad, su magnetismo se convertirá en una especie agujero desde el que succionará toda la energía, el tiempo, la seguridad y el autoestima de su pareja. Pero si el motor principal es el narcisismo por admiración, puede que la relación encuentre un equilibrio entre reconocer los esfuerzos y el éxito de los dos, y admirar la grandeza del mas ególatra. Es decir, la diferencia entre estas dos personalidades radica en que el narciso desee o no que su compañero falle, se estanque y/o pierda, para sentirse satisfecho. La competencia sana es una razón más para que en una relación las dos partes se superen juntas, pero el enfrentamiento que hiere y/o traiciona es el que destruye a cualquier pareja.
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Fuentes:
Psychology Today
El País