Sí, debo confesarlo, te odié mucho tiempo; te odié por irte, por engañarme, por lastimarme y por romperme. Te odié porque me hiciste pensar –por un momento– que yo no era nada sin ti conmigo o por lo menos a mi lado, porque pensé que no tenía ningún valor como persona y menos como mujer.
Te odié medios días y noches completas, a veces volvía a amarte no lo voy a negar, pero cuando sentía las lágrimas recorrer mis mejillas, mi corazón agitado y mi enojo a punto de explotar, te odiaba infinitamente; no significa que haya sido débil, tampoco que fuera inmadura, es que te merecías que lo hiciera.
Cuando decidiste irte me sentía rota, me sentía culpable y muy sola, pero me di cuenta de que no era mi culpa, no te preocupes, tampoco tuya; fue culpa del destino, o del tiempo, o de la vida que decidió juntarnos. Culpa del primer día en el que te vi, del primer encuentro en una caminata por mi parque favorito, del único libro en el que coincidimos haber leído, no sé, ya no gasto tiempo en pensar qué o quién fue el culpable. No me arrepiento de aquellos recuerdos, no me arrepiento de conocerte: en realidad, lo agradezco profundamente.
Te agradezco las tardes de películas y las noches de besos, te agradezco que me dejaras leerte mi poema favorito y que me enseñaras tu canción favorita; te agradezco el primer concierto y también el último porque a pesar de que sabía que no te gustaba aquella banda, decidiste acompañarme. Te agradezco las risas, los abrazos apretados y también las peleas; te agradezco el regalo del primer mes juntos y de la cena en mi cumpleaños; te agradezco los secretos, las charlas y los sueños.
Te agradezco tanto porque a pesar de todo, eres parte de mi vida.
Gracias porque ahora me siento más fuerte e inteligente, gracias porque después de tus mentiras ahora sé y valoro inmensamente la honestidad. Gracias porque he madurado y ahora veo las cosas con una pinta diferente, gracias porque ahora entiendo todo lo que vale mi amor… y yo.
Gracias porque después de ti nadie va a volver a insultarme, ni va a provocar que me sienta menos. Gracias porque no todo fue malo y tampoco demasiado bueno, gracias porque ahora me abrazo, me beso, me consiento y me valoro a mí misma.
No soy nadie para decidir qué merezco, pero definitivamente a ti no. Porque nadie merece –como ser humano– ser humillado y rechazado, nadie merece que alguien más quiera romperle las alas; porque casi lo logras conmigo. Gracias por no hacerlo, de hecho, porque ahora me estoy recuperando, ahora me curo las heridas yo sola y gracias por ello porque ahora ya no te necesito.
Por última vez: gracias una vez más por mi yo que dejaste, porque ahora soy más feliz, porque ahora soy más libre, porque ahora me siento completa simplemente porque yo dependo de mí misma. Gracias porque nada me detiene a hacer lo que quiero y lo que me gusta; gracias por alejarte de mí.
Gracias porque ahora sé qué es lo que justamente no quiero.
Te puede interesar:
Al amor de mi vida: no te estoy buscando pero ojalá te encontrara.
21 cosas que aprendí cuando traté de regresar con mi ex (y fracasé).