Albert Einstein decía que la alegría de ver y entender es el más perfecto don de la naturaleza. Es decir, la oportunidad de conocer, admirar y comprender nuestro alrededor es la única vía para llegar a conectar con aquello que algún día llegaremos a amar. Ahora traduzcamos esa reflexión al lenguaje del amor: conocer a una persona para crear un lazo sentimental nos lleva a conectarnos con ella y nos orilla a conocerla y entenderla de la A a la Z.
El enamoramiento nos ayuda a identificar cada una de las cualidades de una persona, pero el amor nos lleva a reconocer y aceptar todos sus defectos.
¿Hermoso, no? Pero, ¿qué pasa cuando la pasividad de esa persona no le permite ser ni actuar de manera natural? Es imposible llegar a conocerla, por lo tanto, es inútil intentar enamorarse de ella e inviable llegar a amarla.
La definición de pasivo se reduce a alguien que no hace nada por sí mismo, pues deja actuar, pensar, decidir y hacer a los demás por él o ella. La pasividad es una actitud opuesta al compromiso y un antónimo de la voluntad propia. Sólo de leer la descripción de este adjetivo es difícil imaginar algo real y profundo con alguien que no es capaz de dar ni accionar, pues sólo se sienta a recibir y esperar.
Lamentablemente, es fácil confundirse hasta pensar que se está enamorado de una persona pasiva. Su misma falta de decisión lo hace parecer alguien muy accesible, amable, dócil o hasta romántico; el típico “no sé, escoge tú” es el inicio de una pesadilla llamada pasividad que termina por desesperar a cualquiera.
Las personas pasivas suelen tener poca inteligencia emocional y eso no significa que sean hombres o mujeres con malas intenciones; de hecho, muchos suelen aprovecharse de este tipo de personalidades, pues les cuesta mucho decir “no” por su falta de seguridad y autoestima. Los pasivos también aceptan cualquier crítica sin objeción y admiten culpas de las que no son responsables.
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¿Cómo identificar a una persona pasiva?
+Siempre están angustiados y cualquier noticia los sorprende.
+Piden disculpas por todo y a todos.
+Les es casi imposible pedir un favor.
+No miran a los ojos cuando hablan con alguien ni saludan con movimientos corporales definidos.
+Cruzan los brazos o cierran los puños cuando se encuentran rodeados de gente.
+Su postura siempre es incorrecta, agachan la cabeza o encorvan la espalda.
+Hablan con un volumen muy bajo.
+Nunca pueden decidir nada y se sienten aliviados cuando los demás les dicen qué hacer.
Por todas esas razones, estas personas parecen ser, en un principio, la pareja ideal. No obstante, relacionarte de manera sentimental con alguien así es agotador y tóxico, pues si no eres lo suficientemente inteligente podrías abusar de su exceso de pasividad hasta convertir tu relación en un círculo de violencia interminable.