¿Te ha pasado que de un día para otro, sin previo aviso o sin siquiera entender el por qué, de repente pasas de estar súper enamorada de alguien a no quererlo para nada? Las razones pueden ser muchas, quizá por decepción, darte cuenta de las cosas malas que hace o dice, o un escudo protector que te ayuda a superar el desamor. Pero entonces ese refrán “de que del amor al odio hay un paso”, ¿será mito o realidad?
La misma pregunta se hicieron los investigadores Semir Zeki y John Paul Romaya, del University College de Londres. Decidieron realizar un estudio en el que se determinó que algunos circuitos nerviosos del cerebro que son los responsables de causar odio se usan también cuando se siente amor. Aunque el amor y el odio parecieran sentimientos opuestos, para nuestro cerebro la cosa no es así. La respuesta a estos sentimientos está relacionada y literalmente es sólo una delgada línea la que separa el sentimiento del amor y el odio. Así que sí, el famoso refrán está en lo correcto.
Los investigadores llegaron a esta conclusión después de realizar escaneos cerebrales a los 17 participantes que formaron parte de este estudio. Se les presentaron imágenes de personas a las que aseguraban odiar, como ex novios o rivales laborales, y por otra parte se les presentaron fotografías de tres rostros familiares y neutrales. Al ver esas imágenes, su actividad neurológica era muy similar a la que presentaban cuando veían imágenes de personas que querían.
Mediante los controles cerebrales, los investigadores identificaron un patrón de actividad en diferentes zonas del cerebro, que decidieron llamar “circuito del odio”, y se activaba cuando las personas veían las fotos de aquellos que despreciaban. Este circuito incluía estructuras en la corteza y subcorteza cerebral, aunque pasaba algo distinto a las emociones como el miedo o enojo. ¿Pero qué hay del amor?
Pues el equipo de Zeki descubrió que el amor y el odio activan dos zonas cerebrales. El odio surge en las mismas zonas donde antes había surgido el amor, por lo tanto activan las zonas del cerebro comunes al enamoramiento, el putamen y la ínsula. Otro de los hallazgos apunta a que sí existe una ligera diferencia entre el amor y el odio, pues se encontró que cuando se experimenta el sentimiento del amor se desactiva una parte de la corteza cerebral donde se procesan ideas racionales, justo por eso nos vemos menos críticos con las personas que amamos. En el caso del odio, esa área de la corteza cerebral se queda activada y así es como pensamos juiciosamente las acciones destinadas a dañar o lastimar a la persona que se odia.
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Te odio y te quiero porque no he sentido esto con nadie