Soñé contigo otra vez, aunque me prometí que no lo haría de nuevo. Y también estoy escribiéndote otra vez, aunque me prometí que no lo haría de nuevo.
Nos hemos despedido tantas veces que ya perdí la cuenta, pero parece que en mis sueños ese momento aún no llega. Porque si no te veo cuando estoy despierta, lo hago al dormir.
En mis sueños no estamos tan alejados como a la hora de despertar; en la almohada aún nos miramos nerviosos, nos sonreímos, hablamos y, si tengo suerte, hasta nos amamos. Bajo las sábanas, sentimos mariposas al vernos y morimos por abrazarnos, aunque, al caer el sol, sólo tengamos la cenizas de los que soñamos y, con ellas, enojo, orgullo y frialdad.
Otra vez soñé contigo…
Y al hacerlo me invaden las ganas de no despertar. Hasta que lo hago. Y lidiar con ese sueño es como traer un suéter que te pica el cuerpo; es molesto, incómodo y, a veces, hasta doloroso. Porque sé que, al abrir lo ojos, tú no vas a estar junto a mí.
La distancia no es lo mismo que el olvido; por eso detesto soñar contigo, porque entonces mi corazón está alejado de la realidad. La realidad de que ya no vas a regresar.
Mi corazón no entiende que sólo en mis sueños estás y sólo ahí nos podemos amar, y, al despertar, seguiremos tan alejados como lo prometimos. El corazón no entiende de razones y en las noches se aprovecha para enseñarme un mundo junto a ti. Mundo que sólo existe hasta el final del infinito, pero no bajo la luz del sol.
¿Tú soñarás conmigo? Siempre me hago esa pregunta porque yo sí lo hago a menudo contigo. Y estoy harta.
Hoy soñé contigo, no es raro, la verdad es que pasa a menudo. Más de lo que quisiera. Me hace pensar en ti todo el día. Bueno, eso también pasa a menudo. Más de lo que quisiera.
Ojalá que mis sueños se conectaran con los tuyos… y en ellos, al menos allí, podamos ser felices como siempre quisimos.
Soñar contigo es como recibir cien puñaladas en la espalda y otras trescientas en el corazón. Al menos aquí puedo despertar, porque cuando te veo no hay manera de impedir el dolor.
No te culpo, tampoco a mí. Culpo la mala partida que el destino nos quiso jugar. Y que de vez en vez nos hace perder y, en sueños, regresar uno al otro.
Eres el amor de mi vida y espero que en otra vida yo sea el de la tuya, y que en ésa podamos amarnos tanto como sé que quisimos hacerlo en ésta.
Nos despedimos para siempre, pero en mis sueños no veo la hora de que también lo hagamos. Porque soñar contigo es tan doloroso como no tenerte.
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