Lo más común cuando un escritor de cierta fama pasa una temporada en un lugar es colocar una placa y volver esa visita un mito local. Por otra parte, cuando un escritor escribe sobre esa visita, el homenaje se vuelve invitación para sus lectores.
Entre todo lo que se describe en el “Aleph” de Borges, ese punto de menos de tres centímetros de diámetro donde es posible percibir todo el universo suceder en todos sus tiempos y conviviendo en un solo espacio, aparece la ciudad de Querétaro. Y es que Jorge Luis Borges visitó esa ciudad en uno de sus viajes a México. Tal vez no existan más menciones de esta ciudad en sus narraciones, pero aquella inclusión llena de una orgullosa importancia a sus habitantes.
Después de la Ciudad de México, Oaxaca es la ciudad que más presencia tiene en el imaginario internacional literario. El premio Nobel Camilo José Cela escribió un poema alucinante sobre María Sabina, mientras Malcom Lowry recorrió una a una, tambaleándose y soñando, las cantinas oaxaqueñas de las que hablaría en su clásico “Bajo el Volcán”. También el gran cronopio argentino visitó y escribió sobre Oaxaca en 1975, pero hasta hace poco es posible volver a leer su crónica en el libro de misceláneas póstumas “Papeles inesperados” de 2009.
Entre el 18 de mayo y el 8 de junio estuvo en México y escribió algunos textos al respecto que se publicaron en el periódico El Sol de México, donde dijo:
“De Oaxaca me habían dicho muchas cosas, turísticas y etnográficas, climáticas y gastronómicas; lo que no me dijo nadie es que allí, además de un zócalo que sigue siendo mi preferido en México, habría de encontrar la más densa congregación de cronopios jamás reunida en el planeta con excepción de la de Estocolmo.”
En 1962 apareció uno de los libros más famosos de Julio Cortázar, “Historias de cronopios y de famas”, donde da razón de estos personajes. Los cronopios se entregan a las acciones poco comprensibles y aún menos convencionales con una inocencia idealista y una sensibilidad que se ajusta a lo que el argentino escribió: “un cronopio es un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas”. No buscan la fama, van a contrapelo, a contraluz, a contradanza, contrabajo, contratodo, “contra y recontra cada día contra cada cosa que los demás aceptan y que tiene fuerza de ley”.
Lo que más le impresionó a Cortázar de la ciudad oaxaqueña, así escribe en su crónica, fue que hubiese un museo donde estuvieran expuestos las mejores representaciones de los cronopios; al buscar las huellas de Rufino Tamayo encontró en un museo un sinnúmero de figuras precolombinas donadas por el artista.
“Las tentativas de representar a los cronopios han sido un fracaso que ellos celebran particularmente regocijados. Ahora pasa que yo llego al museo Tamayo y no solamente encuentro un cronopio, sino una legión insolentemente explayada en las vitrinas de las primeras salas. Sentados, acostados, rojos, negros, de pie, pardos, cabeza abajo, jugando, peleando, durmiendo, rosados, vestidos, sonriendo, desnudos, burlándose, mujeres, verdes, hombres, cantando, niños, azules”.
Con casi dos metros de alto, la figura de Cortázar difícilmente pasó desapercibida en su andar por Oaxaca. Su trayectoria errática por el zócalo y calles aledañas; sus pasos telúricos y pausados en el mercado; sus preguntas metafísicas ante la circunferencia de las tlayudas; su sueño ante la pirámide de Monte Albán donde vislumbró a un hombre a punto de ser sacrificado que soñaba ser un motociclista porteño; su sorpresa ante el color de la cantera, que a diferencia de Querétaro donde es clara, en Oaxaca es oscura y verde y su melancolía al intuir algún hecho futuro durante la trayectoria de las palomas en el cielo. Menos aún dejaron de ser percibidas sus infantiles risotadas al encontrarse de frente con esos personajes que describió 10 años atrás y de los que seguiría hablando durante toda su vida.
“Oh pequeño pueblo maravilloso, cómo te guardaré siempre en mi corazón”.
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Seguir maravillándose es algo propio de los cronopios, entregarse al delicado sentimiento de asombro ante lo cotidiano, un museo puede ser ese espacio de descubrimiento. Si deseas ir al museo que visitó el gran cronopio en Oaxaca recuerda que también debes conocer estos ‘6 museos la próxima vez que visites Oaxaca’. Y si quieres saber más sobre este escritor argentino lee estas ‘Lecciones que podemos aprender de la vida y obra de Julio Cortázar’.
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Fuente:
Replicante