Cuando hablo de mis sentimientos como mamá, invariablemente tengo que hacer una advertencia, una especie de aclaración para que no se me juzgue (porque ser mamá también es ser juzgada constantemente y por cualquier cosa): amo a mis hijos e hijas y daría la vida por ellos. Sin embargo, también extraño mi vida de antes. Extraño a la persona que solía ser. Y si tú también eres una mujer que siente que perdió una parte de ella misma cuando se convirtió en mamá, créeme que no estás sola.
Yo también me he sentido atrapada. También he sentido que mi vida ya no es realmente mía.
Extraño ser el centro de mi propio universo. Tomar decisiones impulsivas sin miedo, sabiendo que mi tiempo es mío y solo mío. Eso se acabó. Ya no soy la chica espontánea que antes podía ser.
Probablemente tú también extrañas esa época en la que solamente tenías que cuidar de ti misma. En la que tú decidías a qué hora te ibas a dormir. Esa época mágica en la que te dabas un baño con calma, sin necesidad de enjabonarte a contrarreloj porque hay un bebé que te necesita allá afuera, en ese instante.
Ya sé, quizá no debería hablar de esto. Pero ya me cansé de que las mamás no podamos hablar de lo que sentimos. De que la maternidad siga pareciendo, desde fuera, un mundo de arcoíris y unicornios de colores. Hay un amor intenso, sí, y mucha alegría. Pero también hay dolor. Y tristeza. Y duelo.
Duelo porque, de alguna manera, la persona que éramos ya murió. Ya no existe. Sí, somos las mismas. No es como que nos hayan activado un switch que automáticamente nos convirtió en señoras (aunque las señoras son lo máximo, cabe señalar). La maternidad no aniquila los intereses, ni los anhelos, ni el amor que sentimos por otras personas, ni el deseo. Pero no hay manera de que volvamos a ser las mismas. Ahora se nos desbloquearon miedos, tenemos nuevas preocupaciones y sí, nuevas heridas. Físicas y emocionales.
La buena noticia, una vez más, es que no estás sola en esto. Yo te entiendo y te abrazo. Quizá lees esto con el teléfono en una mano y un bebé en la otra. Tal vez dedicaste un momento de tu valiosísimo y escaso tiempo libre de mamá para estar aquí. O a lo mejor atraviesas un embarazo y te diste cuenta de que no es tan mágico como te habían dicho. La maternidad no debería implicar que una parte de nosotras “muera”, sino que nazca una nueva. Como personas completas que, además, somos mamás.