Tras un primer intento fallido de parte de Julio César por conquistar Britania (actual Inglaterra), este personaje volvió en 54 a. C. para someter de manera definitiva a las tribus britanas, las cuales no tuvieron más remedio que rendir pleitesía al Imperio Romano. Fue hasta el 43 d.C. que los romanos lograron la expansión total y absoluta hacia esa parte del mundo con Claudio comandando las legiones. Estos pueblos, como no puede ser de otra manera en las invasiones, perdieron totalmente su independencia, costumbres y autonomía. Sólo algunas tribus pequeñas lograron asentarse en las partes más alejadas y desde ahí gozar de cierta libertad. Una de ellas fueron los icenos, en el 30 d.C., donde nació una niña a la que bautizaron como Boudica (también llamada Boadicea).
Creció sana y fuerte, se dice que su cabello rojo le llegaba hasta las rodillas y era una de las mujeres de mayor respeto entre los suyos. A los 19 años se casó con Prasutagus, el rey de los icenos, y su poder aumentó aun más. Los icenos pagaban tributos a los romanos, aunque eran menores que los de otros pueblos más sometidos quienes rendían cuentas políticas a un presidente y económicas a un procurador imperial. Las represalias eran fuertes para aquellos que se tardaban en pagar o que plantaban cara como reclamo ante las injusticias.
En el 60 d.C., los icenos pierden a su rey Prasutagus, quien previendo su deceso tuvo el detalle de pagar al Emperador romano una suma fuerte de dinero e impuestos con la finalidad de que no reclamara la mayor parte de su herencia. No obstante, los romanos se lanzaron a buscar el resto del botín. Boudica preparó una defensa para contener el ataque de los romanos. Por desgracia, sus intentos terminaron en fracaso total. El procurador romano Cathus Decianos mandó un fiero ejército a saquear al pueblo iceno, violar a las mujeres y azotar públicamente a la reina Boudica. Sin embargo, lo peor de todo fue que la forzaron a presenciar la violación de sus dos hijas.
Una vez repuesta de la afrenta, Boudica pidió el apoyo de otros pueblos cercanos al suyo para hacer frente común de manera despiadada a los invasores. Comenzó así la guerra entre los pueblos britanos, liderados por la valiente y feroz Boudica, y el Imperio más poderoso de la historia. La pelirroja logró juntar un combatiente e inexperto ejército de unos 120 mil a 230 mil guerreros que no temían luchar por recuperar su independencia. El primer combate se desarrolló en la ciudad de Camulodunum, con una gran victoria para el ejército de Boudica. Prácticamente masacraron a un ejército que se vio tomado por sorpresa y que, pese a su mejor preparación, no pudo hacer absolutamente nada ante la fuerza de los britanos. De ahí, éstos se dirigieron a Londinium…
El encargado de preparar la defensa de esta ciudad fue Suetonius Paulinus, un experimentado general quien se acobardó al ver que Londinium era prácticamente indefendible. «Inspeccionó las fortificaciones de Londinium y pronto se dio cuenta de que no podría ser defendida, y a pesar de los ruegos de sus habitantes se retiró, dejando la ciudad a su suerte», relata el divulgador histórico Eugenio Maggio González en su obra Desde el cuartel, historias de los soldados.
Suetonius Paulinus prefirió poner tierra de por medio y trasladar a sus hombres a un territorio que pudiera ser salvable. Cuando Boudica llegó a Londinium pasó lo inevitable: ella y su ejército cometieron otra masacre de proporciones épicas, cobrando la vida de cerca de 70 mil personas que se habían quedado en la ciudad intentado defenderse. La mayor parte no tenía conocimientos militares y fueron presa fácil de un grupo de hombres y mujeres que sólo podían concentrarse en sacar su furia contra un imperio que había abusado de ellos durante largos años.
Suetonio, un soldado con mucho mayor valor y experiencia que Suetonius Paulinus se puso al frente del ejército romano a la espera del arribo de Boudica y los suyos. La lucha se desarrolló en una planicie elegida por Suetonio en la que sus enemigos no pudieran rodear a su legiones. Algunos historiadores manejan la posibilidad de que la batalla se haya efectuado en el actual pueblo de Mancetter, en la frontera entre los condados de Warwichshire y Leicestershire.
Mucho mejor preparados y en un terreno ideal para ellos, los romanos derrotaron con cierta facilidad a un numeroso ejército que los superaba en cantidad pero no en tácticas ni en organización. Ese día los britanos sufrieron una baja de cerca de 80 mil hombres. Los demás huyeron o fueron hechos prisioneros. Así, los romanos demostraron que en condiciones favorables, seguían siendo el imperio más poderoso sobre la faz de la Tierra. El valor de Boudica no fue suficiente para frenar las embestidas de sus enemigos.
Sobre su suerte, los historiadores no tienen una verdadera certeza. Se desconoce si la reina murió en combate, fue hecha prisionera o logró huir del campo de batalla para esconderse en algún lugar lejano. Otras fuentes mencionan que es probable que se haya suicidado para evitar su captura. Como sea, siempre será recordada como la mujer que plantó cara a los romanos, hombres a quienes casi todos temían y eran vistos como invencibles. Hoy esta mujer es recordada en la Gran Bretaña como un ejemplo de coraje y pundonor. Una estatua suya está colocada actualmente en un terraplén del Támesis junto a las Casas del Parlamento en la antigua capital romana de Gran Bretaña, Londinium.
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La reina Boudica es un personaje fascinante que se erige en el presente como una de las primeras mujeres en luchar por sus derechos y en ser cabeza de una sociedad ansiosa de venganza. Ella es parte de esas mujeres que cambiaron el mundo y que los libros de historia ignoraron por sus ideales revolucionarios.
