Caminando por las calles de la CDMX podemos encontrar cientos de intervenciones al espacio público que dan testimonio de la vida y los sucesos del día a día: grafitis, esculturas, pinturas, monumentos, o hasta sus contrapartes: los antimonumentos. Entre todas estas modificaciones al espacio se alzan los cenotafios.
¿Qué son los cenotafios?
Los cenotafios son pequeñas cruces en las banquetas de las calles y avenidas que representan y recuerdan el lugar donde terminó la vida de una persona, y aunque su cuerpo no se encuentre ahí, ese lugar sigue siendo parte importante en la historia de su final. En México suele ser visitado de la misma forma que los panteones.
El origen de esta tradición
Al igual que mucho del folclore mexicano, se cree que la tradición de los cenotafios nació en la época colonial y fue adoptada por el pueblo mexicano casi sin querer. Basta con pensar que son cruces que recuerdan a los muertos, símbolo proveniente de las religiones europeas.
Se piensa que la práctica de los cenotafios empezó incluso antes que 1828 según el Diccionario Histórico y su propósito era honrar la muerte de aquellas personas fallecidas en la guerra cuyos cuerpos no fueron encontrados, con el propósito de brindarles un lugar donde descansar.
Poco a poco estas ‘tumbas vacías’ empezaron a cambiar de propósito pasando de las vidas perdidas en la guerra a las de personajes históricos importantes como los Niños Héroes o Benito Juárez con su Hemiciclo, y llegando finalmente a las vidas de cualquier persona fallecida en las calles de la ciudad de forma no natural.
La muerte repentina
Es cierto que las cruces puestas en estos lugares recuerdan principalmente a los fallecidos pero a diferencia de los panteones, también son un recordatorio de lo violento y repentino de las muertes en la calle, ya sea por accidentes automovilísticos, asesinatos u otras causas inusuales.
Como lo dice el Doctor Hugo José Suárez: “No se ponen cruces donde la gente murió de manera natural, sino cuando ha sucedido algún tipo de accidente, algún tipo de irrupción de la vida cotidiana. La significación hay que verla por ese lado: marcar el lugar de lo extraordinario y hacerse dueños de ese espacio”
Esto hace de los cenotafios un recuerdo ‘vivo’ no solo de la muerte, sino de la historia de la ciudad, de sus peligros e irregularidades, un archivo no oficial de las ‘pequeñas’ tragedias dentro de la urbe masiva.
Cifras y bicicletas blancas
A veces no encontrarás cruces en la calle donde falleció una persona. En su lugar te toparás con bicicletas pintadas de blanco como parte de una iniciativa que nació en Estados Unidos.
Estos nuevos cenotafios se empezaron a erigir en 2009 con el fin de recordar las vidas de los ciclistas perdidas por choques o accidentes, siendo Liliana Castillo Reséndiz la primera persona a quien se le dedicó una bicicleta blanca en la esquina de Avenida Coyoacán con Mayorazgo.
Juntas, cruces y bicicletas ‘adornan’ la ciudad convirtiéndola en otro panteón. Y no exageramos cuando decimos que puede haber cientos de estos altares por las calles: si se pone uno de ellos por cada muerte vial, tan sólo de casos infantiles habría tres nuevas cruces por día según datos del INEGI.
Por su parte, en 2017 también se contabilizaron al menos 498 ciclistas que sufrieron algún accidente vial en la CDMX, y en el 2020 hubo más de 8 mil personas fallecidas por accidentes viales en todo el país. Pero como una de las mayores urbes a nivel nacional, es de esperarse que un gran porcentaje de esas muertes fueron en la capital.
La próxima vez que vayas por la calle y veas una de estas cruces o alguna de las bicicletas blancas, recuerda que algo pasó ahí, algo fuera de lo común que terminó con la vida de alguien y aunque no conociera a esa persona, reconocer el suceso ayuda a mantener su recuerdo vivo.
*Con imágenes de: Andrea Di Castro, Wikipedia, El Universal, Máspormás.