La memoria funciona, en buena medida, por una cuestión relacionada con lo que sentimos en el momento en el que algo nos sucede; por cómo se unen y se entrelazan, como una alfombra o un suéter, un recuerdo con el otro. Cada uno de esos recuerdos genera un sentido y crea relatos que sirven para contarnos nuestra propia historia. Por ejemplo, somos capaces de recordar algún triunfo en una carrera cuando sentimos orgullo: el primer beso, las mariposas y sensaciones en nuestro ser; algún fuerte regaño de nuestros padres o quizá la muerte de alguien amado; el frío del desamparo o la impotencia anudada en la garganta. El primer beso, por ejemplo, será un recuerdo que estará cerca de nosotros la vida entera. Y aquel día del regaño tal vez quisiéramos olvidarlo; pero lo recordamos a menudo, aunque no con mucho gusto. Finalmente, en la memoria de la humanidad hay días que han quedado marcados para siempre. Uno de ellos es el 27 de enero.
Cada 27 de enero recordamos —según la Organización de Naciones Unidas— que Auschwitz fue liberado por el ejército de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Pero en realidad para otros, este recuerdo va más allá del hecho histórico. De acuerdo a Barack Obama, “[N]os reunimos hoy para recordar la pérdida de tantas vidas y celebrar a aquellos que las salvaron, honrar a quienes sobrevivieron y contemplar las obligaciones de los vivos”. O sea, de nosotros, los que hoy habitamos este mundo.
Entre 1933 y 1945, el gobierno alemán —liderado por Adolf Hitler y el partido nazi— llevó a cabo la persecución sistemática y el asesinato de los judíos en Europa. Este genocidio es ahora conocido como el Holocausto. Aquí es siempre importante una pausa, este régimen también persiguió y asesinó a millones de personas que consideraba política, racial o socialmente indeseables. Además de la población judía, persiguió a los enemigos políticos, a las personas con discapacidad, a los roma y sinti que conocemos como gitanos, a los testigos de Jehová, a los homosexuales, a los eslavos, a los comunistas y a quienes considerara opositores a su régimen. Algunos de los puntos que defendió el partido nazi fueron:
“Pureza racial”
Eliminar a las minorías que los nazis consideraban “razas inferiores”.
Eliminar a los judíos por ser una raza infrahumana.
Eliminar a las personas discapacitadas por considerarlos una carga.
Eliminar a los gitanos por ser una raza inferior.
Eliminar a los homosexuales por ser corruptores de la sangre.
Eliminar a los testigos de Jehová por no subyugarse.
Eliminar a los intelectuales por deformar la mente.
Hay dos cuestiones que guiaron esta ambición, avaricia, fuerza negativa y maldad. Estas dos ideas se arraigaron y se llevaron a cabo entre 1919 y 1945:
La historia del Holocausto no enaltece al género humano, sino que es una historia de desesperanza y deshumanización. No obstante, conocer los acontecimientos nos permite comprender un poco el porqué y quizá descubrir que lo importante es aprender para recordar, y recordar para no repetir. Al trabajar en la transmisión de un mensaje más humano sobre el Holocausto y otros genocidios, hemos podido comprender poco a poco los procesos que llevan al intento de destrucción total o parcial de grupos nacionales, raciales, étnicos o religiosos. Por lo anterior, se propone tomar esas dos ideas que ya comentamos —la expansión territorial del espacio vital alemán, y la idea de la categoría social de la raza como una posibilidad de exclusión y dominación de los otros. Para que el Holocausto fuera posible, se fue desdoblando en diversos momentos a lo largo de más de 12 años.
El primer movimiento consistió en convencer a la población de la idea de que los judíos —quienes eran ciudadanos alemanes y ciudadanos europeos— no tenían más los mismos derechos, y que en el caso más extremo ni siquiera eran humanos. Fueron despojándolos de sus derechos, arrancando su humanidad, convenciendo a los alemanes llamados arios que ellos eran los que debían tomar las riendas de Alemania y expulsar a los demás. La legislación y la propaganda fueron parte fundamental de este proceso; pero cuando eso no funcionó, utilizaron el terror. Por ejemplo, en 1935 fueron publicadas las Leyes de Núremberg —la Ley de ciudadanía del Reich, la Ley para la protección de la sangre y el honor alemanes, y la Ley de Protección de la Salud Hereditaria del Pueblo Alemán—, que reglamentaban el nuevo trato y las relaciones entre alemanes no judío y judíos.
El segundo momento se trató de estrangularlos legal, económica y socialmente. 150 mil personas de origen judío abandonaron Alemania entre 1933 y 1938. También impulsados por una cuestión relevante: les fueron nacionalizando sus bienes; arianizándolos, decían los alemanes. Pero después vino la concentración, los ghettos y las marcas. Junto con ellas, en junio de 1941 llegaron los Einsatzgruppen o comandos móviles de asesinato. Estos eran batallones que iban detrás del ejército alemán aniquilando sistemáticamente a los judíos de la URSS, gitanos y opositores políticos a través de ejecuciones sumarias. Los propios vecinos colaboraron entregando a aquellos que los Einsatzgrüppen buscaban.
No todos los que eran atacados, morían; pues los disparos de parte de los asesinos no eran siempre mortales, pero las posiciones de los ejecutados implicaban que con la inercia de la bala, los cuerpos caerían en la zanja destinada para los cadáveres, sin importar si el ejecutado había muerto o no. Es terrible saber que después de las ejecuciones, cuando la tierra cubría las zanjas, las fosas comunes comenzaban a moverse pues había vida ahí debajo.
Pero este método presentó problemas. El primero: la gente sabía lo que pasaba; y a veces, tristemente, los propios vecinos ayudaban. Además, mirar a los ojos al ser que asesinas genera en ti responsabilidad y un problema psicológico que afectaría a las tropas alemanas a la larga. Finalmente, esta cacería sistemática costaba recursos que debían ser gastados en una economía de guerra, en otras cosas. Así vino después la solución final. Para darnos una idea, el 80% de los asesinatos y muertes, responsabilidad del régimen nazi, sucedieron después de la política de la solución final. Y no, contrario a lo que muchos creen, no se originó de la nada. Se originó en lugares como Namibia, vecino de Sudáfrica, en Armenia, y con la propia población alemana con alguna discapacidad.
Estos ensayos externos se solidificaron a través de una reunión conocida como la Conferencia de Wannsee, que llevó a la creación de campos de concentración —ampliamente dispersos por Europa— y campos de exterminio en Europa del Este. Particularmente siete fueron los de exterminio, pero decenas de miles los espacios se establecieron para concentrar a las víctimas de este régimen. En Europa, seis de cada once personas judías fueron asesinadas. Esto representaba en aquella época, estimativamente, más de una tercera parte de todos los judíos sobre la Tierra. Es decir, más de uno de cada tres judíos del mundo fueron asesinados durante el Holocausto. Al día de hoy, el rango de crecimiento de la población judía no ha logrado recuperar el número de judíos existentes a nivel mundial.
¿Pero qué lecciones nos enseña el Holocausto? Dentro de las muchas enseñanzas de las que el Holocausto nos permitiría abrevar, hay dos que quisiéramos rescatar particularmente:
La necesidad de empatía con aquellos que son diferentes; entendiendo que la diversidad en las sociedades, cuando se acepta, implica riqueza. Esta práctica la conocemos también como tolerancia.
2. La memoria es una necesidad para el aprendizaje, y el aprendizaje es hacer nuestra esa memoria que no pertenece a una raza, nacionalidad, etnia o religión. Esto nos evita repetir los errores; y que cuando se pudieran repetir, aquellos que conocemos la historia y reconocemos las señales, podemos hacer nuestra parte sin permitir que la indiferencia avance.
Recuerdan que conmemoramos este día también para recordar nuestra responsabilidad, pues esa responsabilidad, la de todos nosotros, será la que nos permita evitar que hechos parecidos a estos se repitan. Hoy más que nunca, Memoria y Tolerancia.
**
Para conocer más sobre este tema, te invitamos a visitar el Museo Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México. Aquí te compartimos la página oficial y sus redes sociales:
Página oficial
**
Desafortunadamente, el siglo XX estuvo marcado por genocidios que cambiaron a la humanidad. Debemos conocer y recordar cada uno de ellos, para tener siempre en mente que jamás será válido atentar en contra de la vida de millones sólo por ganar guerras inútiles y despiadadas.