Si pudiéramos describir el periodo electoral con una palabra, sin duda sería violencia. Una violencia que ya mató a 120 políticos… y seguimos contando; violencia que divide aún más a una sociedad ya dividida por el odio y el coraje; violencia símbolo de la intolerancia que nos acecha de cerca; violencia cibernética, violencia física, violencia que decide quién vive y quién muere, quién gobierna y quién no. A veces, tras reflexionar nos preguntamos: “¿cuál democracia?”.
¿La de los que ya decidieron por nosotros? ¿La de los asesinos? ¿La de los asesinados? ¿La de los ciudadanos? ¿Cuál? Porque si algo es seguro es que mientras nosotros defendemos a nuestros candidatos o discutimos mediante redes sociales con los ojos puestos en nuestros celulares, detrás, en el mundo real, aquellos que asesinan ya votaron.
Estas elecciones, que son las más grandes históricamente, han dejado en claro una cosa: la realidad democrática de nuestro país, es triste. No existen condiciones de igualdad y competencia justa y sana para garantizar la seguridad de aquellos que compiten. Hablamos de 120 políticos asesinados —102 hombres y 18 mujeres.
La ONU, por su lado, ya ha calificado este proceso electoral como el más violento de la historia. En las elecciones de 2011/2012 hubieron nueve asesinatos políticos. Lo que significa que la violencia aumentó en un 1.255%; y aunque existe un Fondo de Apoyo a la Observación Electoral (FAOE), la verdadera efectividad del sistema democrático se ve amenazada no sólo por la violencia, sino por la compra de votos, la corrupción y la falta de una sociedad que se informe e involucre en procesos que definirán el rumbo que como nación emprenderemos.
Con lo anterior no se pretende invalidar la democracia en México, pero sí se debe hacer ver que la violencia existe en todo ámbito y que ahora nos tiene divididos. No vivimos en países distintos, diferir en ideología no es sinónimo de división. Hay que conocer la situación actual del sistema político en México, sus amenazas y sus retos, pero también sus soluciones.
¿Pero existen realmente esas soluciones? Nos respondemos que sí, que sí existen y somos nosotros, los ciudadanos. Ciudadanos que saben que el futuro del país no sólo está en manos de aquel que gobierna; basta ya de creer que los errores son únicamente presidenciales. Es momento de que asumamos el papel y la responsabilidad que como ciudadanos nos toca; ya que salir a votar es dar el primer paso, pero hacer valer nuestros derechos, exigir a quien resulte ganador resultados e impulsar un cambio en conjunto, es el camino que como sociedad nos hace falta conocer y caminar. ¿Para qué? Para una democracia efectiva, para no volver a votar en boletas manchadas de sangre.
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