Una vez que la Primera cruzada logró el objetivo de arrebatar Jerusalén de los sarracenos, los reinos cruzados tuvieron que pelear por sobrevivir en un mundo que les era completamente ajeno. Uno de los tantos problemas que tuvieron estos reinos, era contar con ejércitos entrenados y disciplinados en el campo de batalla, dado que en general recibían grandes grupos que poco o nada sabían de las penurias de la vida militar.
Aunque grupos de caballeros bien entrenados hacían su aparición de vez en vez en Tierra Santa, no eran suficientes para cubrir las necesidades de los cuatro territorios. En 1120 dC por iniciativa de Balduino II, rey de Jerusalén, un grupo de estos caballeros hicieron los tres votos de obediencia, pobreza y castidad, ante el obispo de Jerusalén, esto con el fin de convertirlos en una fuerza a las órdenes de la Iglesia y a su vez, en un grupo armado a las órdenes del reino. A este grupo se le donó una parte de edicio donde solía estar el templo de Salomón, fueron desde entonces conocidos como el nombre de Militia Salomonica Templi, también por Frates Templi o simplemente como Templarios.
Los Caballeros Templarios fueron una de las tantas órdenes de caballería que surgieron con el fin de defender los territorios arrebatados a los musulmanes, sin embargo son también conocidos por su inobjetable capacidad de hacer y administrar dinero, habilidad que los hizo inmensamente ricos. Los Templarios prestaban dinero a las casas reinantes de Europa, que veían con malos ojos la gran riqueza que la orden administraba.
En octubre de 1307, por órdenes de su principal deudor, el rey Felipe V de Francia, los Templarios fueron arrestados y llevados ante la Inquisición por los cargos de secrecía, fraude y herejía. En el caso del cargo por “herejía”, los inquisidores basaron su acusación en la extraña ceremonia de iniciación que llevaban a cabo los templarios.
La ceremonia de inciación
Fijamente, el preceptor examinaba tres veces al postulante para saber si era apto para entrar al temple, cuestión importante dado que debían ser también físicamente aptos, después el postulante era apartado a una habitación privada donde se le daba a conocer el reglamento templario y le hacía saber la dureza de la vida en la orden y terminaba con la frase: “¿Sabrá soportar lo insoportable?”. A lo que el candidato generalmente contestaba afirmativamente.
Después, el postulante hacía los tres votos monásticos de pobreza, obediencia y castidad, después se quitaba sus antiguas ropas y tomaba las religiosas, y una vez que el preceptor ponía la hebilla del temple sobre su cuello, era un recluta de la orden.
Una vez que el recluta había sido iniciado, era llevado a un cuarto apartado o a un lugar aislado y el preceptor le pedía respaldara con hechos lo que había prometido en su iniciación. Y sin mucha explicación le pedía escupir la cruz y renegar de Cristo, el recluta que recién había sido iniciado generalmente se negaba, el preceptor le recordaba sus votos de obediencia, algunos simplemente obedecían, pero otros se negaban rotundamente pues también habían jurado defender la fe.
Los registros no ofrecen mucha información sobre lo que pasaba a continuación o por lo menos parece que variaba según quien llevaba a cabo la iniciación, a veces el cófrade aceptaba la firme convicción del novicio, a veces reaccionaba violentamente y le comenzaba a golpear violentamente y amenazarlo con la cárcel o la muerte.
Luego el preceptor paraba y daba el beso de la fraternidad monástica en la boca, algo común incluso en otras órdenes de caballería, el recluta debía ahora dar otros dos besos al preceptor, uno en el ombligo y otro en la parte posterior. En general estos dos últimos eran dados sobre la túnica, pero algunos templarios describieron que su preceptor les pidió besarles el trasero desnudo y otros más que les fue pedido in virga virili.
Finalmente el preceptor invitaba al novicio a no tener relaciones con mujeres, y si no podía llevar una vida en castidad, le pedía se uniera a sus hermanos y no se negara a ellos si le pedían favores sexuales.
Una vez terminada la ceremonia, el preceptor le pedía al nuevo templario que se acercara con el capellán de la orden para que todo lo hecho durante la iniciación fuera perdonado y olvidado. En general el capellán les decía que todo lo hecho no había sido grave y que si se arrepentían serían perdonados. No obstante, muchos de los reclutas acudían a sacerdotes agustinos, dominicos y franciscanos para su confesión y quedaban pasmados por las descripciones de los nuevos templarios.
Arresto e investigación
Cuando en 1307 los caballeros templarios fueron arrestados, estos pasos fueron descritos por todos los miembros de la orden que fueron “interrogados”, aunque bajo fuertes procesos de tortura, los inquisidores sacaron mucho más a la luz.
“¿Que en todas las provincias los templarios tenían ídolos, es decir, cabezas, algunas con tres caras y otras con una sola, y que en algunos casos tenían un cráneo humano”.
Con lujo de violencia, se dieron a la tarea de confirmar los cargos, quemando a algunos, rompiendo los brazos y piernas de otros, arrancando sus dientes y con otros horribles tipos de tortura finalmente tenían lo que se les había encomendado, la expresa confesión de muchos caballeros de la Orden del temple de adorar a un ídolo, le llamaban Bafomet.
Aunque la existencia de dicho demonio nunca pudo ser confirmada, puesto que jamás se encontró figura alguna de Bafomet, más extraño aún, todos los templarios torturados describieron un ídolo distinto; una figura a veces andrógina, a veces con cabeza de gato y otras muchas barbuda y con cuernos, y nadie pudo asegurar su localización exacta para que fuera encontrada por los inquisidores. Algunos sostienen que Bafomet era una creación de la Inquisición para poder condenar a los templarios de una buena vez, otros dicen que era un ídolo que los templarios usaban durante la iniciación para probar al recluta, jamás lo sabremos.
Justificación y desenlace
¿Por qué hacían los templarios este ritual de iniciación? Aunque pareciera que tenía la intención de pervertir a cada iniciado, en las declaraciones de los mismos interrogados, se sabe que tenía la intención de saber el perfil de cada recluta. El preceptor analizaba las reacciones del recluta ante actos espontáneos y así sabía qué rol podría jugar dentro de la Orden. Se esperaba que obedeciera sin objeción pero también que resistiera a escupir en la cruz, aunque se le ordenara. Era en todo sentido una forma de prueba psicológica para saber si el recluta podría estar en el campo de batalla o limpiando los establos; era la forma en la que los templarios conocían a quienes se estaban iniciando.
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Bibliografía:
Frale, Barbara. Los Templarios. Madrid: Alianza Editorial, 2008.
Desgris, Alain. Misterios y revelaciones templarias. Barcelona: Belacqva, 2003.
Riley-Smith, Johnathan. Oxford Illustrated History of the Crusades. New York: Oxford University Press, 2005.