Los relatos de la Antigüedad Clásica están plagados de batallas épicas en distintos ambientes de Europa, Asia occidental y el norte de África. Fueron protagonizados por una de las civilizaciones que más ha maravillado al hombre contemporáneo debido a su misticismo, cultura, cosmovisión y, sobretodo, lo poco que se conoce de ellas.
Una de las figuras más atractivas –que ha sido explotada por los medios masivos de comunicación: televisión y cine- es la de Alejandro Magno, quien a sus 33 años logró forjar un imperio que iba de Macedonia hasta las tierras del río Indo.
Alejandro II de Macedonia nació el 20 o 21 de julio de 356 a.C., hijo y sucesor de Filipo II de Macedonia y Olimpia de Epiro. Desde muy temprana edad fue preparado para reinar, tanto en el área militar como en la intelectual, por su mentor: Aristóteles.
Subió al trono en el 336 a.C. luego del asesinato de su padre. Sus primeros años de gobierno fueron dedicados a imponer a los pueblos que estaban bajo el mandato de Macedonia, que tras la muerte de su padre se revelaron; así logró reconquistar Tesalia, Tebas y obligar a Atenas a reconocer su supremacía. Macedonia se había convertido en un poderoso estado militar que dominaba indirectamente a Grecia por la Liga de Corinto (federación de estados griegos creada por Filipo II, con el propósito de establecer la paz con las polis griegas y unirse contra el Imperio Persa). Después de esto se hizo llamar Hegemon, siendo así el gobernante de toda Grecia.
Después de esta reconquista, emprendió su siguiente proyecto: la conquista del Imperio Persa. Se encaminó hacia Asia menor, y a su paso por Troya honró la tumba de Aquiles, a quien consideraba su héroe.
Su primera batalla fue contra los sátrapas en la batalla del Gránico, en la que fueron vencidos los persas, y las ciudades griegas se rindieron ante Magno. En el 333 obtuvo la victoria frente a Darío III en la batalla de Isos, después conquistaría Fenicia en el 332 y de allí se dirigiría a Egipto, cuya civilización apoyaba su lucha contras los persas, ya que habían sido atacados por ellos en dos ocasiones: de 523 a 404 a.C. y de 343 a 332 a.C. Los egipcios veían a Alejandro como salvador y liberador, por lo que se le concedió la corona de los dos reinos (alto y bajo Egipto), siendo nombrado faraón en Menfis en el 332 a.C. Un año después fundó la ciudad de Alejandría, en una zona costera del delta del Nilo, donde se buscaba el desarrollo cultural y económico.
Después se trasladó hacia el área de Mesopotamia, que conquistaría en la primavera del 331 a.C. Allí mismo se enfrentaría a Darío, a orillas del río Tigris, donde el rey persa sería vencido una vez más. Gracias a esta victoria Alejandro logró entrar en Babilonia y después a Susa, la vieja capital del imperio persa, mientras que Darío huía al interior de su imperio en busca de refuerzos.
Ocupo Persépolis en el 330 a.C. –capital ceremonial del Imperio Aqueménida o Persa-, seguiría a Ecbatana donde encontrarían el cuerpo de Darío III, que había asesinado por Bessos –un noble persa-. Se proclamó emperador de los Auqménidas y se lanzó a conquistar más territorios, sometió: Partia, Aria, Drangiana, Aracosia, Bactriana y Sogdiana, también dio muerte a Bessos. En este momento ya controlaba Asia central y el actual Afganistán, por lo que continuaría con su expansión buscando la conquista de la India. Sólo logró incorporar el área occidental del país indio, ya que sus tropas se negaron a seguir luchando luego de batallas largas y agotadoras.
A la par de estos movimientos militares, se casó con la princesa Roxana, hija del sátrapa Oxiartes de Bactria; Barsine-Estatira, hija del rey Darío III; y Parysatis, hija del rey Artajerjes III. Fue padre de al menos dos niños: Heracles de Macedonia, nacido en el 327 a. C. de la princesa Barsine, y Alejandro VI de Macedonia, nacido en el 323 a. C. de la princesa Roxana.
A la edad de 32 años su imperio se extendía hasta el valle de Indo, por el Este y hasta Egipto, por el Oeste. Con esto extendió la influencia de la civilización griega y preparó las huellas a seguir para la expansión romana y los reinos de periodo helenístico.
Amante del arte y la cultura, fundó varias ciudades y supo controlar su imagen al encargar la reproducción de su efigie a sólo tres artistas: el escultor Lisipo, un orfebre y el pintor Apeles. La ambición de Alejandro era la unificación del territorio geográfico bajo un “imperio de síntesis”, con lo que comenzó con la unificación monetaria, abrió las puertas para un comercio inmenso, impulsó las expediciones geográficas, desarrolló caminos y canales de riego, y se impuso el griego como la lengua común.
Se han elaborado varias teorías sobre la muerte del emperador, ya que murió a los 33 años. Se cree que fue víctima de malaria, tifoidea, paludismo o de envenenamiento. Murió el 10 de junio del 323 a.C (otros autores afirman que el 13) en el palacio de Nabucodonosor II en Babilonia. Su muerte causó un colapso en el imperio y su inminente desaparición, ya que no tenía ningún heredero (su hermano Filipo era deficiente, su hijo Alejandro nacería después de su muerte y Heracles era considerado bastardo). Se desencadenaron luchas sucesorias, los territorios se repartieron entre sus generales: Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro, este último mandó asesinar a la madre de Alejandro, Olimpia, a Roxana, a sus hijos: Alejandro y Heracles, y a Barsine, terminando con la dinastía Argéada.
A los estados resultantes los llamaron reinos helenísticos, los que siguieron con la tradición de llevar la cultura griega. Se formaron tres dinastías:
-Dinastía Ptolomaica: Ptolomeo se convirtió en gobernante de Egipto, quien se mantendría estable y aislado.
-Dinastía Antigónida: con el hijo de Antígono, Demetrio, se establecería en Macedonia como rey y ocuparía también Grecia, y conquistaría los territorios de Casandro.
-Dinastia Seléucida: Mesopotamia y Siria.
Lísimaco obtuvo Tracia y Asia Menor pero no fundó ninguna dinastía, pues no consolidó su poder ni sus territorios.
Mucho se ha dicho de la sexualidad del emperador –como de muchas otras figuras de la antigua Grecia-. Se dice que Hefestión, su comandante de caballería, fue uno de sus amantes. También se ha planteado que tuvo como amante a Bagoas, un eunuco quien también fue amante de Darío III.
La cuestión de la homosexualidad o bisexualidad de Alejandro ha sido punto central de diferentes discusiones entre eruditos del tema; sin embargo estos conceptos son considerados como anacronismos, ya que la noción de “homosexualidad” no existía en ese periodo, sino que la atracción sexual entre hombres era vista como normal y parte universal de lo que conforma a la naturaleza humana, el hombre de la antigüedad era atraído por la belleza y juventud, sin importar el sexo.
Sin embargo, dejando de lado la controversia de este personaje, es innegable que es una de las figuras más importantes de la Historia, ya que logró la apertura del mundo antiguo hacia nuevos horizontes, desconocidos para la mayoría de quienes habitaban estas zonas geográficas.