“Teníamos chalecos salvavidas, pero el barco se hundió porque varios pasajeros se levantaron. Yo sostenía la mano de mi mujer, pero mis hijos resbalaron de mis manos. Estaba oscuro y todo el mundo gritaba, por eso no escucharon mi voz. Intenté nadar hasta la costa siguiendo las luces, pero no encontré a mi familia”.
Abdála Kyrdi huyó de la ciudad siria de Kobani debido a la guerra que azota el país desde hace un par de años. Junto a su esposa y dos hijos, de cinco y tres años, Kyrdi cruzó la frontera con Turquía y se dirigieron a la costa, donde tomaron un bote que los llevaría a la isla griega de Kos. Una vez en territorio europeo, la familia buscaría un país donde establecerse. Sin embargo, su bote naufragó en el mar y provocó la muerte de 12 de las 17 personas que viajaban a bordo.
Algunos de los cuerpos de las víctimas aparecieron a orillas de un gran resort turco, y que tras confirmar el naufragio, se supo que se trataba de refugiados sirios. En tierra, la fotógrafa Nilüfer Demir, quien cubre el conflicto de la inmigración para un medio turco, tomó la fotografía del cadáver de un niño en la playa.
A pesar de que Nilüfer cuenta con una importante experiencia en temas de migración, la imagen de un niño de tres años la conmocionó. “Solo quería mostrar el dolor que yo sentí a ver a Aylan”. Rápidamente la imagen se viralizó en redes sociales, y fue retomada por múltiples medios que abordaron la foto de Nilüfer para detallar sobre la cuestión de los refugiados sirios. Investigaciones posteriores revelaron que la familia había buscado asilo en Canadá, donde reside la tía de Aylan, pero el gobierno nunca contestó, por lo que la familia intentó otro camino para salvarse.
La imagen a su vez desató un debate en los principales periódicos del mundo. ¿Hasta que punto debía llegar el medio para concientizar al lector sobre la cuestión de los migrantes en Europa? Algunos periodistas afirmaron que “era necesario confrontar al público con el sufrimiento de la guerra en Siria”, mientras que los editores consideraron preocupante publicar una imagen tan fuerte, que se prestara a vender ejemplares a través del sensacionalismo. En realidad, fueron pocos los medios que apostaron por la fuerte fotografía de Aylan muerto bocabajo en la playa, y en su lugar, presentaron la historia con una imagen de un policía cargando el cadáver del niño. Particularmente, al interior de la sala editorial del periódico El Mundo se discutió el tema, con siguiente conclusión:
“Es una foto que informa y editorializa… La foto de ‘un niño que podría ser hijo de cualquiera’, pero que es en realidad un hijo de ‘los nadies”.
¿Es ético convertir a un niño inocente en un ícono de la indiferencia humana? ¿Requiere el mundo una imagen tan controversial para fijarse en una de las crisis humanitarias más graves de las últimas décadas?
La cuestión de los refugiados sirios se remonta a la guerra civil siria, que inició en 2011, año en el que el país experimentó una serie de protestas contra el gobierno de Bashar al-Assad. La prensa internacional detalló al respecto que la guerra civil era parte del efecto domino de la “Primavera árabe”; movimientos civiles y políticos encaminados a promover los valores democráticos en el mundo árabe. Sin embargo, la opinión de otros expertos hablaba de la intención de Occidente por instaurar un gobierno a fin a los intereses de la OTAN, considerando su riqueza y posición geopolítica como vecino de Irán. El movimiento opositor al gobierno pronto se convirtió en una facción militar, con capacidad tecnológica y armamentística que se enfrentó a gran escala con el gobierno sirio.
Asimismo, el norte de Siria experimenta otra gran crisis política, pues la población kurda mantiene una demanda histórica por crear su propio país, aunque han sido ignorados por la comunidad internacional. El conflicto en el país árabe se complicó en 2013, cuando el movimiento “Estado islámico de Irak y el Levante” encabezó una nueva “guerra santa” en el país. En medio de ese gran conflicto de poderes políticos y militares, la población civil quedó atrapada. Así comenzó la huida desesperada de cientos de miles de sirios hacia los países vecinos: Turquía, Líbano y Jordania recibieron a miles de personas, pero pronto los campamentos fueron insuficientes.
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Pronto, el Mar Mediterráneo recibió a una nueva población migrante, la cual se sumó a los cientos de miles de africanos y magrebíes que ansiaban llegar a las costas europeas para viajar hacia al norte y establecerse en los países más desarrollados. La crisis europea de migrantes, la mas importante desde la Segunda Guerra Mundial, ganó revuelo en abril de este año cuando un par de embarcaciones naufragaron en el mar y provocaron la muerte de por lo menos 1,200 personas. Los medios parecían aprovechar la oportunidad de cualquier naufragio para rellenar los espacios noticiosos, centrando una dinámica macabra alrededor de cifras, números y nacionalidades. 900 muertos catalogados como una tenebrosa cifra, pero ningún nombre, historia o sueño.
A diferencia del resto de ocasiones en que los medios han posado su lente en la cuestión de la migración, esta vez se dio a causa de una historia particular, un nombre y una edad. Algunos medios han catalogado el hecho como una fotografía que ‘logró’ la atención mundial en el conflicto sirio, ¿pero a qué costo? Parece inevitable pensar que el mundo sólo se fijará en aquello que incite el morbo, el fenómeno viral en redes sociales, y por supuesto el sensacionalismo. Desafortunadamente, la imagen también fue objeto de manipulación digital y se convirtió en un meme absurdo con frases sentimentales; o como ‘inspiración’ para ilustradores que no comprenden lo sensible de la fotografía. Ridículo.
Según el portavoz de la oficina del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU, más de 2 mil 500 migrantes han muerto o desaparecido en sus intentos por llegar a Europa. Mientras tanto, Europa debate eternamente respecto a políticas migratorias; mismas que van desde el cierre total de las fronteras como el caso español hasta la apertura alemana para acoger a refugiados de un conflicto que mientras siga siendo financiado por estos mismos países no terminará.
“Ayuden a los sirios, necesitamos ayuda ahora. Detengan la guerra en Siria y no iremos a Europa, sólo háganlo. Sólo eso”, afirmó Kinan Masalmeh, un niño de 13 años que desde hace meses espera que un tren los lleve de Budapest a un nuevo destino, lejos de la guerra y el terrorismo.
Nota: Por políticas editoriales, hemos decidido no publicar la fotografía tomada por Nilüfer Demir.
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Referencias:
The Guardian
New York Times