Es 1888 y Yucatán es quizás el mejor reflejo del porfiriato: de un lado a otro del Paseo de Montejo, la avenida más importante de Mérida, se levantan residencias de lujo y palacetes que emulan a los bulevares parisinos. Al interior, amplias escaleras de mármol con remates neoclásicos dan cuenta de la metrópoli más lujosa de toda América, mientras el camellón atestigua desde la vanguardia la llegada del tranvía y la electricidad a México.
Una década antes, al tiempo que el gobierno de Porfirio Díaz era reconocido por los Estados Unidos, nacía Elvia Carrillo Puerto en Motul, al noreste de la capital yucateca. La pequeña ciudad experimenta un crecimiento sin precedentes y al igual que Mérida, a unos cuantos kilómetros de los centros residenciales, la miseria y explotación se hacen presentes: la millonaria industria del henequén opera a sangre y fuego en el sureste, donde los peones acasillados (en su mayoría indígenas mayas) suponen la otra cara de la maquinaria porfirista, cuyo gobierno sostiene una guerra de baja intensidad contra los indígenas mayas a causa del territorio.
Las haciendas de producción controlan el monocultivo y la mano de obra se somete al régimen más cruento, perpetuando una relación de trabajo esclavo que se apodera de más de un millón de hectáreas y concentra la riqueza en poco menos de 800 familias, que forman un grupo que controla el grueso de la actividad económica y política en el sureste para su beneficio. Se trata del Yucatán en el que crecieron Elvia y sus hermanos, un sitio con tanta riqueza como desigualdad económica, cuyo carácter habría de marcar decisivamente el pensamiento de Carrillo Puerto.
Durante su primera década de vida, Elvia aprende a dominar tanto el español como el maya y más tarde recibe la instrucción de Rita Cetina Gutiérrez, maestra y brillante feminista que luchó por la educación laica y la igualdad de género en el Yucatán de la segunda mitad del siglo XIX. Con apenas trece años (1891), Carrillo contrae matrimonio con un hombre llamado Vicente Pérez Mendiburo y durante esta época, se desenvuelve como maestra y aprende a mecanografiar, sin olvidarse del clima de opresión y desigualdad de su natal Motul.
Una década más tarde, la situación en Yucatán resulta insostenible y el contexto de Carrillo Puerto le obliga a actuar en consecuencia con su pensamiento: su instrucción feminista y la influencia de Serafín García (un sacerdote avecindado en Motul con ideales anarquistas y una vasta biblioteca de pensamiento político) le llevan a formar parte de la rebelión de Valladolid, una insurrección gestada con anterioridad al Plan de San Luis y el levantamiento maderista, que tenía como objetivo derrocar al poder político y económico que controlaba el estado, encabezado por Enrique Aristegui, mano derecha de Díaz y Olegario Molina, representante del poderío de la industria henequenera en el sureste mexicano.
El movimiento fue sofocado rápidamente y Elvia regresa a Motul, donde retoma su rol de maestra y se une al clamor de la Revolución maderista como mensajera y propagandista de la democracia. En 1912, luego de que su hermano Felipe fuera encarcelado en Mérida, Carrillo Puerto funda la Primera Liga Feminista Campesina, organización dedicada a instruir a las mujeres en la igualdad de género y los derechos políticos de la mujer. Tales planteamientos fueron expuestos tres años después en el Primer Congreso Feminista de México, cuya creación vanguardista estuvo altamente influenciada por las ideas de Elvia y su difusión por todo Yucatán en escritos propios, en español y maya.
Para entonces, Elvia es reconocida como una líder feminista con ideas radicales, que incomodan constantemente al carrancismo y a las demás posturas liberales que pretenden hacerse con el poder mientras la Revolución se acerca a su fin. En 1917, Carrillo Puerto inició un periodo de activismo dedicado a la difusión del feminismo y lo necesario que resultaba en aquél entonces: en su estado natal organiza campañas de alfabetización, salud sexual y control de la natalidad, además de organización campesina femenina y un tema que le parecía urgente de resolver en México, el derecho al voto de las mujeres.
Dos años más tarde y después del acoso ordenado por Venustiano Carranza a cargo del Coronel Isaías Zamarripa de destruir la estructura feminista y socialista en el Sur del país, su hermano Felipe debe huir a los Estados Unidos, mientras Elvia migra a la Ciudad de México, donde funda la Liga Feminista Rita Cetina Gutiérrez y continúa con su activismo a favor de la mujer y contra la desigualdad económica. Al mismo tiempo, ejerce presión y propicia un debate al gobierno directamente emanado de la Revolución sobre el voto femenino que por supuesto, es rechazado por el legislativo.
La prensa conservadora de Yucatán no duda en cargar contra su imagen y es constantemente calumniada, ganándose los peyorativos de “suffragette bolchevique” y “Monja roja del Mayab”. No obstante, Elvia vuelve a Yucatán en 1922 luego de que Felipe Carrillo Puerto lograra vencer y ser elegido como gobernador del estado en el año previo. Entonces Elvia se convierte en la mano derecha de Felipe y lidera la Liga Feminista, esta vez con más actividades como organizaciones cooperativas de producción y venta, mientras elimina la prostitución, instaura guarderías para las madres trabajadoras y realiza análisis de las zonas más marginadas del estado.
La odisea de los Carrillo Puerto en Yucatán duró tan solo dos años: en 1924, es asesinado el gobernador, Felipe y tres de sus hermanos, presumiblemente por antiguos dueños del consorcio henequenero. Elvia, entonces Diputada estatal, se mantuvo estoica hasta que el acoso le obliga a renunciar a su cargo y volver a la Ciudad de México, donde combinó su militancia con trabajos en el gobierno como investigadora y oficinista. Instalada en la Ribera de San Cosme después de ganar un curul en San Luis Potosí y sufrir un atentado, Carrillo Puerto nunca dejó de luchar por el sufragio femenino; respondió con brillantez al contexto de su tiempo, enarbolando el feminismo y la lucha por la igualdad económica como causas urgentes en el inicio del México contemporáneo, que ahora más que nunca, requiere revivir su memoria y reivindicar a las mujeres como primer paso para salir del derrotero en que se encuentra inmerso.
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Referencias
Lemaître León, Monique J., “Elvia Carrillo Puerto: La Monja Roya del Mayab”, Northern Illinois University, 1997.
“La Revolución de las mujeres en México”, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, SEP, 2014.