¿Infectarías con una enfermedad terminal a niños discapacitados para mejorar la vida de los demás?

El pozo de serpientes Asco, miedo y repudio. Niños con discapacidad intelectual andando alrededor de un edificio con sólo unos harapos puestos como ropa. Sucios, casi en los huesos, sufriendo por un profundo dolor en su costado. Parecen hijos de la radiación. De piel amarilla, sufren y apenas pueden expresarse. Para sus protectores no importan,

¿Infectarías con una enfermedad terminal a niños discapacitados para mejorar la vida de los demás?

El pozo de serpientes

Asco, miedo y repudio. Niños con discapacidad intelectual andando alrededor de un edificio con sólo unos harapos puestos como ropa. Sucios, casi en los huesos, sufriendo por un profundo dolor en su costado. Parecen hijos de la radiación. De piel amarilla, sufren y apenas pueden expresarse. Para sus protectores no importan, «de cualquier forma se iban a enfermar», dicen. Sólo son conejillos de indias para sus experimentos. «Es un pozo de serpientes», dijo Robert Kennedy, hermano del recién fallecido presidente John F. cuando vio semejante horror.Cuando el mandatario fungía como senador, en 1965 visitó la Willowbrook State School para corroborar que los niños discapacitados que estaban internados ahí estuviesen recibiendo un trato digno, como se esperaba de la institución que fue construida en Staten Island, Nueva York, desde 1930. Lo que encontró fue el resultado de 15 años de experimentación en niños inocentes bajo la supervisión del Doctor Saul Krugman, los cuales, según el experto Maurice Hilleman, «fueron los experimentos médicos más poco éticos que se han llevado a cabo en niños estadounidenses».

Hepatitis obligatoria

La Willowbrook State School fue creada como una institución especial para los discapacitados intelectuales. Aunque fue pensado como un lugar para darle educación especial a los residentes, en realidad era un claro ejemplo de cómo se trataba con negligencia a las personas con distintas capacidades en Estados Unidos a mediados del Siglo XX. Los internos no eran sometidos a terapias, ni a ejercicios para desarrollar habilidades, sino que eran ignorados y –muchas veces– abandonados por sus familias, ya que se creía, no había ningún tipo de posibilidad para ellos.La situación de los “alumnos” era deplorable. Seis mil personas habitaban la institución, dos mil más de su cupo original. La higiene era mínima y, de acuerdo con un artículo de la investigadora Julie Zundel, posiblemente eso causaba que de entre 30 a 50 % de la población de la escuela contrajera el virus de la Hepatitis B, hecho que llamó la atención del Dr. Krugman, académico de la Universidad de Nueva York, quien había comenzado a analizar su comportamiento, tratando de desarrollar una vacuna. El científico inició una serie de experimentos en la escuela que se alargaron por 15 años.

El experimento consistía en analizar el comportamiento del contagio en niños menores de 10 años. Krugman decidió enfermar de Hepatitis a los que no tuviesen el virus. Después de algunos estudios, el doctor notó que el sistema inmunológico de los infantes que tenían la enfermedad desarrollaban anticuerpos que buscaban eliminar el virus. El hombre decidió sacar los anticuerpos de esos pequeños y dárselos a los que no tuviesen la enfermedad para después exponerlos a ella. El experto pensaba que los anticuerpos con la enfermedad podrían causar inmunidad… y estaba cerca de tener la razón.En el papel, el experimento era un buen análisis del comportamiento del sistema para desarrollar una vacuna. Un proyecto ambicioso que buscaba beneficiar a la humanidad para evitar más muertes o problemas causados por esa enfermedad. Sin embargo, lo que vio el Senador Robert Kennedy 15 años después de que comenzaran los experimentos fue un shock: los pequeños vivían en espacios reducidos, sin cuidados, sucios, enfermos y sufriendo. La negligencia por parte de los médicos y de los empleados de la escuela (de los cuales algunos ya estaban enfermos) fue el motivo para que la pesadilla llegara a su fin.A pesar de lo anterior, el instituto continuó siendo un centro inhumano para los discapacitados intelectuales. El galardonado periodista Geraldo Rivera llevó a cabo una profunda investigación sobre la escuela y presentó imágenes insólitas. El lugar fue señalado como un «almacén para retrasados mentales». La culpa del sufrimiento de los pequeños no era sólo del gobierno ni de la institución, sino de las miles de personas que abandonaron a sus hijos en ese lugar.

La ética de la medicina

El debate principal que existe alrededor del caso de la escuela Willowbrook versa sobre la ética del Dr. Krugman de contagiar del virus a niños pequeños como parte de sus experimentos. Aunque su trabajo fue de gran ayuda para desarrollar la vacuna contra la Hepatitis e identificar las diferencias entre el tipo A y el B, puso en riesgo la vida de niños, manteniéndolos en condiciones deplorables y, según el reportaje de Geraldo Rivera, no tenía ni un mínimo interés por sus vidas siempre y cuando tuviese información útil.A pesar de estos abusos, el hombre no fue castigado, sino galardonado. En 1972 se convirtió en el presidente de la Asociación Nacional de Pediatría en E.U. La institución cerró en 1975 y los jóvenes fueron enviados a diferentes instituciones más dignas. El horror que vivieron (aquellos que podían identificar claramente lo que les sucedía) le ha ayudado a miles de niños alrededor del mundo. Es uno de los casos más controversiales de la medicina moderna.-Krugman tenía un fuerte interés por ayudar a la humanidad, sin embargo, decidió discriminar y tratar como bestias a los discapacitados intelectuales que usó como sus conejillos de indias. Quizá se habría podido hacer algo distinto para conseguir una vacuna. Sin embargo, no hay mucho que podamos hacer al respecto, la medicina se desarrolla a base de horrores y aunque en años recientes cada vez son menores… «Para hacer un Omelette hay que romper algunos huevos».*ReferenciasNY Daily News

Study
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