A una semana de la explosión en la toma irregular de PEMEX en Tlahuelilpan, Hidalgo, el número de víctimas mortales asciende a 109, mientras otros 40 heridos son atendidos en hospitales.
Al mismo tiempo que las primeras fotografías y videos del accidente más mortífero por robo de combustible en la historia de México daban cuenta de la magnitud del desastre, un aluvión de memes y comentarios aparecían en redes sociales exhibiendo un grado inusitado de desensibilización, acompañado del estigma de que –desde la perspectiva de quienes se burlaban–, quienes murieron o resultaron heridos estaban cometiendo un ilícito y por lo tanto, su deceso no era algo de qué lamentarse.
La situación escaló a tal grado, que la Unidad de Policía Cibernética de Hidalgo se pronunció al respecto a través de un comunicado escrito en segunda persona en su cuenta de Twitter, exhortando al «sentido humano y de solidaridad para que guardes el debido respeto por las víctimas de esta tragedia y sus familiares».
Dos días después de la explosión una mujer entrevistada en el panteón municipal incapaz de contener las lágrimas pidió a la gente en redes sociales «que no sean inhumanos, que comprendan el dolor de la gente porque sus memes y otras tonterías que están subiendo duelen, que por favor respeten. Mucha gente se está burlando y pedimos que nos apoyen a localizar a los familiares».
Héctor Vivas, fotoreportero de 32 años de la Ciudad de México tomó su equipo y acudió al sitio de la explosión para tomar fotografías del suceso. Lo que captó aquella noche y los días posteriores es una muestra del lado más humano de la tragedia.
Vivas actualmente trabaja para la agencia Getty Images y llegó a Tlahuelilpan aproximadamente a la medianoche, minutos después de que los bomberos lograron sofocar el fuego. Sólo entonces el país entero comenzó a dimensionar la magnitud de lo ocurrido entre cenizas:
«Cuando yo llegué el área estaba controlada por militares, había personal del ejército resguardando los accesos a la zona cero», afirma el fotoreportero mientras describe el escenario que encontró frente a sí: cientos de personas exigían pasar al área que se mantuvo ardiendo durante más de cinco horas ante la negativa del ejército que acordonaba la zona.
La tensión crecía conforme la desesperación de los familiares por saber de sus allegados. El miedo y la desconfianza estaban justificados. Temían que los soldados enterraran los restos de sus deudos, removieran sus cuerpos sin avisarles o limpiaran la zona sin reparar en las víctimas mortales.
El fotógrafo captó la inquietud de los pobladores y el momento en que presas de la angustia, ignoraron la restricción del ejército:
«Los familiares se juntaron frente al acceso que los militares estaban resguardando y decidieron romper el cerco justo en el momento en el que yo me acerqué al lugar (…) entonces los familiares se saltaron y empezaron a ver los restos humanos; buscaban tratar de encontrar algo que les diera una señal de sus familiares y así poder identificarlos».
Mientras los forenses tomaban pruebas y realizaban su trabajo en el sitio, algunas personas buscaban frenéticamente entre las cenizas algún indicio de que ahí se hallaban los restos de sus familiares. Las fotografías de Héctor Vivas ayudan a comprender en su justa dimensión la tragedia de Tlahuelilpan. Al margen del sensacionalismo, remiten a las historias de dolor y pérdida que comenzaron la noche del viernes 18 de enero.
La madrugada transcurrió lentamente ante la falta de noticias de los familiares. Las certezas acompañas de malas noticias comenzaron a fluir la tarde del sábado. Un mural improvisado con imágenes impresas de los familiares desaparecidos daba cuenta de la incertidumbre del momento.
A pesar de ser un especialista en fotografía deportiva, Héctor Vivas captó en Tlahuelilpan lo que un sinfín de usuarios en las redes sociales fueron incapaces de ver.
Su foto del llanto de un hombre después de identificar los restos de un deudo es una de las más compartidas sobre el suceso y ha provocado reacciones sensibles en un país que se ha acostumbrado a mirar a la muerte con tanta indiferencia como desdén.
«Lo que hacían los peritos era que con algunos objetos personales encontrados en las cenizas llamaban a los familiares para que identificaran a las víctimas. El señor de la fotografía fue a identificar un cuerpo y en ese momento el dieron la noticia de que su allegado era uno de los calcinados…es una historia demasiado profunda…traté de mostrar el lado humano, el dolor de las personas más allá de los cuerpos y del hecho en sí», concluyó el fotógrafo.
Héctor Vivas es un fotógrafo mexicano de 32 años que radica en la Ciudad de México y actualmente trabaja para Getty Images. Conoce más de su trabajo en su Instagram y sitio web oficial.