Por muchos años las Islas Marías fueron consideradas el más alto castigo para los presos mexicanos, pues sólo pensar en la reclusión en ese sitio hacía crecer los más grandes temores. Sin embargo, al paso de los años, las Islas Marías se convirtieron en un “premio” para los reos de baja peligrosidad, quienes podían estar en “libertad” y hasta poder convivir con sus familias, pero las historias sobre tortura, condiciones insalubres, y falta de procesos judiciales que acreditarán su estancia se hicieron presentes.
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Existen diversas historias sobre el descubrimiento de las Islas Marías, la primera de ellas señala que Diego Hurtado de Mendoza, uno de los enviados de Hernán Cortés, descubrió en 1532 un archipiélago en el Océano Pacífico, el cual estaba formado por tres islas y un islote, los cuales fueron bautizados como “Las Magdalenas”, y posteriormente nombradas María Madre, María Magdalena, María Cleofas y el islote de San Juanito.
Una segunda versión sobre el descubrimiento de las Islas Marías fue relatado por Juan de Dios Bojórquez de León, un escrito que señala en su libro “María Madre”, que en el mismo año, el entonces gobernador de Colima, Francisco Cortés de San Buenaventura, envió una expedición al norte, y al regreso descubrieron las islas. Dicho descubrimiento quedó consignado por Hernán Cortés, pero nunca se ordenó una exploración al lugar.
Vicente Álvarez de la Rosa, sería el primer hombre que en 1857 solicitaría un contrato de arrendamiento al gobierno mexicano, para que se le permitiera explorar el archipiélago, pero perdería ese derecho al incumplir el contrato. En ese mismo año, José López Uranga, logró obtener la propiedad de las Islas, pero al ser considerado un traidor a la patria, el gobierno de Benito Juárez decide quitarle las propiedades.
José López Uranga se refugió en la Ley de Amnistía en 1878 y logró recuperar la propiedad de las Islas, pero un año más tarde se las vendería a Manuel Carpena por un total de 45 mil pesos. Carpena comenzó a usar las islas para trabajar las salinas y extrayendo maderas preciosas. A su muerte en 1905, su viuda Gila Azcona de Carpena vende la propiedad a Porfirio Díaz quien convierte el sitio como una colonia penal que al inicio albergó a 190 reos y un profesor.
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Para 1939, bajo el mandato de Lázaro Cárdenas, se firmó un decreto el cual señalaba que el penal quedaba a cargo de la Secretaría de Gobernación. En las décadas de los 40 y 50, los reos considerados de más alta peligrosidad comienzan a poblar la isla, y es cuando comienzan a surgir las historias de los malos tratos y torturas a las que los reos eran sometidos, convirtiéndose en una de las prisiones más temidas en México.
En 1970, el presidente Luis Echeverría visita la Isla en donde recibe cientos de quejas sobre los malos tratos, explotación y la mala alimentación a la que eran sometidos, por lo que ordenó una reforma penitenciaria para convertir a las Islas Marías en un modelo para la readaptación de los presos, cambiando los estatutos de ingreso. Las Islas Marías, son el único centro penitenciario en el que se existen hospitales, escuelas, bibliotecas y almacenes para el desarrollo de los reos y sus familias.
En la actualidad, la visión de la tortura y el temor se han ido disipando, pues aquellos que ingresan a las Islas Marías son considerados reos de baja peligrosidad, pero deben cumplir con ciertas normas, entre las que se encuentran:
– Condena mínima de dos años y máxima de 15
– No ser parte de un grupo delictivo
– Tener entre 20 y 50 años
– No tener ninguna discapacidad y estar sanos
– Ser de bajos ingresos
– No ser adicto a las drogas
– Estar casado o ser concubino fijo para tener familia
– No haber sido policía o servidor público
Si bien podría considerarse todo un “paraíso” al que los reos podrían acceder, la realidad sigue siendo muy distinta, ya que los reos suelen trabajar los 7 días de la semana sin paga alguna o con pagas “simbólicas” por su trabajo. Tienen una playa propia, la cual está custodiada por tiburones que les recuerdan el aislamiento y las bajas probabilidades de salir con vida si intentan escapar. El azul del mar, ahora es sólo es un recuerdo de la libertad que aún están muy lejos de poder recuperar.
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