José Maximiliano Revueltas Sánchez y la insurrección tuvieron un lazo desde su nacimiento, ya que vio luz el 20 de noviembre de 1914, año en el que nacieron Octavio Paz, Julio Cortázar, Efraín Huerta y Nicanor Parra; al parecer, ese año fue benévolo con la literatura, pero más allá de esto, es un hecho que ninguno de ellos fue ajeno a la situación política opresora de la América Latina de entonces; sin embargo, ninguno tomó la rebeldía- sustentada en una consciencia social- de manera tan vital como José.
Para hablar del trabajo de José Revueltas en necesario separarlo en dos vertientes: la literatura y la militancia, siendo así como surgen algunas incógnitas: ¿cuál de las actividades fue más importante para él?, ¿quién formó a quién: el escritor al activista o viceversa?, ¿cuál le dejó más tristezas?José Revueltas tomó las influencias de sus hermanos mayores, Silvestre y Fermín, en todos los aspectos: el arte al que se dedicaron y la ideología socialista que José llevó al límite. Es, de los tres (y de todos los Revueltas) el más disidente.
Hablar de él es hablar de un «hombre que siempre fue sensible, y la sensibilidad es revolucionaria en todos los sentidos».
La vida de José estuvo marcada por una serie de acontecimientos que forjaron su carácter desde muy joven. En primer lugar la muerte de su padre y hermanos (la de Silvestre, por ejemplo, justo cuando José publicó su primer obra literaria) fue un duro golpe anímico, teniendo en cuenta la admiración profunda que sentía por ellos; después, la privación de su libertad en diferentes momentos, los cuales ocurrieron desde muy temprana edad hasta prácticamente la última etapa de su vida; además, tuvo muy poco apoyo hacia su trabajo literario, lo que lo orilló a publicar por sus propios medios, los cuales, dicho sea de paso, eran precarios, y el alcoholismo que pareciera ser rasgo común en los hombres Revueltas, son algunas de las circunstancias que lo convirtieron en quien fue. Todas estas complicaciones, de manera paradójica, inyectaron energía en José: «El sufrimiento, más que arredrarlo, generó en él un entusiasmo de mártir de izquierda».
José, el preso político que se hizo escritor, el escritor que se hizo filósofo, guionista y director. El activista que «ante la voluntad de Leviatán estatal de someterlo física, moral y psicológicamente supo mantener su entereza». El hombre que veía con un humor ácido su situación personal pero que veía su situación social como la más seria y preocupante.
Los padres de José abandonaron para siempre su ciudad natal (Durango) cuando él tenía 6 años, y se establecieron en la ciudad de México, siendo esa época cuando sus hermanos mayores regresaron de E.U.A. (aunque Silvestre retornó al poco tiempo para terminar sus estudios). José y sus hermanas ingresaron al Colegio Alemán, pero cuando su padre murió, los problemas financieros comenzaron, fue entonces cuando José vivió en carne propia las carencias que más tarde defendería; abandonó sus estudios de secundaria y se convirtió en autodidacta.
El pequeño Revueltas vio en la militancia de su hermano Fermín una inspiración y comenzó a simpatizar con el Partido Comunista Mexicano (PCM). En una manifestación para conmemorar la Revolución Rusa, José fue encarcelado por primera vez, tenía 15 años: «Intentó fugarse y realizó una huelga de hambre para exigir que lo trasladaran a la penitenciaria con sus compañeros, pero fue inútil. Revueltas, en efecto, dedicó esta estancia a la lectura». Queda claro que el amor por la lectura no lo adquirió en la escuela. En la obra de José Ángel Leyva El naranjo en Flor, varios de los entrevistados (incluyendo familiares) concuerdan que fue su padre quien inculcó dicho amor por la literatura, sobre todo hacia las obras de Fiódor Dostoievski, escritor ruso del cual José se influenciaría en su estilo literario, mismo que explora la psicología humana, el sufrimiento, los panoramas negros sin salida y el contexto político-social.
Al salir de la cárcel ingresó a las filas del PCM, pero su relación con éste no terminaría del todo bien. Volvió a ser encarcelado en otra manifestación (ya como militante), y enviado durante seis meses a las “Islas Marías”, penitenciaría ubicada frente a las costas de Nayarit; al salir, organizó a obreros y campesinos para que se proclamaran en contra de la situación en la que vivían y fue preso de nuevo para regresar a las Islas, ahora durante 10 meses. Dicha experiencia le sirvió para inspirarse y escribir tiempo después su primer obra: Los muros de agua (1941). Así, a los 20 años conoció la represión total y el encarcelamiento.
Al salir, cumplió uno de los sueños que su hermano Silvestre no pudo realizar: viajar a la URRS Stanilista. A su regreso, siguió trabajando en otras novelas, aunque perdió los textos de la obra El quebranto (la que pudo leer Octavio Paz), y dejó inconclusa Eso también es el mundo. En 1943 publicó El luto humano” con la cual recibió el Premio Nacional de Literatura, aunque el mismo José comentó que nunca recibió un centavo por él.
El siguiente año fue para Revueltas muy importante, se dedicó a escribir cuentos y otra de sus novelas, Dios en la Tierra, además, incursionó por primera vez en el cine, adaptando una obra. Esta experiencia convertiría al séptimo arte en una de sus pasiones. En 1947 obtuvo el premio a la mejor adaptación por el largometraje La otra, y dos años más tarde fue nombrado secretario de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica; después incursionó en el teatro, con un grupo llamado La linterna Mágica, y fue en aquel entonces cuando lo expulsaron del PCM:
«Entre ires y venires del Partido Comunista, pero con una actividad política permanente, va desarrollando su obra literaria con una sed inagotable. Abandona el teatro pero permanece fiel al cine. Su participación en el movimiento estudiantil de 1968 ha sido una de las imágenes más grabadas en la memoria de las nuevas generaciones. Ese hombre maduro, con su barba de chivo, con la sonrisa adolescente o el sueño introspectivo, es el símbolo de los universitarios que todavía lo recuerdan en los movimientos más recientes con el slogan: ¡Ay José, cómo nos acordamos de ti en estas Revueltas!»
Su última estancia en la cárcel, ahora en el Palacio Negro de Lecumberri, fue en la célebre prisión donde también estuvieron Pancho Villa, Demetrio Vallejo y David Alfaro Siqueiros, resultado de su participación en el movimiento estudiantil del 68. Fue ahí donde escribió la que quizá sea su obra más conocida El apando (1969). Los encarcelamientos que vivió a lo largo de su vida (los cuales con humor él les llamaba «becas que me da el estado para estudiar») invariablemente mermaron su salud, aunque nunca quebraron su espíritu. Revueltas dedicó “El apando” al poeta Pablo Neruda, en agradecimiento a una carta que éste escribió al presidente Díaz Ordaz pidiendo su libertad.
José consiguió su libertad en 1971 y tres años más tarde publicó su última obra El material de los sueños. Murió el 14 de abril de 1976. Fue, de los tres Revueltas, quien más tiempo y más intensamente vivió. Su obra que abarca la novela, el cuento, el ensayo, la crítica filosófica, sumado a su actividad y militancia política, además de su incursión en el cine y en las artes escénicas, hacen de Revueltas un personaje entrañable. Un intelectual quizás incomprendido, incluso para él mismo. Un hombre admirado por el intelectualismo y el pueblo por igual. Un hombre comprometido que rompió esquemas. Una vida de carencias que, curiosamente, resultaron alentadoras.
El legado de la familia Revueltas es innegable, los tres artistas lograron, cada uno en desde su trinchera, cambiar para siempre la historia del arte y la educación en México; da click aquí para conocer la historia del mayor de los hermano: Silvestre; asimismo, este enlace te llevará a conocer sobre la vida de Fermín.