Se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios (…) pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.
—Jorge Mario Bergoglio
En 2015 durante su visita a Latinoamérica, el Papa Francisco I dedicó algunos minutos a pedir perdón en nombre de la Iglesia Católica por lo que consideró «graves pecados y crímenes» contra los pueblos originarios. 15 años atrás, Juan Pablo II hizo algo similar frente a miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, cuando en un acto penitencial sin precedentes, pidió perdón por distintos «actos de desprecio, hostilidad, silencios y otras faltas en contra de la dignidad humana», entre ellos la Inquisición y las Cruzadas.
¿Por qué las máximas figuras del catolicismo habrían de hacer tales declaraciones? Conoce algunos momentos históricos de tortura y muerte protagonizados por la Iglesia Católica:
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La Conquista y evangelización de América
Si bien la Conquista de América puede explicarse a partir del proceso histórico de acumulación de capital, la justificación ideológica que en principio consintió la, invasión y el genocidio que terminó con distintas civilizaciones indígenas encontró en la evangelización el argumento de superioridad decisivo para imponer el catolicismo sobre los pueblos prehispánicos.
Con el pretexto de evangelizar a los pobladores americanos y difundir la palabra de Dios en ultramar, millones perecieron ante la cruz y la espada. Fue especialmente útil para la causa el trabajo de algunos misioneros y religiosos, que gastaron cientos de hojas intentado explicar la inferioridad indígena y con ella, esgrimir los argumentos suficientes para esclavizarlos. Resalta el trabajo de Fray Tomás de Ortiz, quien envió al Consejo de Indias un tratado a manera de apología para justificar la explotación y la institución de las encomiendas, llamando “bárbaros” “retrasados mentales” y “brutos animales” a los americanos.
Otros fueron aún más lejos y trataron de convencer al mundo de que los indígenas no eran más que bestias sin alma; sin embargo, esta explicación resultaba en un despropósito falto de lógica para la empresa de la Conquista: si los indígenas no eran personas, no había almas que evangelizar y lo que inició en 1942 no tendría justificación alguna. Finalmente, la polémica finalizó con la bula Sublimis Deus (1537) del Papa Pablo III, que aceptaba la humanidad de los nativos americanos.
Si quieres saber más sobre la polémica del alma como argumento decisivo en la Conquista, no dejes de leer «¿Por qué los indígenas americanos eran vistos como bestias por los conquistadores?»
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La quema de Brujas
Durante la Edad Media, cientos de miles de personas (especialmente mujeres) fueron condenadas a la hoguera o linchadas públicamente. ¿El motivo? La feroz cacería de brujas que ocurrió durante este periodo en la Europa cristiana.
Oficialmente, la quema de brujas inició con la publicación de Summis desiderantes affectibus (1484), una bula del papa Inocencio VIII que corregía la postura oficial de la Iglesia Católica con respecto al asunto de las brujas, aceptando su existencia y el riesgo inminente de la proliferación de estos seres malignos.
El siguiente paso fue la encomienda de un manual para clasificar qué era propio de la brujería y qué era aceptado como normal. El resultado fue el Malleus maleficarum (1487), un libro que explica detalladamente las distintas formas de brujería, sus hechizos más comunes, las características de una bruja, la forma de identificarla y los remedios para minimizar el daño causado por un hechizo de los supuestos seres demoniacos.
En realidad, las personas consideradas brujas eran mujeres que poseían ciertos saberes en botánica, anatomía, reproducción humana o en las propiedades de distintos minerales. En la tradición católica, el conocimiento es considerado peligroso, más aún cuando lo ostenta una mujer. La transmisión de saberes de madre a hija y entre personas del sexo femenino aparecía amenazante a ojos de la moral cristiana y era concebida como propia del demonio.
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Las Cruzadas y la Inquisición
Además de juzgar a “brujas” siguiendo con las máximas del Malleus maleficarum, en la Edad Media se conformó una suerte de tribunal eclesiástico que en sus distintas versiones se encargó de iniciar una persecución contra todos quienes pensaran distinto al credo dominante: la Inquisición. Se trataba de perseguir a los herejes, todos aquellos que practicaban una religión distinta o bien, quienes acumularan saberes distintos a los deseados desde la moral cristiana.
El blanco primigenio fueron los albigenses, cazados por órdenes del Papa Lucio III mediante la bula Ad abolendam en el siglo XII. Un par de siglos más tarde, la influencia clerical se sumó al poder del Estado para juzgar a quienes eran considerados “judaizantes”, cristianos convertidos que predicaban el judaísmo en secreto.
La Inquisición se había convertido en un asunto jurídico propio de los distintos reinos, pero atravesado por el mandato de la Iglesia. A la lista de herejes también se sumaron todos aquellos que a través de ideas “peligrosas” pusieran en duda el canon bíblico. El mejor ejemplo es quizá Giordano Bruno, quien pereció en la hoguera por pensar en mundos infinitos, con soles y Jesucristos igualmente inagotables.
Se trataba de una forma efectiva de exterminar toda posibilidad de pensamiento distinto al religioso. De la mano de la Iglesia Católica, los suplicios sobre el cuerpo tuvieron un auge sin parangón: distintos instrumentos de tortura proliferaron y aún hoy se conservan como muestra de la crudeza, intolerancia y el poder que históricamente ostenta esta institución.
(Conoce más en “La Santa Inquisición, el tribunal que persiguió la herejía”)
Los crímenes contra la humanidad no son parte de un pasado remoto: el robo de niños durante la dictadura en España y Argentina (de la cual la Iglesia formó parte activa) en el siglo XX, los obstáculos y las campañas contra la diversidad sexual, la salud reproductiva y el encubrimiento sistemático de redes de pederastia, todos son temas incómodos que persiguen a la Iglesia Católica a nivel mundial. No hace falta un análisis a profundidad para comprender porqué en México y América Latina el catolicismo pierde adeptos de manera alarmante desde la década de los 70 y deja de ser el credo dominante y totalizador que fue durante siglos.