*Este artículo fue publicado originalmente por or: Alonso Y., el 31 de agosto, 2015 y ha sido modificado
La lectura no siempre está liga a las palabras, podemos leer muchas cosas a partir de otros símbolos menos limitados. Un objeto puede narrar en diversos planos, hablarnos a partir de su función, de sus materiales o de su forma.
Un rostro frío y hecho de piedra que exhala el último aliento de un soberano, pero que en esa exhalación siguen latiendo en los corazones de la cultura maya. Este rostro nos recuerda que esta cultura es un patrimonio vivo, con miles de personas que se expresan y escriben en maya, que producen una enorme artesanía y se desarrollan en la ciencia y en la literatura.
La Máscara de Calakmul
La máscara de Calakmul es una pieza funeraria elaborada en mosaico de jade, concha y obsidiana gris, hallada en la Tumba 1 de la Estructura VII, en la zona arqueológica del mismo nombre, en el estado de Campeche, cuya antigüedad se ubica entre 660 y 750 d.C.
La cosmogonía maya no es un pensamiento lineal, sino que en ella, la naturaleza y la divinidad, lo animal y lo humano, la vida y la muerte, son planos que se entrelazan y conviven continuamente, los tres niveles del cosmos —celeste, terreno e inframundo— son estratos que tienen fronteras claras, pero que están en permanente conjunción.
Estudiando la máscara de Calakmul se puede comprender la cosmogonía maya, en una vertiginosa conjunción de símbolos en armonía. Por ejemplo: las orejeras de la máscara tienen la forma de una flor de cuatro pétalos que representa el modelo del cosmos mesoamericano con sus cuatro direcciones; los colmillos de concha bajo las orejeras de jade son de una serpiente que se hace presente en la máscara para evocar el plano celeste; las aplicaciones de concha en la nariz y boca de la máscara representan el aliento esencial del espíritu. Este objeto es un vehículo para cruzar el umbral espiritual de la muerte, que nos acerca a comprender el profundo misticismo de la civilización maya.
Para los olmecas y los mayas, el color verde del jade representaba más valor e importancia que el brillante oro, y al igual que en el Siglo XV, las tonalidades verdes de esta piedra eran exclusivas de los dioses. Este color significaba para ellos fertilidad, vida y poder. Para estas culturas, el jade fue asociado con el concepto de inmortalidad: era la piedra de la eternidad, del cielo y del aliento. Los mayas utilizaban el jade como elemento funerario de reyes y nobles, a quienes enterraban con elaboradas máscaras, las cuales portaban un trozo de gema en la boca, pasaporte hacia el cielo cuando el espíritu saliera por la misma. El jade facilitaba la ascensión al más allá, y junto con su tonalidad verde, era un bien supremo en las ofrendas divinas.