*Este artículo fue publicado originalmente por Fernanda Belmont el 21 de abril del 2014 y ha sido editado por Cultura Colectiva
El 26 de abril de 1986, el reactor número 4 de la Central Nuclear de Chernobyl, en Ucrania, registró un sobrecalentamiento que derivó en una mortal explosión que emitió 500 veces más radiación que la bomba atómica en Hiroshima, en 1945, lo que significaría una de las peores tragedias nucleares de la historia. A 28 años de los hechos, las reminicencias del desastre persisten en los ciudadanos, sobre todo después de que un tsunami pusiera en alerta la central nuclear de Fukushima, en Japón.
Se llevaba a cabo la simulación de un corte de suministro eléctrico, pero un aumento súbito de la potencia en el reactor produjo el sobrecalentamiento de su núcleo, lo que provocó una explosión de hidrógeno en el interior. La finalidad del experimento era comprobar si la energía en las turbinas podría generar la electricidad suficiente para las bombas de refrigeración en caso de algún fallo. La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito expulsados, materiales radiactivos y/o tóxicos causó directamente la muerte de dos personas empleadas en la planta y 31 más en los tres meses siguientes. La tragedia obligó al gobierno de la Unión Soviética a evacuar a 116 mil personas, lo que provocó una alarma internacional al detectarse radiactividad en al menos 13 países de Europa central y oriental.
El accidente fue clasificado como nivel 7 (accidente nuclear grave) en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (Escala INES) del OIEA, es decir, el de peores consecuencias ambientales, y que sirve como referencia para proyectar y controlar los dispositivos y sistemas de protección de las instalaciones nucleares. El comienzo de un incendio, que no se consiguió apagar hasta el 9 de mayo, aumentó los efectos de dispersión de los productos radiactivos, y la energía calorífica acumulada por el grafito dio mayor magnitud al incendio y a la dispersión atmosférica.
Después del accidente se inició un proceso masivo de descontaminación, contención y mitigación que desempeñaron aproximadamente 600 mil personas (llamadas “liquidadores”) en las zonas circundantes al lugar del accidente, y se aisló un área de 30 km de radio alrededor de la central nuclear, conocida como “Zona de alienación”, que sigue aún vigente. Sólo una pequeña parte de los liquidadores se vieron expuestos a altos índices de radiactividad. Los trabajos de contención sobre el reactor afectado evitaron una segunda explosión de consecuencias dramáticas que podría haber dejado inhabitable a toda Europa.
A pesar de la pronta evacuación, mucha de la población y los liquidadores fueron expuestos a la radiación en algún grado. Algunas de las consecuencias inmediatas al desastre sobre la salud de las personas fueron las siguientes:
Durante los siete meses siguientes al accidente, los restos del reactor fueron enterrados en un “sarcófago” de hormigón y plomo para evitar la difusión de los productos de fisión. La misma recuperación de la zona ha dado lugar a una gran cantidad de residuos radioactivos y equipos contaminados que se encuentran almacenados o enterrados, lo que puede provocar graves afectaciones al ambiente. En 2004 se logró una donación de más de 700 millones de euros para la construcción de un nuevo sarcófago, y el 23 de septiembre de 2007 el gobierno de Ucrania firmó un contrato con un consorcio francés para la construcción que comenzó en abril de 2012 y que se prevee, finalice en verano de 2015. Se proyecta que la construcción de este sarcófago en forma de arca permita evitar los problemas de escape de materiales radiactivos desde Chernobyl durante al menos cien años. Se construirá una gigantesca estructura de acero con forma de arco ovalado de 190 metros de alto y 200 metros de ancho, que cubra por completo la estructura del reactor, el combustible, y los materiales de residuos radiactivos, ya que aún conserva el 95 por ciento de su material radiactivo original, y la exposición a las duras condiciones meteorológicas de la zona amenazan con nuevas fugas.
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