No es una novedad que Disney tome los cuentos e historias más importantes de la literatura para crear una visión alteradamente beige de la realidad. De hecho, es evidente que a esta firma le debemos este mundo de tonalidades pastel o la falsa idea de que a los humanos en su edad más temprana debemos separarles de la cruenta vida cotidiana. En sus narraciones ha desaparecido el terror de existir sobre esta tierra y se ha borrado todo matiz negativo del simple vivir; muchas películas de esta casa son ejemplo de ello y siguen permeando nuestra percepción de lo que acontece.
Casos de gran fama son Pocahontas, Blancanieves, Cenicienta o La Sirenita, como ejemplo de la suavización que Disney persigue en sus filmes animados y en el imaginario de quienes se forman como sus espectadores. Esos todos los conocemos; sin embargo, y más oculto de lo que podríamos imaginar, se encuentra el origen de El jorobado de Notre Dame. Un relato ficticio del viejo París que a fuerza se edulcoró por el sello del ratón más famoso sobre el planeta, que se disfrazó con personajes bondadosos y un mensaje de inclusión para ocultar los irredentos tropiezos de la humanidad.
Esta película animada se basa en la renombrada pero a veces menospreciada novela de Víctor Hugo: Nuestra señora de París, misma que toma lugar en la ciudad de París del año 1482 y que sus protagonistas principales son: Esmeralda –la joven y bella bailarina gitana–, Quasimodo –el deforme y sordo protagonista que toca las campanas en la catedral– y Claude Frollo –archidiácono, villano y padre adoptivo del anterior–.
La historia comienza cuando, gracias a la belleza física de Esmeralda, ésta atrae la atención tanto del estudiante Pierre Gringoire como del capitán Febo de Châteaupers y el mismo Claude Frollo, quien a pesar de su condición de clérigo se enamora de la gitana. Con la excusa de protegerla de los demás gitanos y mantenerla en su halo de pureza, este diabólico ser ordena a su protegido campanero que rapte a la chica, ocasionando así una orden de arresto en contra de Quasimodo.
Durante el azote público, –recibiendo insultos y desprecios del pueblo– el jorobado pide agua y no es otra que la propia Esmeralda quien muestra el único atisbo de humanidad entre la muchedumbre. Es ahí cuando el campanero desarrolla un gran afecto hacia Esmeralda. Un punto para Disney, que hasta este momento ha mantenido cierta fidelidad a la historia.
La situación cambia cuando, en el libro, nos enteramos de que ese personaje poco conocido –el tímido Pierre Gringoire– llega accidentalmente a la lúgrube Corte de los Milagros; aquella asamblea compuesta por gitanos, mendigos y ladrones de la ciudad. Descubierto como personaje extraño a la comunidad, Grongoire es apresado y condenado a muerte; su única salvación se resume en casarse con una gitana y, así, pertenecer al gremio. Por supuesto, casarse con Esmeralda se presenta entonces como una afortunada posibilidad.
Mientras tanto, un Frollo celoso y frustrado decide apuñalar a su rival de amores; estrategia igualmente fallida, pues de tal acción Esmeralda es acusada y sentenciada a morir en la horca. En este episodio, la obra y la película animada vuelven a encontrarse: Quasimodo logra liberar a la chica y, de manera metafórica, incluso mística, la lleva hacia el interior de la catedral para encontrar asilo y expiación.
Tras una batalla librada desde todos los flancos y antes de entregar a Esmeralda a los soldados, Frollo propone a la joven gitana que se convierta en su concubina para salvarse. Al ser rechazada esta propuesta, el clérigo la acusa nuevamente de intento de asesinato y brujería, ordenando su muerte en la horca. El archidiácono, viendo el evento desde lo alto de una de las torres junto al jorobado, le confiesa a este su alegría por la muerte de la mujer; furioso por tales declaraciones Quasimodo empuja a Frollo al vacío, para después meterse en la cripta donde yacía Esmeralda y abrazarle hasta su propia muerte. Mucho tiempo después se abre la tumba e intenta separar a los cuerpos que se hallan juntos, pero los huesos del jorobado se descomponen en polvo; terminando así una de las historias más sonadas en la memoria fantástica y de horror mundial.
Actualmente y por un documento que forma parte del archivo de la galería Tate de Londres se especula sobre la existencia real de Quasimodo y su inspiración directa para la obra de Víctor Hugo. Es gracias a dicha autobiografía manuscrita en siete volúmenes del escultor británico del siglo XIX Henry Sibson (1795-1870) –encontrada en una casa de Penzance y donada a la galería en 1999– que en el contexto de la reparación de Notre Dame, se presume la relación entre la novela y la vida real. Según los registros, Sibson consiguió trabajo junto a Monsieur le Bossu (el verdadero jorobado) y pudo ser ése el momento en que el escritor francés, interesado en la historia de la catedral, pudo retomar a este sujeto como elemento central de su obra.
**
Ahora lee:
La verdadera historia de Anastasia en 10 fotografías a color
La verdadera historia de Pocahontas: ¿La mujer que traicionó a su pueblo?