Los samuráis suelen ser asociados con hombres hábiles, varoniles y educados, grandes estrategas capaces de matar con un solo movimiento de katana, su particular espada. Estos personajes fueron parte de la élite de Japón durante varios siglos, hasta 1869, cuando desaparecieron después de la Guerra Boshin.
Un año antes de la desaparición samurái, en la Batalla de Aizu, murió Nakano Takeko, la última samurái. Durante el enfrentamiento, Nakano lideró un pequeño grupo de veinte mujeres guerreras, conocidas como onna bugeisha, el grupo aguerrido de mujeres impresionó al ejército imperial japonés por su destreza y valor.
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Onna bugeisha
Onna bugeisha significa “experta en artes marciales”, estas mujeres pertenecían directamente a la clase samurái, específicamente a la llamada clase bushi y su función era proteger la casa y a sus habitantes de ladrones o enemigos en tiempos de guerra, cuando no estaban el hombre. Para poder cumplir con esta labor, las mujeres escogidas recibían un entrenamiento intensivo para poder usar diferentes armas y diversas técnicas de lucha. El arma por excelencia de estas guerreras samuráis era la naginata, un asta terminada en una gran hoja curva.
Foto: Wikimedia CommonsComo cualquier guerrero samurái, en caso de derrota o deshonra las onna bugeisha practicaban una variación del ritual conocido como seppuku o harakiri, llamado jigail, la mujer se arrodillaba y ataba las piernas para conservar una posición decente y honorable para después cortar la arteria carótida con una daga especial.
Nakano Takeko
De este grupo de mujeres destacó Nakano Takeko, quien nació en 1847 y fue adiestrada en el combate y en las artes por el maestro samurái Akaoka Daisuke desde temprana edad. A los dieciséis años Nakano era una maestra en el combate en la escuela de Daisuke y preparándose para los enfrentamientos que se avecinaban.
Foto: Wikimedia CommonsLa guerra estalló en el año 1868, el ejército imperial con armas de fuego modernas y entrenado bajo la supervisión de oficiales occidentales arrincono a los samuráis hasta que sólo quedó la región de Aizu, donde se encontraba Nakano Takeko y su hermana, Yuko.
Los samuráis contaban con un ejército de entre tres y cinco mil guerreros, armados con espadas y flechas, una resistencia muy débil en comparación con el poder del ejército imperial que se acercaba, compuesto por unos quince mil guerreros. Nakano reunió un grupo de veinte onna bugeisha armadas con naginatas y espadas, se ofrecieron al comandante de las fuerzas rebeldes.
Foto: Wikimedia CommonsAl principio había orden de capturar con vida a las mujeres, esto ayudó a que las onna bugeisha llegaran a las filas enemigas, donde pudieron luchar con sus armas y generaron bajas contundentes para sus enemigos quienes nunca pensaron que las mujeres pudieran atacar con semejante violencia. Este ataque dio esperanzas a los samuráis, pero se desvanecieron al enterarse del disparo que recibió Nakano en el pecho; la samurái, en un último acto de orgullo y honor, decidió quitarse la vida antes que morir a manos enemigas. Pidió a su hermana que la asistiera y ésta, obedeciendo su última voluntad, la decapitó. La cabeza de Nakano fue enterrada en el templo Hokagi.
Con la derrota de Aizu en 1869, el shogunato perdió todo su poder y los privilegios de los samuráis se abolieron, poco a poco la casta guerrera que había gobernado Japón durante siglos terminó por desaparecer. Todos los años, durante la festividad de la batalla de Aizu, es una tradición que las jóvenes niponas vistan como las antiguas onna bugeisha y rinden un orgulloso homenaje a Nakano Takeko.
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