El excéntrico Dalí, parece, dominó todos los lenguajes del arte para explorar, y explotar, las posibilidades de su discurso artístico. Sus etapas como pintor, escultor, grabador o dibujante son bien conocidas en el universo del arte, lo mismo su incursión en el teatro, el cine y la literatura. Pero a Dalí también le interesaba la orfebrería, y no podía ser de otro modo, pues una joya completaba la personalidad acaparadora y luminosa de uno de los más grandes artistas del siglo pasado.
Influenciado por los maestros renacentistas Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael (de quien Dalí sabía todo) o Cellini, el artista combinó su etapa pictórica con su capacidad para diseñar y visualizar arte portable, la joyería. Con la inclusión de Dalí en ésta, dejó en claro que su imaginería desbordante tenía cabida en cualquier medio o soporte.
Dalí se involucró activamente en el diseño y la concepción de las piezas, pero también con los materiales utilizados, seleccionados con gran decoro por el artista de acuerdo al color, valor y simbolismo de las piedras preciosas y los metales nobles.
El genio poliédrico tomaba papel y lápiz y dibujaba la joya en cuestión con la mayor precisión y detalle posibles. El boceto incluía la forma, los materiales y los colores que Dalí había concebido en su memoria; el equipo encargado de hacer tangibles las piezas era el comandado por el orfebre Carlos Alemany, en Nueva York, siempre con la supervisión del artista.
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La colección de joyas de Dalí no podía resultar ajena a la personalidad ambiciosa, excéntrica, en tanto perversa y esquizoide, impredecible del surrealista. Es posible decir que el maestro trasladó su ingenio a la orfebrería, y sustituyó las tintas y el graffito por oro, platino, diamantes, rubíes, esmeraldas, zafiros, topacios o cualquier otra piedra preciosa; perlas, corales y metales nobles con los que trabajó en conjunto para representar su iconografía alejada de toda concepción de joyería: labios, ojos, formas animales, vegetales o símbolos de la mitología y religión.
“Ojo del tiempo”, joya en forma de reloj esmaltado creada con platino, brillantes y rubíes
En 1941, 22 de las joyas diseñadas por Dalí fueron adquiridas por el millonario Cummins Catherwood; en 1958, la colección pasó a ser propiedad de la fundación The Owen Cheatham Foundation, dedicada a prestar las joyas a diferentes instituciones y organismos a fin de que estos consiguieran fondos con su exhibición. El lote finalmente llegó al Virginia Museum of Fine Arts de Richmond. Tiempo después, en la década de los 70, las joyas se expusieron en el Teatro-Museo Dalí de Figueres, donde acudió Dalí. Tras pertenecer a otro acaudalado saudita y varios japoneses, la colección fue finalmente vendida a la Fundación Gala-Salvador Dalí, en 1999.
Entre las joyas que integran la colección destacan “El ojo del tiempo” (1949), “El corazón real” (1953), “El elefante del espacio” (1961) y “La persistencia de la memoria” (1949) (la versión en oro y diamantes del famoso cuadro del pintor en 1931), consideradas símbolos entre la obra de Dalí casi tan valoradas como su trabajo en las artes plásticas.
“El corazón real”
La colección se exhibe de manera permanente como parte de la exposición Dalí-Joyas en la Fundación Gala-Salvador Dalí. Presenta 39 joyas de oro y piedras preciosas pertenecientes al conjunto Owen Cheatham, además de más de una veintena de dibujos y pinturas en papel que Dalí realizó como bocetos de las piezas.
“Labios de rubí”
“Sin una audiencia, sin la presencia de espectadores, estas joyas no alcanzarían la función para la cual fueron creadas. El espectador, por tanto, es el artista final. Su vista, corazón, mente—con una mayor o menor capacidad para entender la intención del creador—da vida a las joyas”.