En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, en el primer cuadro del Centro Histórico, se encuentra una figura de Cristo crucificado que es distinta a las que se encuentran en otros templos católicos. Mientras casi todas las representaciones de Jesucristo lo muestran con piel blanca, este llama la atención por su literal oscuridad. Se trata del famoso Cristo Negro, también conocido como El Señor del Veneno: una figura religiosa que habría estado involucrada en un milagro y salvó a un obispo de la muerte.
La leyenda del Cristo Negro de la Catedral
La historia cuenta que el Cristo Negro no siempre fue de ese color. Cuando este aún se encontraba en la iglesia de Porta Coeli, en la calle de Venustiano Carranza, un hombre llamado Don Fermín Adueza lo visitaba todos los días y le besaba los pies en señal de reverencia.
Enterado de esta práctica, uno de sus enemigos, un tal Ismael Treviño, intentó envenenarlo. Sin embargo, cuando Don Fermín besó los pies de la figura, el Cristo pareció absorber el veneno en su totalidad: este no le hizo daño al hombre y, aparentemente, lo salvó. De ahí el otro nombre por el que se le conoce: El Señor del Veneno.
Otra posible explicación no tiene que ver con un supuesto milagro, sino con el sincretismo entre la religión católica y la tradición prehispánica. El color negro era relacionado con Tezcatlipoca, dios creador, supremo y omnipotente. Así como ocurrió con otros símbolos religiosos, como la Virgen de Guadalupe, los evangelizadores habrían cambiado el color de Jesucristo para que este se relacionara con Tezcatlipoca y, de esa manera, facilitar la incursión de esa figura entre los mexicas.
Hace tiempo que el Cristo Negro de Porta Coeli fue trasladado al Altar del Perdón en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, a tan solo unos metros del que fuera su hogar original. Miles de personas lo visitan todos los días y aún se le atribuyen numerosos milagros.