Los manatíes son una de las especies con una mayor amenaza de extinción, muchas de las nuevas generaciones incluso ya los consideran extintos. Sin embargo, esta especie aún se encuentra luchando por su supervivencia, honrando a sus ancestros, protagonistas de algunas de las leyendas más mágicas del planeta.
Manatíes
Los manatíes también son conocidos como vacas marinas, y generalmente se confunden con sus “primos” del océano Pacífico, los dugongos. Estas especies se encuentran clasificadas dentro de la orden de mamíferos acuáticos conocida como sirenios, gigantes marinos herbívoros.
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La leyenda maya del manatí
Una leyenda maya dice que la desaparición de los manatíes está completamente vinculada con la llegada de los exploradores europeos.
Se dice que los Kohunlich, la tribu que vivía en Cuzamil, ahora conocido como Cozumel, eran gobernados por un gran hombre llamado Nachán Ca, padre de Zazil Ha, una joven que amaba al mar y sus habitantes.
En uno de sus paseos marinos la princesa encontró un pequeño y curioso animal que no había visto antes atrapado en una red de pesca. Zazil ayudó a liberar al animal y lo llevó a Chactemal, ahora conocido como Chetumal. Curó al manatí y lo nombró Teek Paal Kó.
Teek Paal Kó tenía el alma de un niño enérgico y juguetón, disfrutaba jugar con los miembros de la tribu. Pronto creció hasta superar las dimensiones de los barcos pesqueros y Nachán Ca estaba tan maravillado con el majestuoso animal que lo nombró “mato” (magnífico en maya), de ahí el nombre de manatí.
Foto: Gobierno de México
Lamentablemente un día los conquistadores europeos llegaron en enormes embarcaciones y sometieron al pueblo de Cuzamil, todos huyeron, incluyendo a la princesa Zazil y a su padre. Nadie pudo advertirle a Teek Paal del peligro.
Una noche que el manatí se encontraba alimentándose a la orilla de la bahía, un conquistador se acercó, el manatí acostumbrado a la amabilidad y nobleza de los humanos, no se preocupó y siguió comiendo con tranquilidad. Sin embargo el hombre lo atacó con su lanza. Teek Paal huyó herido, entendió que no todos los hombres eran buenos y decidió refugiarse por toda la eternidad en el mar, lejos de la gente.
Cuando Cristóbal Colón los confundió con sirenas
Se dice que uno de los marineros de Colón, en su primer viaje al nuevo mundo, vio tres figuras en el mar, estaba seguro que se trataba de un trío de mujeres con cola, las mismísimas sirenas que embrujaban a los marineros con sus cantos. Colón no se preocupó por su destino ni el de sus marineros, ya que ninguno escuchó su canto, solo vieron sus largas colas y dorsos escamados, incluso pudieron distinguir sus rostros y para nada era como los habían imaginado. Así lo escribió en su diario:
«En el día anterior [08 de enero 1493], cuando el Almirante fue a Río del Oro [Haití], dijo que vio con toda claridad tres sirenas que surgieron fuera de la mar; pero no son tan hermosas como se dice, porque sus caras tenían algunos rasgos masculinos».
Sin bien el rostro no ayuda mucho, la anatomía de estos mamíferos les permite ser confundidos con estos seres mitológicos. Sus cinco dedos en las patas delanteras y sus vértebras hasta el cuello le permiten girar la cabeza como lo haría cualquier humano.
Foto: López Dóriga digital
Así que a su regreso a Europa distintos marineros comenzaron a esparcir el rumor de las sirenas y a vender los cuerpos muertos de estas especies para circos y espectáculos sobrenaturales. Esto recopiló una revista inglesa de Historial Natural:
«Poco tiempo atrás, el esqueleto de una sirena, como se le llamó, fue llevado a Portsmouth, que había recibido un disparo en las proximidades de la isla de Mombass. Se permitió que se presentará a los miembros de la Sociedad Filosófica, cuando resultó ser un dugongo… Tenía, si mal no recuerdo, cerca de seis pies de largo: vértebras dorsales inferiores, con una amplia extremidad caudal (lo que sugirió la idea de terminar en una larga cola de pez), mientras que las patas delanteras de la escápula a las extremidades de las falanges se presentaba al ojo inexperto a una semejanza exacta a los huesos de un pequeño brazo de mujer».
Dugongo, la dama del Mar
Por otro lado, literalmente, en el océano Pacífico, existe otra leyenda que involucra al primo del manatí, el dugongo. Precisamente esta leyenda se remonta al origen de la palabra dugongo, que en lenguaje malayo se traduce como “dama de mar”.
Gracias a un par de pinturas rupestres de 3 mil años de antigüedad que fueron descubiertas en 1959 en Palau, un país compuesto por 340 islas. Aquí se descubrió que el dugongo era una figura muy importante en las ceremonias de los pueblos originarios. Se creía que este animal guiaba a los pescadores que se habían perdido en el mar, y que alguna vez este animal había sido una mujer joven.
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