Localizados en el límite entre Morelos, Puebla y el Estado de México se alzan el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, nuestros dos volcanes patrimonio del país y reconocidos a nivel mundial. Estos han estado con nosotros por más de 700 mil años y, a pesar de que esto es considerado joven para un volcán, es suficiente historia para conectarnos con nuestro pasado a través de su leyenda prehispánica, ¿la conoces?
Una historia de amor
Cuenta la leyenda que antes de que estas montañas se alzaran imponentes en el centro de México, existió Popocatépetl, un guerrero tlaxcalteca; e Iztaccíhuatl, la princesa de su pueblo.
Se dice que Iztaccíhuatl era una princesa de gran belleza pretendida por muchos galanes, pero ella sólo tenía ojos para su amado Popocatépetl, y el joven guerrero también le amaba y deseaba su mano en matrimonio.
Pero en ese entonces el pueblo tlaxcalteca vivía oprimido por los aztecas, así que cuando Popocatépetl fue a pedirle al cacique, padre de la princesa, su permiso para el matrimonio, éste le puso de condición ir a la guerra contra los aztecas y regresar victorioso.
Completamente enamorado de su princesa, Popocatépetl acepto y marchó a la guerra, prometiéndole a Iztaccíhuatl regresar para desposarla. Este fue el momento perfecto para que Axooxco, otro pretendiente de la princesa, pusiera en marcha su plan para evitar el matrimonio.
Axooxco le mintió a la princesa, asegurándole que Popocatépetl había muerto en combate. Iztaccíhuatl cayó en una gran depresión que le causó la muerte al poco tiempo, justo antes de que su amado regresara ganador de la batalla.
Inmortalizados para siempre
El joven guerrero fue recibido con la noticia de que su amada había perecido y decidió honrar el amor que habían compartido. Entonces ordenó juntar 10 cerros que servirían como la tumba de la princesa.
Una vez terminada la montaña, Popocatépetl tomó a Iztaccíhuatl en sus brazos y con una antorcha en su mano marchó al punto más alto de la tumba, donde la recostó, le dio un último beso y se arrodilló a su lado para acompañarla en su descanso eterno.
Poco a poco los amantes fueron combinándose con su entorno. Rocas y nieves cayeron sobre ellos y con los años quedaron inmortalizados en las dos montañas que aún en nuestros días son una vista imponente para cualquiera que cruce por ahí.
Tan fuerte fue su amor que aún hoy en día la antorcha de Popocatépetl quema con intensidad cuando recuerda a su Iztaccíhuatl, es por eso que el volcán sigue activo y echa fumarolas muy seguido: son los amantes juntos.
¿Popocatépetl o Don Goyo?
Esta leyenda, tan romántica como cualquier gran cuento de amor, no es la única historia que rodea al Popocatépetl, también está el origen de su popular apodo ‘Don Goyo’.
Originalmente, Popocatépetl proviene del náhuatl Popoca que se traduce como ‘que humea’, y Tepetl que significa ‘montaña’. Entonces, ¿de dónde viene Don Goyo? Bueno, esta es una historia de Santiago Xalitzintla, un pueblo ubicado en Puebla.
Caminaba por el volcán un hombre llamado Antonio cuando repentinamente se le cruzó un tal Gregorio Chino Popocatépetl quien le advirtió que el volcán estaba a punto de hacer erupción.
Le explicó, además, que cada vez que el volcán fuera a estallar el se aparecería para dar advertencia. Pero no se presentaría a cualquier persona, no, sino a algún miembro de la familia Analco, linaje de Antonio, a los que se les conoce como temperos.
De este mito sale el famoso apodo en honor a la aparición que advirtió a los pobladores de Xalitzintla hace muchos años atrás.
El Popocatépetl e Iztaccíhuatl no son dos simples volcanes, son historia importantísima del argot mexicano y de nuestra riqueza como país. Están desde los inicios de nuestros pueblos y seguramente estarán a nuestro lado hasta el final.
*Con imágenes de: Food and Travel, Infomístico, Actualidad RT