La sangre es llevada con orgullo la mayor de las veces; sobre todo, si ésta carga con un nombre importante, un nombre de peso. Pero ocurre totalmente lo opuesto cuando éste es reconocido a nivel mundial como un signo de maldad. Podríamos pensar que es tan sólo una palabra y que ésta no puede afectarnos, aunque todos sabemos que eso no es cierto; la lengua y sus expresiones no escapan de los demonios tan fácilmente entre la gente.
Tal es el caso de aquellas personas que descienden genealógicamente de Adolf Hitler; es sabido que el dictador alemán no tuvo hijos, pero ha sido posible rastrear su linaje a través de la historia. Según la revista “Paris Match”, existen tres sobrinos segundos de este personaje viviendo en Long Island. Alexander, Louis y Brian Stuart-Houston son unos norteamericanos comunes, quienes viven en un vecindario de alta población judía y tenían un oculto pasado hasta ahora.
El trío de parientes, encabezado por Alexander al momento de dar declaraciones, ha dicho que habrían vivido mejor si no tuvieran una relación familiar con Hitler. Ellos son hijos de William Stuart-Houston, sobrino directo del líder germano, de quien se cuenta que intentó a lo largo del Reino Unido sacar provecho de su linaje, valiéndose incluso del chantaje hacia Hitler, alegando que por las venas de éste corría sangre judía.
William Stuart-Houston
Más tarde, William se trasladó a Estados Unidos de Norteamérica con su madre y se alistó en las fuerzas armadas para combatir contra Alemania; situación que le costó demasiado, pues su inconfundible apellido no le permitía ingresar rápidamente entre las filas. Una vez terminado el conflicto, cambió el oscuro apellido que cargaba por el de Stuart-Houston para iniciar una nueva vida.
Se casó e instaló en un lugar llamado Patchogue, donde la atmósfera era cubierta por la clásica visión del sueño americano, y tuvo cuatro hijos, de los cuales sólo tres viven aún. Los descendientes de la familia Hitler han sido objeto de investigación e intentos de entrevista, no sólo por su controversial parentesco con el líder nazi, sino por un supuesto juramento interno de no tener hijos nunca y dar fin a su estirpe.
Estos datos no han podido ser corroborados, pues la familia, por lo visto, sigue una promesa mayor: no hablar con periodistas. Eso no borra las especulaciones, ni tampoco la probabilidad de que su sangre prevalezca por más tiempo. Un par de “caza-hitlers”, obsesionados con este tema de la progenie, ha encontrado fuertes posibilidades en Austria.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, en ese país del que son originarios los padres y abuela de Adolf Hitler, toda persona que tuviera relación de parentesco con ese nombre maldito, se esforzó por cambiar su apellido, aunque fuera a partir de una o dos letras; resultando en una gran cantidad de Hietlers, Hiedlers, Huetlers, y demás.
En esta búsqueda, incluso invasiva, de sujetos que compartieran la misma información genética con el Führer, es que se ha sido capaz de rastrear a dichos individuos; además de los tres ya mencionados en Long Island, existen 36 austriacos, de los cuales, sólo uno aceptó someterse a pruebas para después quedar en el asombro de saberse pariente hitleriano.
Se han supuesto demasiadas hipótesis en cuanto al paradero de una dinastía Hitler, así como de un presunto hijo, consecuencia de un amor juvenil. Poco se ha obtenido de verídico o por comprobado de dichas especulaciones, pero lo que en efecto se ha demostrado en las investigaciones, es que ninguno de los prospectos se encuentra halagado por la idea. Todos comparten ese sentimiento, sino de desprecio, sí de incomodidad frente a la ocasión de tener como abuelo, tío, etcétera, a uno de los personajes más cuestionados y odiados de la historia.
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