Es mediodía del 28 de octubre, en la Sierra Mazateca de Oaxaca, poco a poco empiezan a llegar las ofrendas florales a los panteones, se conmemora a los que murieron violentamente, en algún accidente, ahogados o asesinados. Los campos santos de Huautla, Chilchotla y Santa Cruz se visten de inframundo que abre su puerta durante las fiestas a los fieles difuntos que cada año salen de su morada para reunirse con sus familias.
Huehue es una palabra de origen nahual que significa “viejo” o “anciano”, y está ligada al dios del fuego ancestral Huehueteotl, a su vez este dios viejo está asociado al Sol. Recordemos que de manera reciente se encontró en la pirámide del Sol en Teotihuacán un gran monolito de Huehuteotl, lo que lo confirma como deidad solar.
Un huehuenton —Cháj tó xo´ó en lengua mazateca— es un alma vieja que se atavía de sol para bailar entre los vivos. Hombres, mujeres y niños llegan al panteón como cada año, la premisa es dejar el alma y guardar en el cuerpo el alma de un difunto, no importa el nombre de quien ha muerto, ni el nombre del huehuenton que es casa del alma del difunto: lo importante es comulgar entre iguales, abrir el portal del tiempo y transformar la dimensión vida-muerte en un sólo espacio. Una vez que el alma del difunto encarna en un huehuenton, éste anula su yo, pierde su identidad como sujeto individual para transformarse en un sujeto colectivo que bailará durante los días sacros frente a las ofrendas para los fieles difuntos, recebirá como pago simbólico pan, fruta, café y aguardiente.
La música ritual que acompaña a los huehuentones está compuesta por una gran cantidad de sones, cuya melodía repetitiva por parte de guitarras y violines crea una atmósfera ideal; nadie que escuche un son de huehuenton puede quedar impune de manera emocional, incluso si se desconoce el idioma mazateco, que es la lengua en que se cantan estos repertorios.
El huehuenton debe conservar su anonimato, hay que anular cualquier indicio que pueda delatar la identidad: las mujeres se visten de hombres, los hombres de mujeres, se cubren el rostro con la tradicional máscara de huehue —viejo—, la voz debe fingirse, anularse como sujeto para existir como una gran comunidad que permite que los muertos bailen frente a las ofrendas, que generosa y amorosamente han preparado las familias para estar juntos de nuevo en un tiempo ritual espiral que se repetirá cada año en las tierras oaxaqueñas.
Es mediodía del 2 de noviembre y el portal está por cerrarse, es tiempo de regresar el campo santo y entregar el alma que el huehuenton encarnó durante este tiempo sacro, justo cuando regresa el alma propia al cuerpo, el círculo ritual virtuoso está completo. Será hasta el próximo año cuando el huehuenton regrese a por otra alma, para que los fieles difuntos dancen y canten entre los vivos, ya que en estas benditas tierras la familia nuclear extensa abarca a vivos y muertos en una espiral sin fin y eterna.
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