El hombre aparece pequeño ante lo efímero de la vida. Desde tiempos inmemoriales, la supuesta omnipotencia de la especie humana queda en duda cuando se encuentra frente a lo único seguro que tiene al nacer: la muerte. La fragilidad de la existencia humana se reduce nada más pensar en magnitudes astronómicas, eventos que demuestran el poder de la naturaleza y el ciclo de la vida como un bucle infinito que siempre encuentra la forma de subsistir, aún sin la raza humana y a pesar de la huella del hombre.
De vez en cuando, la muerte aparece en un sutil recordatorio de la fatalidad como parte necesaria de la vida humana. Desde la antigüedad el hombre ha luchado contra el olvido a través de la memoria. Libros, monumentos, ofrendas y el recuerdo de los más queridos consolidan algunas de las tradiciones fúnebres más trascendentes para paliar el tiempo que se agolpa incesante sobre nuestros días.
Las máscaras mortuorias nacieron en la Edad Media como un método para recordar el rostro de un fallecido. La técnica ha variado desde entonces, pero se trata de una copia de la cara de alguien para recordar sus facciones más representativas y honrar su memoria a través del inexorable paso del tiempo. Esta técnica permite revivir los últimos momentos de quienes partieron y cuentan todo lo que escapa al relato oral u escrito. El rictus de dolor, la sensación de tranquilidad o la inexpresividad de un rostro en coma son algunas de las facetas que vivieron grandes personajes antes de morir:
Isaac Newton falleció el 31 de marzo después de años de sufrir de problemas en los riñones y cólicos intensos que le impedían pensar en cualquier otra cosa. Se trata del científico más brillante de la historia, creador de una teoría sencilla y elegante capaz de describir con precisión el movimiento de los astros y de cada objeto en el Universo.
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La vida de Shakespeare fue un retrato de su propia obra. El dramaturgo más famoso en habla inglesa murió de cáncer que adquirió debido a su adicción al alcohol y un estado de embriaguez permanente. La fiebre sentenció al escritor de “Romeo y Julieta” y su rostro lo muestra agonizante.
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Dante Alighieri vivió en el exilio durante los últimos años de su vida, pero ante el destierro de saberse ajeno a la tierra de sus raíces siempre se mantuvo con la esperanza de volver a Florencia. Murió de malaria a los 56 años y escribió un legado único en la literatura occidental.
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La máscara mortuoria del genio de la música, Ludwig van Beethoven muestra su cara con tranquilidad. Después de alcanzar el reconocimiento europeo y tras presentar durante toda su vida problemas hepáticos que se agravaron, el alemán estaba seguro de su pronta partida y después de dos días en coma, su corazón dejó de latir.
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Hegel falleció víctima de un brote de cólera a los 61 años. Él construyó un sistema filosófico que es el punto de partida para cualquiera que pretenda entrar en las densas aguas del pensamiento occidental. Desde Marx o Nietzsche, hasta Foucault y Deleuze, el peso de Hegel en la filosofía alemana es incontestable.
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Napoleón Bonaparte fue desterrado después de su derrota en la Batalla de Waterloo ante los ingleses. En Santa Elena pasó sus últimos días de vida y un fuerte dolor en el costado derecho de su tórax confirmó el mismo cáncer de estómago que mató a su padre. Más tarde, estudios confirmaron que su ADN tenía dosis altas de arsénico, causa real de su muerte en 1821.
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William Blake, considerado el más grande artista que jamás ha dado el Reino Unido falleció en el olvido por causas naturales. Sus últimos años fueron de profunda nostalgia, reflejada en su rostro mortuorio y fue enterrado en una tumba sencilla sin nombre junto a su esposa. en Bunhill Fields.
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“Ulysses” (1922) es una de las obras más complejas que se han escrito en habla inglesa. En él, Joyce recrea 24 horas en la vida de tres personas en el nuboso Berlín de su tiempo. La depresión que acompañó a su autor, James Joyce durante sus últimos años, influyó en su adicción al alcohol que finalmente le costó la vida después de caer en coma a causa de una peritonitis, de ahí la tranquilidad en su rostro.
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La obra de Klimt adquirió una inmensa fama después de su muerte y sus pinturas han roto récords en subastas por miles de millones de dólares. Después de una serie de enfermedades que agravaron su salud y un infarto, el pintor de “El beso” (1907) murió dejando sus obras a expensas del avance del fascismo alemán.
Cada año, el Carnaval de Venecia reúne a personalidades misteriosas que se ocultan tras los famosos antifaces venecianos. Descubre el hedonismo detrás de las máscaras venecianas y todo lo que conlleva en esta festividad de transgresión a la moral. Descubre la técnica para alterar tus sentidos a través de la percepción visual y prueba cómo lograr alucinar en 30 minutos sin ningún tipo de drogas.