En el Centro Histórico de la Ciudad de México convergen una diversidad de estilos arquitectónicos, cada esquina y cada edificio esconden tras sus muros los relatos que definieron el rumbo de la nación. Entre las joyas arquitectónicas del primer cuadro de la ciudad, existen testigos de la historia que ahora se encargan de su resguardo y protección: los museos.
Entre el ritmo acelerado de la ciudad que plaga diariamente las aceras de una multitud de capitalinos, se encuentran tesoros arquitectónicos que se escapan a la mirada de los transeúntes poco observadores, edificios que solemos pasar por alto, en gran medida porque no conocemos toda la historia que resguardan en sus paredes, secretos de la ciudad que este artículo desvela para que la próxima vez que vayas a una de sus exposiciones, aceptes la energía de las almas que dejaron su pena en los hospitales que hoy han sido convertidos en un punto de reunión para admirar la cultura y el arte.
Museo Nacional de San Carlos: Palacio del Conde de Buenavista
Este edificio famoso por su patio oval, fue construido entre 1798 y 1805 como casa de campo, pues se ubicaba en la periferia de la Ciudad de México. Es una obra del arquitecto y escultor Manuel Tolsá, quien diseñó unas escaleras sin remaches sostenidas unas sobre otras, este diseño permite que, durante un temblor, la estructura no corra peligro de colapsar. La arquitectura del edificio es una mezcla del barroco y elementos neoclásicos como los frontones y su simetría rigurosa. Fue un encargo de la marquesa de Selva Nevada para ser habitado por su segundo hijo, y sigue el estilo de las casas coloniales con las áreas comunes en la planta baja y los espacios para disfrute de la familia en la planta alta.
Sus salas fueron escenario de lujosas fiestas y banquetes, incluso el emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota disfrutaron de un baile en este majestuoso recinto de cantera.
Su historia en el siglo XX cambió por completo cuando fue sede de la Tabacalera Mexicana, sede de la Lotería Nacional y sede de la Escuela Nacional Preparatoria 4, actualmente es administrado por la Universidad Nacional Autónoma de México y resguarda la mayor colección de arte europeo de la Ciudad de México.
Museo Mexicano de Diseño/ Palacio de Hernán Cortés
El primer museo dedicado exclusivamente a ser un escaparate de exhibición para las tendencias del diseño mexicano fue construido sobre los terrenos del Palacio del conquistador de Tenochtitlán, un lugar que durante el siglo XVIII fue ocupado como la elegante residencia del Conde de Nuestra Señora de Guadalupe del Peñasco.
Los cimientos originales pertenecían a la pirámide del emperador Moctezuma Ilhuicamina.
La fachada actual de este edificio, que se encuentra en la Calle Madero, es obra de un discípulo de Manuel Tolsá, quien decidió conservar las paredes empedradas de la casa que han habitado condes, coroneles y otros personajes de la aristocracia en México.
Museo del Estanquillo/ Edificio “La Esmeralda”
Se encuentra en la excesivamente transitada esquina entre las calles Francisco I. Madero e Isabel la Católica, miles de personas caminan diariamente frente a este edificio afrancesado sin saber que fue construido en 1890, por los arquitectos Eleuterio Méndez y Francisco Serrano siguiendo los cánones arquitectónicos impuestos en el Porfiriato. En su fachada permanecen eternas las iniciales de los dueños de la relojería “Hauser- Zivy y Cía.”, los primeros dueños del inmueble. El esplendor del edificio data de la época en que la calle Madero se llamaba “Plateros” y la minería brindaba al país una floreciente economía. La joyería que se encontraba en este edificio era una de las más exclusivas de la ciudad, especializada en el mercado de obras de arte, joyas, relojes y cajas de música.
El coleccionista Carlos Monsiváis adoptó este espacio para albergar destacadas exposiciones que han convertido el sitio en un imprescindible punto de la agenda cultural del país. En la sala de lectura yace la urna que contiene las cenizas de Monsiváis, escritor e intelectual quien reconoció en este edificio el testimonio de la opulencia del siglo XIX y lo convirtió en un museo que destaca la cultura popular y la caricatura política para el disfrute de todos los estratos de la sociedad.
Museo de la Ciudad de México/ Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya
La historia que callan sus paredes inició cuando los conquistadores españoles se repartieron bienes y terrenos, siendo éste concedido a Juan Gutiérrez Altamirano, quien era esposo de la prima de Hernán Cortés, quien poseía la riqueza para construir un palacio que habitara su familia.
Numerosos descendientes de virreyes y nobles criollos habitaron la propiedad, siendo el último Fernando Altamirano, a quien se le otorgó de parte de la corona española el título de Conde de Santiago de Calimaya en 1616.
El vaivén de las carrozas antiguas dejó sus huellas en este edificio de dos plantas y dos patios, con un escudo de armas en la fachada de tezontle y cantera, una capilla y dos monumentales portones como símbolo del abolengo de la familia y la importante posición en la sociedad a la que pertenecían y para quienes organizaban grandes reuniones y banquetes. El segundo patio era habitado por la servidumbre de la noble familia quienes, desde luego, no convivían con la familia del conde.
En el Siglo XIX, el centro histórico se convirtió en una estruendosa área comercial que atrapó en su interior las casonas y palacios de la nobleza, quienes huyeron a la periferia, habitando zonas como San Ángel y la Colonia del Carmen. Poco a poco en este inmueble se ubicaron comercios y locales, y se rentaron las habitaciones del palacio como viviendas, convirtiendo la mansión en una vecindad popular. Se destruyeron en esta época ornamentos de gran valor estético para instalar tuberías y servicios que cubrieran las necesidades de los nuevos habitantes. Por sus pasillos transitaron comerciantes, amantes, ricos, pobres e incluso artistas como evidencia un cuarto de la planta alta donde el pintor Joaquín Clausell pintó una obra maestra impresionista, un tránsito entre los estados de ánimo de la vida humana.
En 1931 se declaró el Antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya como Patrimonio Nacional y fue remodelado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, pilar de la arquitectura moderna mexicana. El palacio quedó al resguardo del Departamento del Distrito Federal, el que lo convirtió en el Museo de la Ciudad de México con la misión de exhibir los cambios históricos y sociales que ha tenido el contexto urbano de la capital.
Museo Interactivo de Economía MIDE/ Antiguo Convento y Hospital de Pobres y Convalecientes de la Orden de Nuestra Señora de Belén
Los monjes betlemitas se establecieron en la ciudad en el siglo XVII con la encomienda de proteger, evangelizar y cuidar a los necesitados, fueron una orden misionera en defensa de los pobres y las minorías hasta el extremo de apoyar al ejército insurgente durante la Independencia, lo que causó que los reyes de España suprimieran su orden en 1821. Tras ese decreto los hospitales y conventos de los hermanos de Nuestra Señora de Belén fueron cerrados.
Este secreto arquitectónico conserva un estilo barroco, pese a que lo que conocemos actualmente es tan sólo el cuarenta por ciento de la extensión original del antiguo convento. El hospital y el huerto se destruyeron por completo con sus múltiples transformaciones.
Durante el siglo XIX, en la capilla, se instaló el Colegio Militar, después se creó en sus instalaciones el Museo del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos. En el siglo XX fue el Teatro de Santa Anna, donde paradójicamente se cantó por primera vez el Himno Nacional en un recinto que atestiguo la injusticia y la esclavitud de los mexicanos a manos de los españoles. En el área del Convento se instalaron negocios, viviendas e incluso un hotel.
En 1950 fue declarado Monumento Histórico, pero fue hasta la década de los noventa cuando fue adquirido por el Banco de México, que tras una restauración que duró 12 años lo abrió al público como un museo interactivo, el primero en el país dedicado a la enseñanza y difusión de temas económicos.
Museo de Arte Popular/ Inspección General de Policía y Cuartel General de Bomberos de la Ciudad
En la Calle Revillagigedo se encuentra este edificio que llama la atención por su excepcional torreón y que desde 2006 se dedica a dignificar la artesanía mexicana, cuando se inauguró como Museo de Arte Popular.
Es un tesoro del Art Decó caracterizado por los volúmenes elegantes causados por el juego geométrico de las formas, la obra pertenece a los arquitectos Vicente Mendiola y Guillermo Zárraga, con relieves de Manuel Centurión, que le dan identidad mexicana en sus detalles de piedra labrada inspirados en la cosmovisión de los dioses prehispánicos.
En 1928 fue la sede de la Inspección General de Policía y el Cuartel General de Bomberos de la Ciudad. Se construyó sobre los cimientos de un Hospicio para Pobres que fue demolido a finales del Siglo XVIII, y en su lugar Plutarco Elías Calles mandó construir este recinto para la policía y el cuerpo de bomberos; además, durante esta época se filmó en sus instalaciones la película “El bombero atómico” protagonizada por Cantinflas, lo que le dio fama y protagonismo al edificio cuya fachada compite con la majestuosidad de su vecino: el Teatro Metropólitan.
Su estructura sufrió varios daños durante los sismos de 1985, por lo que fue abandonado,
hasta que en 2003 fue remodelado por Teodoro González de León, la mente creativa tras el Museo Rufino Tamayo y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo. En el 2006 abrió sus puertas como un museo de instalaciones modernas que resguarda una colección de artesanías provenientes de todas partes de la República Mexicana, sus paredes son ahora un recorrido por el país a través de sus tradiciones.
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