Asesina, ninfómana, incestuosa, loca y sobre todo hermosa. Una de las primeras femme fatales de la historia. Lucrecia Borgia, hija del papa Alejandro VI (antes Rodrigo de Borgia) es una de las figuras más conocidas del siglo XV, pero no por buenas razones. Los únicos atributos con los que se recuerda a Lucrecia que son ciertos son su belleza e inteligencia, pero no los usaba para conspirar ni asesinar. La adicta a las orgías, como muchos la piensan, en realidad fue víctima de su padre y hermano mayor, quienes la usaron por intereses políticos y desde los 13 años la unieron en matrimonio para crear alianzas y expandir su poderío.
Esos matrimonios arreglados eran comunes, pero cuando Lucrecia fue dada en matrimonio a Giovanni Sforza las alianzas cambiaron súbitamente, por lo que menos de un año después de que se casaran, la alianza entre los Sforza (que controlaban Milán) y los Borgia terminó y tanto el papa como César, su hijo mayor y cardenal de la iglesia decidieron que Giovanni debía morir. Lucrecia tenía 14 años, pero ayudó a su esposo y lo hizo huir. Entre 1494 y 1497 la anulación de su matrimonio estuvo en pleito, pero Lucrecia, instruida en música, canto, dibujo y más, era elocuente y muy inteligente. Se dice que a los 17 años dio un discurso en latín “con tal elegancia y gentileza que ni siquiera Cicerón podría haber hablado con más precisión y gracia” y logró anular su matrimonio.
Aquí es cuando la fama de la joven cambió. Giovanni odiaba a los Borgia y tomó venganza contra su exesposa. Inició rumores que decían que Lucrecia y su padre habían buscado la anulación para así entregarse al amor que sentían uno por otro. Pronto se comenzó a decir que Lucrecia tenía sexo con su padre, su hermano y muchas de las personas de la corte, esto llevó a rumores acerca de su ninfomanía que terminaron por darle fama de adicta a las orgías.
Después de la anulación, Lucrecia se refugió en el convento de San Sisto. Ahí es donde se enteró de que su otro hermano, Juan, había sido asesinado en el Tíber. Mientras tanto, César continuaba ganando poder político junto a su padre. El papa y el joven cardenal encontraron una nueva alianza con el rey de Nápoles y Lucrecia fue dada en matrimonio a Alfonso de Aragón, hijo ilegítimo del rey. El joven era apuesto y culto, por lo que ambos se unieron en feliz matrimonio, pero de nuevo la familia de Lucrecia cambió de alianzas y la felicidad que se pronosticaba para Lucrecia terminó en tragedia.
César Borgia se casó con la hija de un duque que era pariente del rey de Francia, por lo que ahora los enemigos eran aliados y viceversa. En conclusión, el esposo de Lucrecia debía morir. Poco después del jubileo por el año 1500, una chimenea cayó en el Vaticano, matando a tres personas e hiriendo a otras, entre ellas el papa. Lucrecia atendió las heridas de su padre y fue en esas semanas cuando una emboscada atacó a su esposo, dejándolo gravemente herido. La leyenda dice que mientras descansaba, su esposo fue visitado por César, quien le dijo al oído “Lo que no pasó en el almuerzo aún puede pasar en la cena”. Un mes después Alfonso de Aragón murió estrangulado.
Su último matrimonio la alejó de Roma y de su familia. El luto que llevó por su esposo demostró que estaba devastada. Firmaba cartas como La Infelicissima y a pesar de eso, los planes para su tercer matrimonio ya estaban en movimiento. 20 años y tres matrimonios sólo alimentaban la idea de que Lucrecia mataba a sus maridos, se acostaba con su padre y controlaba a la Iglesia Católica en lugar del papa. Alfonso d’Este se convirtió en su nuevo marido y juntos fueron a la provincia de Ferrera en el norte de Italia.
La segunda mitad de su vida la vivió entre artistas e intelectuales. Lucrecia Borgia fue una de las mujeres que fomentó el arte y la creatividad, piezas claves para el Renacimiento. Su esposo era un apasionado coleccionista de arte y juntos hicieron de Ferrera un santuario para el conocimiento. Entre los artistas más conocidos se encuentra el poeta Ludovico Ariosto, creador de “Orlando Furioso”.
Lucrecia Borgia murió en 1519 a los 39 años. Su vida estuvo controlada por sus familiares, quienes la usaron como un peón en sus juegos políticos. Fue hasta la mitad de su vida que logró alejarse de los problemas que su apellido le daba. Hija ilegítima del papa Alejandro VI, tuvo que enfrentarse a los rumores infundados por su primer marido que a pesar de que fueron menos cuando creció, tras su muerte los detractores comenzaron a esparcirlos de nuevo. En el siglo XIX Victor Hugo escribió acerca de ella y consolidó la fama que sus enemigos le dieron.
“Hay tres muertes. La primera es cuando el cuerpo deja de funcionar. La segunda es cuando el cuerpo es arrojado a la tumba. El tercero es ese momento, en algún punto del futuro, cuando tu nombre es dicho por última vez”. Las palabras de David Eagleman recuerdan que a pesar de lo que se dijera de la hija del papa es recordada y algún día se le hará justicia a su nombre.
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Fuente:
Nat Geo
