Cualquiera creería que el parto se trata de una cuestión intuitiva, misma que cualquier mujer sabría ejecutar por mero instinto; sin embargo, el dolor que implica así como las diversas complicaciones que pueden presentarse, han hecho que las mujeres deban ser acompañadas por parteras, matronas y hoy en día médicos especialistas.
La posición para dar a luz ha cambiado con el transcurso de los años y como muchos otros aspectos de nuestra vida incluso una experiencia tan íntima como el nacimiento de un bebé ha estado regida por el contexto y las creencias de cada época. En ese sentido se inscribe la teoría que dice que Luis XIV de Francia popularizó que la posición ideal de la mujer a la hora del parto fuese recostada.
Hyacinthe Rigaud, Retrato de Luis XIV, 1701
Diversos artículos, entre ellos uno publicado por el American Journal of Public Health, indican que el rey gustaba de ver dar a luz a todas las mujeres que preñaba, pero que se frustraba por la poca visibilidad del uso de banquillos para dar a luz —que se habían popularizado desde siglos anteriores—, por lo que la posición en que la mujer se recostaba le resultaba más favorable, a pesar de que generaba mayor incomodidad para una mujer.
Ruff, Parteras atendiendo a una mujer en labor de parto en una silla de partos, 1554
Históricamente, esta posición estaba sólo reservada para casos en los que existían complicaciones y los médicos necesitaban realizar algún tipo de cirugía. De hecho se ha puntualizado en la coincidencia entre las ideas del rey y el desarrollo de la teoría de François Mauriceau, quien alegaba que al encontrarse recostadas y con las piernas elevadas, sería mucho más cómodo para ellas y también para las matronas o los primeros médicos obstetras.
s. a., The Birth of the Virgin, Escuela Flamenca, siglo XVII
Habrá sido coincidencia y un gran desarrollo en la medicina de la época, pero la realidad es que resulta difícil diferenciar esto de la influencia que una figura como el rey francés pudo haber tenido en la popularidad de esta posición, al grado que se convirtió en norma a partir del siglo XVII y es usada hasta nuestros días en clínicas y hospitales.
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