Texto por Carolina Méndez
Petatearse, patear el bote, colgar los tenis, chupar faros, pintar calavera, morirse. Comúnmente es un proceso sorpresivo y generalmente indeseable. Pero lo que pasa después aquí, en el mundo de los vivos, es asunto ajeno al muerto que, si sigue vibrando en algún plano de conciencia, no tiene medios eficaces para quejarse o congratularse de, por ejemplo, la elección de flores para su velorio o de la calidad de la caja donde reposan sus restos terrenales. Los deudos que dejó el difunto pueden tan sólo consolarse con la idea de que “así lo hubiera querido”. Pero, ¿y si no?
En este artículo te presentamos cuatro funerales que pasaron a la Historia y que todavía causan sorpresa y en los que, tal vez, ocurrieron cosas que no hubieran sido necesariamente placenteras para los recién fallecidos.
1. Quien lo entierre se vuelve rey. Los funerales de Alejandro Magno
Conquistador de conquistadores, en sus campañas no hubo enemigo que le pudiera hacer frente al invicto Alejandro ‘El grande’. Nació en Macedonia en el siglo IV antes de nuestra era, hace unos dos mil trescientos años. Educado por el mismísimo Aristóteles, este mago de la estrategia murió sorpresivamente a la edad de 33 años. Existen varias teorías acerca de la causa de su muerte. Una de las más aceptadas es también algo irónica. El gran conquistador encontró al rival digno de cobrarle la vida en uno de los enemigos acérrimos del ser humano de todos los tiempos: un zancudo. El piquete de un mosquito le transmitió la infección que terminaría con su magna vida: el virus del Nilo. También una teoría plausible sobre su muerte corresponde, casualmente, con otro de los enemigos comunes del hombre: la envidia y la traición. Se especula que los síntomas que muy detalladamente nos describen las fuentes (malestar, fiebre, vómito y demás) podrían corresponder al envenenamiento por ballestera o elboro blanco administrado al rey conquistador por alguno de sus allegados.
Y una vez muerto el protagonista viene lo que nos interesa. Por la tradición, es necesariamente el sucesor al trono quien organiza y ejecuta el entierro del difunto mandatario. Pero Alejandro III no dejó claro quién sería su heredero. Sin hijos varones en el panorama y con muchos colaboradores, amigos, emisarios, comandantes y otros tantos colados formados en la fila, es lógico pensar que los funerales se hayan vuelto un verdadero problema.
El cuerpo del antiguo rey se volvió entonces objeto de disputas militares, políticas y religiosas. Falleció en Babilonia y fue trasladado de regreso a Grecia, donde recibió honores y faustos servicios funerarios. Poco tiempo después, por las pugnas políticas que seguían vigentes entre los posibles sucesores se llevaron el cuerpo a Mesopotamia. Posteriormente se llevó el cadáver a Egipto, y luego probablemente a Alejandría. Todavía no se tiene certeza de dónde quedó el cuerpo de quien fundara uno de los imperios más grandes que han existido.
2. Pasado el velorio no olvides quemar la casa: los funerales de los indios Pimas en el Virreinato
Los pueblos indios que sobrevivieron la de Conquista de México tuvieron que batallar no solamente con la introducción de la nueva religión, leyes y costumbres; sino que una de las circunstancias más difíciles fueron las enfermedades y males importados desde Europa para los que los originarios de estas tierras tenían escasísimos remedios en su inmemorial acervo de herbolaria y hechizos. Además de que los sistemas inmunes de los pobladores americanos tenían nula memoria de defensas para los bichos epidémicos traídos con el proceso de Conquista.
El misionero jesuita Joseph Och cuenta la costumbre de los indios Pimas, ubicados en lo que actualmente es Chihuahua, de velar a quien muriera de alguna epidemia con todas las previsiones que marcaba la costumbre, pero inmediatamente después del funeral nos relata que los pimas ya no querían seguir viviendo en la casa en la cual había sucedido la muerte. Las chozas eran pronto demolidas o quemadas. Obviamente, desde la lógica europea, lo único que el padre Och alcanzaba a ver en estas acciones era superstición y barbarie, además del desperdicio de recursos valiosísimos en medio de las inclemencias desérticas del norte mexicano.
Cuando fueron cuestionados por el religioso, los indios Pimas explicaron sus acciones bajo la idea de que era necesario deshabitar y quemar la casa porque temían que la muerte, después de haber hallado su morada, pudiera regresar y se llevara a todos los demás habitantes del hogar.
3. Del líquido que escurre, pásame un poquito. Los funerales del venerable Santo Fray Pedro de Betancourt
Inimaginables para nosotros las reacciones de personas que vivieron de cerca, hace ya unos siglos, los funerales del Santo Fray Pedro de Betancourt. Fundador de la primera orden religiosa nacida en América, santo piadoso, amigo de los pobres y alivio de los enfermos de la ciudad de Guatemala del siglo XVII. Al momento de su muerte en 1667, gran cantidad de gente se reunió para rendirle homenaje.
Su colaborador más cercano, Fray Rodrigo de la Cruz, en su detallada crónica nos comparte las siguientes anécdotas: no sólo casi de inmediato las sábanas y ropa de cama donde Pedro había convalecido sus últimos días fueron tomadas por la multitud. Sino que hubo una mujer que vio cierto humor sangriento que vertía del venerable cadáver y pidió a alguien que con un pañuelo impregnara un poco de dicho líquido para ponerlo en su vientre. Nos cuenta el cronista que esta mujer se curó de sus padecimientos.
¿Asqueroso? Sí. Para una sociedad como la nuestra que tiene a su disposición remedios científicos, pero sobre todo, que vive un tiempo con una lógica diferente del cuerpo y sus excreciones. Para ese entonces la religión dominaba prácticamente todos los ámbitos de la vida y en esa tradición era común conservar lo que se conoce como “reliquias” que son fragmentos de la corporeidad de los santos.
4. Usaré el mismo vestido para que vean lo que le hicieron. Los funerales de John F. Kennedy
El atentado que cobró la vida de quien fuera uno de los presidentes más carismáticos y queridos por los ciudadanos estadounidenses, John Kennedy, cayó como balde de agua fría a la opinión pública. Principalmente, considerando que su esposa Jacqueline estaba sentada a su lado cuando recibió el impacto de bala en la cabeza que de manera sangrienta le quitaría la vida. Cuenta ‘Lady Bird’, la esposa del vicepresidente y colaborador de Kennedy, que la entonces Primera Dama se negó a cambiarse de ropa. Evidentemente, el traje Chanel rosa que portaba quedó manchado de sangre y hasta otros residuos encefálicos tras el trágico evento. Jacqueline Kennedy aseguraba que ni para el funeral se iba a cambiar de ropa “para que la gente vea lo que le hicieron a Jack”, mote común con el que la familia nombraba a John desde su infancia. Y aunque los colaboradores y personal de la presidencia finalmente la convencieron de usar un vestido negro para asistir a los funerales el día siguiente, no hubo poder humano para convencerla de usar otro traje más adecuado para estar presente, horas después del atentado, en la toma de protesta del vicepresidente que ocuparía entonces el puesto vacante, Lyndon Johnson.
Y así sucedió el juramento de quien fue el trigésimo sexto presidente de esa nación, en una ceremonia improvisada en el avión que transportaba los restos del recién finado para brindarle, al día siguiente, los homenajes apropiados y comenzar una investigación llena de secrecía y suspicacias.
No cabe duda que a veces la realidad supera a la ficción y que hay personajes a los que las singularidades los persiguen hasta en su muerte, ejemplo son los protagonistas de estos funerales que pasaron a la Historia. Consideremos además que los ritos y ceremonias que se hacen inmediatamente después de que alguien se va de este mundo tienen varias funciones sociales muy importantes. Pero tal vez la de mayor peso es el permitir a los que se quedan quedarse en paz y metabolizar el impresionante evento de perder a alguien cercano, importante o al menos conocido. Ya que además el evento de una muerte nos recuerda la terrible profecía de que cada uno de nosotros también, algún día, enfrentará ese destino. Bajo este entendimiento varias de las reacciones que aquí vimos cobran más sentido.
Si este artículo fue de tu agrado, te gusta escribir y eres fanático de la Historia, comparte con nuestros lectores tus mejores textos. Envía una prueba de 400 palabras a colaboradores@culturacolectiva.com y conviértete en colaborador de nuestra sección de Historia.
Te puede interesar:
Top 10: rituales fúnebres
¿Cómo es un funeral ecológico en México?